A Elena Anaya (Palencia, 1975) le van los retos y los personajes complejos. A punto de cumplir 20 años en la profesión (“soy tan despistada con las cifras que creo que llevo dos años diciendo que llevo 20 trabajando”, dice entre risas), ha encadenado dos personajes complejos, ricos en matices, de los que no dejan indiferente. “Acabo de estar en el Festival de Venecia con un personaje durísimo”, cuenta sobre 'La Memoria del Agua', de Matías Bize, que cuenta la tragedia a la que se enfrenta un matrimonio que sufre una tremenda pérdida. “Creo que es el más duro que he hecho en mi vida. Y las circunstancias no fueron demasiado gratas: rodar en el invierno chileno, sola, haciendo la película más triste del mundo, y en un momento muy delicado, muy triste de mi vida... Me costaba la vida salir a flote cada día, las pasé canutas”, afirma.

El otro rol es el de Marina, una doctora que huyó de un pasado traumático y que, instalada en el Cabo de Gata, tropieza sus pasos con los del etarra que, a tiros, destrozó su infància, y su vida. Ocurre en ‘Lejos del mar’, nuevo trabajo de Imanol Uribe, recién estrenado en Sección Oficial fuera de concurso en el Festival de San Sebastián. Un film que, intuimos, levantará ampollas, algo a lo que Anaya no es ajena. “Sí, supongo que va a dar que hablar. No se me da bien anticipar lo que va a ocurrir, si lluvia, borrasca o anticiclón. No tengo ni idea de cómo reaccionará la gente. Por supuesto que es complicada y puede levantar asperezas, de un lado y de otro. Porque Imanol sienta frente a frente a dos personas profundamente dañadas, en este paraje desértico que casualmente está frente al mar, donde, alejados de todo y de todos, tratan de cerrar todo aquello que quedó abierto, tratan de poner en la mesa todo lo que quedó por hablar. Uno disparó y el otro recibió los disparos, pero hubo una energía que hizo que sus vidas y la de sus familias, cambiaran para siempre. Todo acto de violencia tiene consecuencias brutales para ambas partes, y aquí se muestra.”.

¿Teme las reacciones que pueda generar la película?

Yo soy alguien a quien un director llama, me dan un guión muy bien armado y con personajes muy potentes, pero acabada la película, la primera respuesta es la del director. Yo trabajo para él, él se ha imaginado que esa mujer de ficción, que no existe ni existirá nunca, tenga mis ojos, mi cuerpo y mi cara. Y mi misión es llenarla de alma, de pasado, y de todo lo que el director quiere contar. Imanol, como autor y cineasta, y gran conocedor del tema, está contento y orgulloso con el resultado de la película, que se ha rodado, montado y parece que se estrenará muy rápidamente, que tiene esa inmediatez y tanta necesidad de ser contada... Y una personalidad y una identidad tan clara.

¿Qué elementos del personaje de Marina le engancharon?

Siempre hablando como actriz e intentando entender al personaje, creo que tiene necesidad de expresar lo siente, el dolor, la frustración... Es una mujer entrenada para salvar vidas, y las salva todas menos la suya, porque el daño que tiene es muy grande, es incurable. Porque no ha hablado, ni con su madre, ni con su marido, ha corrido un tupido velo, se ha dedicado a estudiar, a formarse como un ratón de laboratorio, con un matrimonio que hace tiempo que parece acabado, y con un hijo maravilloso al que no tiene capacidad de amar como una madre. Para hacer lo que hace... es una mujer más rota de lo que aparenta, su daño es muy profundo. En el punto que narra la película, por fin puede sentir, darse cuenta de este dolor y expresarlo. Como contaba el otro día Imanol, a través de la historia y del arte, el hombre ha podido estudiar el recorrido del alma. Esta película es como una tragedia griega.

De esos personajes bombón...

Hombre, yo no podría ser Marina todo el rato (risas). Pero sí, es un personaje con unos matices, unas capas... muy apetecible, y también arriesgado. Me gustaba la idea de construirlo, de crear toda una vida: sabemos qué le pasó a los 8 años, pero había que dar forma a todo lo demás, a esos 30 años que han pasado.

Viendo ‘Lejos del mar’ me vino a la cabeza ‘La muerte y la doncella’.

Hablamos de ella al principio del proyecto, es un clásico. Es una historia que se ha contado más veces de otras maneras.

¿Sufrió tanto en el rodaje como en el de ‘La memoria del agua’?

