Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) tenía dos años cuando su padre desapareció. La ausencia duele desde hace medio siglo, cuando a Diego Fernando Botto, actor como su hijo, le secuestró un grupo de militares. La privación de la libertad se cometió un 21 de marzo de hace 50 años, cuando la dictadura de Videla señaló hasta la muerte a este joven militante de las Juventudes Peronistas. Y entonces, como en el final abrupto de un tango, le dejaron de ver. Su cuerpo, como el de muchos, se esfumó. Se perdió en aquella Argentina torturada mientras la familia cruzaba el charco hasta España con una maleta llena de fantasmas y recuerdos robados.

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"Todos los días intento que su lucha no caiga en el olvido", comenta a Fotogramas Juan Diego Botto a los pies del Gibralfaro, en medio de una Calle Alcazabilla de Málaga empapada por las lluvias de la noche anterior y abrasada de forma abrupta por un sol que da de lleno en los ojos almendrados y melancólicos de este actor que, desde que deslumbrara en los años 90 con películas como 'Historias del Kronen' o 'Martín (Hache)', no ha dejado de expandirse, ya fuera encima de un escenario clamando por la dignidad de un poeta desaparecido en 'Una noche sin luna'—su homenaje a Federico García Lorca que le valió el Fotogramas de Plata 2021 a Mejor Actor de Teatro—, reivindicando su vena más combativa y socialmente comprometida detrás de las cámaras situándose 'En los márgenes' —su ópera prima como director nominada a cinco Premios Goya— o haciendo incursiones en Hollywood de la mano de 'El escuadrón suicida' de James Gunn.

juan diego botto
Patricia J. Garcinuno//Getty Images

Abrazando de nuevo la comedia inconfundible de Borja Cobeaga, con el que ya había rubricado un aclamado tándem en la serie 'No me gusta conducir', Juan Diego Botto aterriza en el Festival de Málaga 2025 para presentar 'Los aitas', película de alma ochentera y corazón de road movie sobre la figura de los padres ausentes que cuenta la historia de cuatro tipos ajenos a sus responsabilidades familiares que, en el Bilbao de 1989, deberán viajar en autobús hasta Alemania para acompañar a sus hijas a una competición de gimnasia rítmica en plena caída del Muro de Berlín. Hablamos con él del futuro y la romantización del pasado, de los videoclubs y las plataformas de streaming, de los afectos y cuidados, de las masculinidades tóxicas y las mujeres que sujetan el mundo, y de los muros físicos y psicológicos que parecen levantarse de nuevo.

¿Te consideras una persona nostálgica?

No, creo que la nostalgia encierra siempre el peligro de la idealización de un pasado que no necesariamente siempre fue mejor y en muchas cosas fue claramente peor. Por otra parte, la nostalgia a veces niega la aceptación de lo inevitable, que es el paso del tiempo y es una cosa con la que hay que convivir. Simplemente, el tiempo avanza.

‘Los aitas’ respira mucho analógico: desde cintas VHS y videoclubs, pasando por un walkman o una cámara de fotos, hasta una vajilla Duralex… ¿Echas de menos esa época en la que todo era más material o crees que lo tenemos romantizado?

Inevitablemente, hay una romantización del pasado, pero siempre ocurre. Hay una cita de Borges que me gusta mucho: "Cuando queremos volver a un lugar en el que fuimos muy felices, normalmente no queremos volver a ese lugar sino a ese tiempo". Queremos volver a ese tiempo en el que teníamos 20 años. En realidad, lo que echas de menos es tener 20 años, que yo entiendo que molaba mucho. Dicho esto, es bonito ver en la película un montón de cosas que te recuerdan a tu infancia. Reconocer los videoclubs, buscar las películas, reconocer esas vajillas de Duralex, reconocer esos chándals imposibles, de colores imposibles, esos autobuses que echaban una cantidad de humo y gasolina sin aire acondicionado...

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BTEAM Pictures

¿Qué recuerdas de los videoclubs?

En mi infancia, para mí los videoclubs eran el futuro, porque nosotros tardamos mucho en tener un aparato de vídeo. Era como alcanzar un estatus económico, éramos alguien, ya teníamos un vídeo... Para mí fue un sueño poder ir a ese sitio donde tenías películas muy recientes de apenas dos o tres años. "¡Pero si esta película las estrenaron en cines hace dos años! ¿Y ya la tienen en el videoclub?", pensabas entonces. Y ahora, cuando pasan más de 3 meses del estreno, ya estás buscando la película en la plataforma de turno. "En alguna plataforma estará", piensas. A mí me parecía lo más poder pasear por esos pasillos llenos de películas que no había visto y poder llevármelas a casa. Era lo más próximo al futuro que yo me podía imaginar.

Habría que estar loco hoy para montar un videoclub...

