Quién: Pete Docter (Bloomington, 1968) presenta 'Inside Out', el último gran lanzamiento de Pixar, seis años después de haber inaugurado Cannes con la no menos aplaudida 'Up' (2009).
Qué: Riley es una niña de Minnesota aficionada al hockey sobre hielo. Su vida cambia cuando se muda con sus padres a un tétrico San Francisco. En su cabeza, como en la de cualquier ser humano (o animal), cinco muñequitos personifican sus emociones básicas: Alegría, Miedo, Rabia, Disgusto y Tristeza. El comportamiento de la pequeña preadolescente se alterará seriamente cuando, a raíz de un accidente, Alegría y tristeza desaparecen de la Torre de Control.
Cómo: Desde que se dio a conocer con 'Toy Story' (John Lasseter, 1995), Pixar ha brillado con cintas de animación para adultos disfrazadas de películas para niños, y esta doble intención alcanza su punto culminante con 'Inside Out', un film definitivamente abstracto que resuelve para siempre uno de los grandes misterios de la Humanidad: el complejo funcionamiento de la mente.
Uno, adulto con corazón de niño (= cinéfilo), ha salido de la proyección trastornado, con la cabeza completamente 'Del revés', preguntándose qué ha entendido él y qué puede llegar a entender un niño de la montaña rusa de emociones (nunca mejor dicho) que acaba de vivir en primera persona, como en una intensísima sesión de psicoanálisis. La historia de la niña, preadolescente desubicada, es universal, niños y adultos pueden identificarse con ella, y hay una aventura muy física, de ritmo trepidante y con personajes coloristas, que los niños seguirán hasta el final. Pero en la cabeza de la niña, todo se complica...
Está la sala de mandos, donde las cinco emociones esenciales (aquellas en las que todos los expertos consultados, neurólogos y demás, están de acuerdo) se combinan para controlar las reacciones de Riley al mundo exterior. A la torre de control se conectan, suspendidas en los abismos de lo insondable, las islas que constituyen los diferentes aspectos de la personalidad de la pequeña, sus intereses básicos (la familia, el hockey, hacer tonterías). Los recuerdos son bolas cuyo color viene determinado por la emoción que las domina, y algunos aparecen por sorpresa (como la recurrente cantinela de un anuncio de dentífricos). Rodeando los angustiosos abismos en cuyo fondo mueren las bolas, están los archivos de la memoria, un gigantesco laberinto que unos operarios azules purgan regularmente. Y también la Fábrica de sueños, que remite, claro está, a Hollywood, entre otros territorios de nuestro cerebro como el Reino de la Imaginación, el del Pensamiento Abstracto o el del Subconsciente, un purgatorio donde van a parar 'todo lo que crea problemas'.
'Del revés' propone, en definitiva, un complejo, riquísimo y psicodélico mundo interior en el que la cuestión al final es determinar el lugar que la tristeza tiene que ocupar en nuestras vidas. La lluvia de ideas y de ingenio, de guiños y de gags que llaman a la reflexión sobre infinidad de temas (Slavoj Žižek podría escribir un ensayo de 600 páginas sobre el film), es constante y apabullante, convirtiendo 'Del revés' en una obra imprescindible en el estante de manuales para tratar de conocernos mejor. Una película sin parangón que, vista hace unos años, nos hubiera ahorrado muchísimas horas de diván tratando de comprender lo que finalmente podría no ser más que la combinación, constantemente alterada, de esas bolas de colores, cada vez más matizadas, con las que respondemos a los golpes de la vida.
Una lástima que no esté en competición, porque podría haberse llevado un premio gordo, como el de Mejor Guión.
Al verla, este cronista no podía dejar de recordar una voz muy lejana que le repetía con frustrada insistencia: 'Think Positive, Think Positive'. Pero como ha dicho Pete Docter, 'todo el mundo tiene una emoción dominante. Atravesamos periodos de felicidad o de tristeza, pero algunas personas son naturalmente alegres, tristes o están permanentemente enfadadas. Riley forma parte de la primera categoría.'