Todo lo contrario. Nos fuimos todos al Cabo de Gata, y vivíamos todos juntos como en una pequeña urbanización, como si estuviéramos de campamento... Imanol es un tipo muy cariñoso, delicado, honesto, muy disfrutón. Y el equipo que llevaba es como él, es su familia, de los suyos... es triste cuando se convierten en contraequipo. Imanol es un director que sabe lo que quiere y todos le respetan y están con él. Los eléctricos, los de vestuario, todos nos parábamos a ver cómo amanecía... o con la puesta de sol... Hemos pasado varias semanas muy agradables, muy acompañados, hemos hecho risas, y trabajar así es una maravilla.

¿Cómo afrontó su trabajo con ese monstruo llamado Eduard Fernández?

Ya lo creo, es un super actor y es un lujo y un privilegio darle la réplica a este señor. Llevábamos 20 años pidiéndole al Cielo que nos pusiese juntos. Ya tuvimos una supersecuencia en 'La piel que habito' y algún momento en 'Alatriste'. Pero deseábamos algo como esto. Cuando Imanol nos llamó, nos juntamos, hablamos y empezamos a currar muchísimo juntos, sobre el guión, construyendo la relación de los personajes, hablando de nuestros miedos y nuestras dudas, y dejando en ellos un trozo de nuestro ser. Fue un trabajo muy bonito, disfrutado al máximo. Había días más difíciles y ahí estábamos para acompañarnos. Nos dejamos un poco la vida en esta película.

Pronto se cumplirán 20 años del estreno de ‘África’, su primer largometraje. ¿Cómo valora su trayectoria?

Soy muy exigente conmigo misma, y muchas veces llego a casa y pienso “hoy no, hoy no lo he hecho como quería”, y me retuerzo y me pongo supernerviosa. Eso me pasó por supuesto en este rodaje. Sigo intentándolo al máximo, preparándome, formándome, no tanto como quisiera, porque he tenido una época de mucho trabajo. Me gustaría parar un poco, desestresar mi cabeza: hay mucha presión, mucho estrés mental en la cabeza de los actores. Todo lo he hecho poquito a poco, con mucha fe y confianza, también un poco a ciegas, porque este es un camino un solitario y nadie te dice “haz esto o no hagas aquello”. Yo empecé muy joven, tomando decisiones, pensando qué quería hacer y qué no. He tenido una fortuna enorme, hay muchos actores talentosísimos y muy preparados que no trabajan. Y, cuando tienes tantos amigos esperando una llamada, tomas conciencia de la fortuna inmensa que he tenido. Hay que seguir preparándose, uno va creciendo, ya soy una señora (risas)... Pero soy muy práctica, miro el aquí y ahora, lo que hay y lo que no, mi futuro próximo... Miro 20 años atrás y sí, he sido muy feliz, me siento muy agradecida, y la trayectoria es bonita: estoy contenta con muchas películas que he hecho, he aprendido una barbaridad con todas, he tenido la suerte de trabajar en otros países, y toda esa experiencia es, al final, lo más importante: lo que te aporta tu trabajo, y a mí me hace estar más en contacto con la vida.

Anaya ha encadenado los rodajes de ‘La memoria del agua’, ‘Lejos del mar’, ‘Zipi y Zape y la Isla del Capitán’ y ‘The Infiltrator’, un thriller de Brad Furman que narra la historia real de dos agentes de aduanas que se infiltraron en la mafia y el blanqueo de dinero. Un film que protagonizan Diane Kruger y Bryan Cranston (el Walter White de ‘Breaking Bad’).

¿Cómo es Mr. White? ¿Y su experiencia en ese film?

Palabras mayores, querido. Es un dios, ese señor... un actor sublime, un deleite verle trabajar. Hemos visto todos lo buenísimo que es en pantalla, pero de cerca gana, es muy impresionante. El director se empeñó en que hiciera el papel, que era pequeñito, en un proyecto muy ambicioso, aunque hecho con muy poco dinero, con pocas semanas de rodaje y muchas unidades de cámara rodando al mismo tiempo, sin cortar... una locura absoluta. Faltaba tiempo y dinero por todas partes, y eso se nota. En algún momento me colapsé un poco, entré en pánico, soy una paranoica number one, pero el director estaba encantado con todo. Y fue una gozada ver trabajar a Bryan, a Diane Kruger que es una leona, y a John Leguizamo, que es maravilloso, un super actor. Una experiencia loca y muy divertida.