El videoclub que cualquiera de nosotros tiene ahora en casa tiene muchísimas más películas. Cualquier plataforma tiene una cantidad ingente de películas y series que puedes ver. No hay forma competir. Y no tienes que desplazarte a ningún sitio, ni tienes que rebobinarlas ni devolverlas. Si yo soy un banco y me pides un crédito para montar un negocio que va a ser un éxito rotundo, te diría que le dieras una vuelta.

¿Cómo se lleva Juan Diego Botto con las plataformas de streaming?

Hay una parte positiva y es que, claramente, al ampliarse la oferta en España, ahora mismo se está generando mucho trabajo. La parte negativa para mí tiene que ver con la homogenización de las miradas. Ahora mismo, son prácticamente las plataformas quienes deciden qué películas se financian y qué películas no se financian, qué historias contamos y qué historias no contamos. Todas buscan más o menos películas que funcionen y éxitos comerciales. Muchas historias están cortadas bajo el mismo patrón, con los mismos parámetros, y tienen que pasar el filtro de las plataformas. Ahora mismo en España, si no existiera lo público, si no existiera RTVE, habría un montón de historias muy relevantes, muy interesantes y muy cercanas a nosotros que no podrían contarse.

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Patricia J. Garcinuno//Getty Images

'Los aitas' es la historia de cuatro padres que presumen de no ayudar mucho con sus hijas y de no pintar nada en casa, de aguantar, eso sí, borracheras. El mensaje que transmite la película es que, sin las mujeres, se paraliza todo.

En la película hay una mirada notablemente crítica hacia una paternidad ausente. La película sucede en 1989, es reconversión industrial, cierran altos hornos y un montón de de fábricas que unos pensaban que iban a estar ahí toda la vida y hay cuatro personajes que se quedan en paro. A la vez, está cayendo el muro de Berlín, el bloque soviético implosiona y estos cuatro padres tienen que llevar a sus hijas, sin esperárselo, a una competición de gimnasia rítmica en Berlín. Y en ese viaje, te das cuenta que son cuatro padres que no han ejercido nunca como padres. Son hombres que iban por la mañana a la fábrica, volvían, se acostaban para ir a trabajar al día siguiente y quizás los domingos, entre la partida en el bar y el partido de fútbol, hacían cuatro carantoñas a sus hijos. Es decir, no las conocen, no conocen a sus hijas, no sabe quiénes son. Y también es una época con unas masculinidades donde se asumía que el trabajo de cuidar de los hijos, de los cuidados, del afecto y de la maternidad era un espacio que pertenecía a la mujer. Uno no tenía que hacer nada, era un mundo femenino. En este viaje van a descubrir no solo que es bueno para las niñas que tengan un padre, sino que para ellos no perderse ese mundo de afecto y de conocer quiénes son sus hijas también a ellos les aporta mucho.

En esa enmienda que 'Los aitas' hace a esa paternidad más ausente, también hay una mirada tierna, empática y comprensiva hacia la figura paterna. No deja de ser una película que su director, Borja Cobeaga, dedica a su padre, que falleció en 2023...

Es una mirada que se que se ejerce con mucha ternura, con mucha comprensión, con el entendimiento de que heredaron un mundo donde las normas estaban muy marcadas. Y tienen la audacia de situarlo en un momento de quiebra total: el mundo exterior de ellos se tambalea, se cierran las fábricas, el bloque soviético implosiona... Las coordenadas que ellos tenían para entender el mundo desaparecen. Tienen mapas para ciudades que ya no existen y tienen que reaprender a vivir en un mundo nuevo.

¿Sigue habiendo mucho adulto irresponsable que se conforma solo con ayudar a las madres?

Hay una cosa curiosa y es que la película termina celebrando unos muros que se caen y unas puertas que se abren para transitar caminos hacia la mayor igualdad. Y se estrena en un momento donde hay quizás muros que se construyen y se celebran regresos a masculinidades tóxicas que celebran con orgullo que haya espacios públicos restringidos, acotados y exclusivos para hombres y mujeres. Hay un resurgir de esas miradas segregadoras de los roles de género que entiendo que es una reacción a los avances que se han producido.

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Hay un momento precioso entre los personajes de Laura Weissmahr y Mikel Losada en el que ella le dice: “No tenéis ni idea de lo que os estáis perdiendo. Esas niñas, vuestras hijas, harán sus vidas y lo que no encuentren en casa lo buscarán muy lejos de vosotros.” ¿Has tenido en algún momento de tu carrera esa sensación?

