De Cannes a Locarno, o ahora San Sebastián. El frecuente paso festivalero de Marc Recha (L´Hospitalet de Llobregat, 1970) ha convertido a su (nada convencional) cine en una presencia de peso en cualquier programación de cualquier certamen cinematográfico de entidad. Y a nadie debería sorprenderle que su sencillez y sensibilidad conquisten, de un modo u otro, al jurado. “Yo sigo diciendo que un festival es un espacio fantástico para compartir experiencias”, explica. “No me interesa tanto la parte competitiva. Un festival es algo inclusivo, formativo, que te permite conocer a gente interesante. Cuando empecé a moverme por ellos, como era muy jovencito, lo último en lo que pensaba era en competir: te mezclabas con gente que admirabas, con maestros, y tenías el placer de compartir momentos con ellos... y también con los periodistas”, dice.
El cineasta catalán acude a Zinemaldia con su nuevo trabajo, quizás el más personal. ‘Un dia perfecte per volar’, o una mirada a la paternidad que Recha comparte con su propio hijo, Roc, que, durante el vuelo de una cometa en pleno Parc Natural del Garraf, entabla, a través de un cuento protagonizado por un gigante, un diálogo con una insòlita presencia (interpretada por Sergi López) que representa muchas cosas: “Es el amigo invisible y entrañable que todos hemos soñado tener, que transmite ternura y, a la vez, seguridad... Y se mezcla con la idea del gigante del cuento, puede ser la ausencia, el padre... es muchas cosas a la vez”. No es un film que se explique fácilmente, aunque sí haya nacido de forma sencilla. “Hace años que llevo en coche al cole a mi hijo, y cuando nos metemos en un atasco de tráfico le cuento cuentos. Por la noche no, a las 9 a dormir (risas), pero en esos trayectos sí aparecen estas historias sobre el gigante. Con el tiempo, Roc ha ido entrando en las historias, y participando en ellas, habla con los personajes, propone continuaciones...
Podemos decir que es una película insòlita, muy especial.
Sí. Se hizo desde la espontaneidad, totalmente fuera de la órbita industrial, con un grupo de gente que tenía ese hueco en la agenda. Y pivota alrededor de un eje central, un niño, mi hijo. Roc tenía 6 años y medio, y si no lo filmábamos ahora no lo podríamos hacer. Después la película ha ido creciendo: entró en una fase más industrial, con mucho trabajo de postproducción, de montaje... y creo que va a crecer aún más. Me recuerda en espíritu a cuando rodé ‘El Cielo sube’: un grupo de gente que nos unimos para hacerla en un momento complicado, sin estar dentro de la industria. Con ