Quién: Todd Haynes (Los Ángeles, 1961) no ha dado un paso en falso en toda su carrera, aunque le faltan reconocimientos a su valía. Tras 'Lejos del cielo' (2002) y 'I'm Not There' (2007), Haynes firma otro clásico instantáneo que se merece la Palma de Oro.
Qué: En la Navidad de 1953, Therese Belivet (Rooney Mara) trabaja en una juguetería, tiene un novio que la pasea en bicicleta y sueña con ser fotógrafa. Pero todavía no se ha encontrado a sí misma. La aparición de Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer más madura y envuelta en visones, la ayudará a definirse y encontrar su lugar en el mundo. Junto a ella.
Cómo: Aunque el esquema argumental es muy similar, 'Carol' es exactamente lo contrario que 'La vida de Adèle' (Abdellatif Kechiche, 2013), la gran triunfadora de hace dos ediciones. Todo lo que aquella tenía de naturalismo explícito, lo tiene esta de ballet de lo sugerido: una coreografía de pequeños gestos llevada a cabo con la máxima precisión, elegancia y delicadeza, sin que el apabullante dominio y perfecto autocontrol de Haynes al orquestar todos los elementos que componen este film tan mesurado nos robe una sola gota de emoción.
'Carol' es también la otra cara de la moneda de 'Lejos del cielo': si en aquella Julianne Moore hubiera merecido el Oscar por encarnar a la ama de casa que encontraba refugio en los fornidos brazos de su jardinero negro tras descubrir la homosexualidad de su marido, aquí es el marido quien contempla cómo su mujer escapa de sus garras impotentes para deslizarse rumbo al sur entre los hermosos pechos de Rooney Mara en una escena tan ardiente como pudorosa que tarda lo suyo, hora y cuarto, en llegar, sin que el espectador dé muestra alguna de sediciosa impaciencia, inmerso como está en la envolvente atmósfera de los recuerdos de la más joven protagonista, que reconstruye la historia de amor, desde que conoce a Carol en la juguetería, a través de un diálogo ya repleto de tanteo y dobles sentidos en el que se ve empujada a confesar una infancia sin muñecas, más versada en los juguetes para niños, como el tren eléctrico que simboliza la impecable estructura circular del film, que acaba donde había empezado, con un desenlace demoledor que, por supuesto, no conviene revelar aquí.
De 'Lejos del cielo', Haynes también se ha traído a su colaborador habitual, el mítico director de fotografía Ed Lachmann, que ha trabajado así mismo para Sofía Coppola ('Las vírgenes suicidas') o Ulrich Seidl (trilogía Paraíso), y que aquí contribuye muchísimo, con sus preciosistas juegos de reflejos, tanto a la construcción de esa atmósfera casi onírica, de romántica ensoñación, como al diálogo ejemplar entre el cine de ayer y de hoy, que evoca a los clásicos con un barniz de irreprochable modernidad. Así, el capítulo road movie, en el que la pareja va de motel en motel, también de manera circular, lleva a pensar a la huida de Humbert Humbert y Lolita, mientras que Rooney Mara remite en cada plano a Audrey Hepburn, extremo que lleva a evocar sin remedio 'La calumnia' (William Wyller, 1961), en donde la Hepburn, sin embargo, se resistía a la devota amistad de una desquiciada Shirley McLaine.
Todd Haynes actualiza en definitiva, sin traicionar la época en la que fueron escritas, las confesiones que entonces, por imperativo moral, Patricia Highsmith nunca hubiera podido ver plasmadas en la gran pantalla. Un film exquisito con todos los números para la Palma de Oro, y más teniendo en cuenta que Cartel Burwell, que firma aquí una invisible banda sonora (discretamente compaginada con clásicos de la época), es el músico oficial de los Coen, presidentes del jurado en esta edición. En cualquier caso, ocurra lo que ocurra dentro de una semana, para el cinéfilo no existe mayor goce que la contemplación de un film de esta magnitud en el gran palacio de la cinefilia mundial. Sinceras lágrimas de emoción y gratitud eterna.
Ahora que se acerca la Navidad (sic), 'Carol' es el mejor regalo que el cielo podría hacernos. Gracias Cannes.