Sí, yo creo que todos en algún momento la hemos tenido. El mundo que habitamos, el sistema, está creado para favorecer el trabajo, no el afecto y los cuidados. Uno debe priorizar el trabajo porque es lo que te va a permitir tener los recursos para seguir adelante porque está bien visto avanzar en tu proyección pública. Según dónde lo plantees y cómo lo plantees pareces un idiota. Yo creo que todos en algún momento hemos pensado "me estoy perdiendo algo." Yo particularmente sí, ha habido momentos de "estoy aquí, debería estar en casa, debería estar viéndola crecer, debería estar pendiente de estas cosas y estoy a no sé cuántos kilómetros de distancia rodando esta película". Haces lo que puedes, intentas pactar cosas para poder estar más tiempo. Los que tenemos la inmensa suerte de poder escoger de vez en cuando rechazas trabajos para poder quedarte e intentas compaginarlo como puedes.

¿Qué legado has abrazado de tu padre, cómo convives con su recuerdo?

Mi historia en ese sentido es complicada. El 21 de marzo de 1977, en plena dictadura militar argentina, mi padre fue secuestrado y hecho desaparecer. No tuve la experiencia de crecer con él, con un padre como los personajes de la película. El legado de compromiso y de activismo, la voluntad de luchar por una democracia y por un mundo más justo, más igualitario, más equitativo es algo que he heredado de mi padre y su ejemplo es algo que llevo muy presente.

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Patricia J. Garcinuno//Getty Images

¿Cómo fue vivir la caída del Muro de Berlín “en directo”? ¿Revivir un hito histórico como aquel os interpelaba de alguna manera con el presente de hoy?

Debo decir que cuando rodamos la secuencia de la caída del muro de Berlín lo hicimos en la Facultad de Periodismo de Bilbao, con lo cual no tenía la potencia que uno puede imaginar cuando lo ve en la pantalla. Estábamos con un montón de extras que hicieron un trabajo extraordinario, pero que eran unos señores y unas señoras y unos muchachos y muchachas de Bilbao, que hicieron lo mejor que pudieron para reconstruir la caída del muro en Berlín. Eran las 3 de la mañana, estás cansado, un montón de figurantes, planos complicados... No pudimos empaparnos de ese entusiasmo. Lo que sí es verdad es que ninguno éramos ajenos a la reflexión de la película: el muro es un muro real que cae e implica un muro simbólico que cae en todos nosotros. Hay una serie de puertas que se abrieron en aquel momento y es muy difícil no pensar que hay puertas que se están cerrando en estos momentos. Es bastante fácil llegar a esa relación de espejos.

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Como tu personaje en la película, ¿has vivido algún viaje tan improvisado que no has tenido tiempo literalmente ni de echar los calzoncillos a la maleta?

Sí, fue un viaje improvisado a Londres con 15 o 16 años con mis amigos del instituto. Tuve que lavar calzoncillos en la ducha. Y un viaje largo en autobús, como el de la película, puede ser uno que hice de Madrid a París.

'Los aitas' convierte a un bocata de mortadela en el MacGuffin de la película. ¿Fuiste un niño de bocata?

¡Hombre! ¡De bocadillo de mortadela! Era era un tiempo donde el bocata lo era todo. Ese bocata envuelto en papel de aluminio... La palabra snack es una cosa que llegó mucho tiempo después. Cuando en el colegio te piden ahora llevar snacks para tus hijos es una cosa relativamente reciente. Lo que se llevaba era el bocata. Si querías alimentar a tus hijos era el bocata envuelto en papel albal. Y por supuesto la mortadela era omnipresente.

En una escena de 'Los aitas', el personaje de Iñaki Ardanaz grita: "¡El VHS es el futuro!" ¿Cómo ve Juan Diego Botto el futuro?

Yo creo que si algo tenemos claro hoy en día es que no sabemos a dónde va el futuro, que lo que hoy nos parecen certezas absolutas mañana no lo serán. En lo que se refiere a nuestra industria, hemos visto cómo ha cambiado muchísimo la forma de hacer cine, la forma de verlo, de producirlo... Las plataformas eran algo inimaginables hace 20 años y están aquí. Pero pensar que van a estar aquí para siempre también es ilusorio. No sabemos lo que nos va a deparar el futuro. Lo único que espero y confío es que tengamos el espacio en el que, entre todos, sepamos dotarnos de las formas de producir cine y de ver cine que permitan contar todas las historias que queremos contar de forma plural y diversa.

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Headshot of Javier Díaz-Salado

Se perdió una mañana de instituto para ver el final de ‘Perdidos’ y, aunque la leyenda cuenta que está en FOTOGRAMAS por sus tortillas de patata, la realidad es que lleva en la revista desde 2016 como “el chico de los vídeos”. Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, un día se cansó de vivir entre muggles y, antes de que ‘Cinema Paradiso’ y ‘El espíritu de la colmena’ despertaran su fascinación por el séptimo arte, decidió (no) crecer imaginando su infancia entre hobbits y jedis. Vive enamorado de Emma Watson y Michael Scott, y está convencido de que su cima en la vida ha sido, es y será decirle a Viggo Mortensen en un ascensor que todavía guarda una figura de acción de Aragorn.