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Dirección: Juan José Campanella
Reparto: Eduardo Blanco, Gimena Nóbile, Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Natalia Verbeke
Título en V.O: El hijo de la novia
Nacionalidad: Argentina, España Año: 2001 Fecha de estreno: 25-11-2001 Duración: 124 Género: Comedia Color o en B/N: Color Guión: Fernando Castets, Juan José Campanella Fotografía: Daniel Schulman Música: Ángel Illarramendi
Sinopsis: Historia de un egoísta, el film habla de un cuarentón obsesionado con todo: su trabajo en el restaurante de su padre (Héctor Alterio); la mala relación con su madre (Norma Aleandro), enferma de Alzheimer; rehuyendo comprometerse con su novia actual (la española Natalia Verbeke, su hermana en Nueve reinas), y sin hablarse con su hija (Gimena Nóbile), traumatizada por el divorcio de sus padres. El interés de una multinacional por comprar el restaurante, junto a la llegada de un viejo amigo (Eduardo Blanco) harán que se replantee su vida.

Crítica

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Rafael Belvedere (Darín) contempla cómo su madre (Aleandro), aquejada de Alzheimer, se aleja por un pasillo de la residencia de ancianos en la que vive. La ve irse, una página en blanco que ya no recuerda, y la cámara de Campanella lo toma, reflejo contra un cristal, fantasma él mismo tras el fantasma en que se ha convertido su madre. Ese momento, brillante en su concisión, resume como pocos una película como "El hijo de la novia": nacida de una experiencia personal (del propio Campanella y su padre), pero que expresa, entre el drama y la comedia, con contención equilibrista, lo difícil de la vida en un país en ruinas, la fantasmal Argentina de hoy mismo.Tiene el film de Campanella, además de brillantes momentos de puesta en escena, algo que lo trasciende: su capacidad para, a partir de una historia que, a simple vista, puede parecer improbable, reconducir a unos personajes trazados con mano segura, encarnados por actores superlativos (todos están espléndidos, pero lo que Norma Aleandro hace aquí es la confirmación de que el talento llega, en algún momento de la madurez, a la más sencilla perfección) hasta hacerlos algo más que eso: verdaderos testimonios del penar cotidiano (ese pequeño empresario que tiene que hacer trampas para seguir, ese anciano que ve cómo sus valores ya nada valen; esa mujer sin memoria), diagnósticos vivientes en los que, en unos años, cualquier historiador podrá identificar los males, pero también los anhelos, de una sociedad en su peor momento.Pero no se entienda que estamos ante un film de tesis. Antes al contrario, la efectividad de Campanella consiste en cómo hace para colar, en medio de una historia cotidiana de amores, desencuentros, celos y trabajos extenuantes, el ritmo de la vida. Por eso, la película es mucho más que una simple historia en perfecto equilibrio entre la lágrima y la sonrisa, más que un cliché cómodo. Por eso la identificación con los personajes se opera de manera natural, sin trampas y artificios. Por eso, en fin, la ternura, la solidaridad que transmite esta película, tan arriesgada como sencilla, tan límpida como emocionante.>> Para amantes de los equilibrios complejos. Lo mejor: los actores, todos. Lo peor: alguna caída en la atención, mediada la película.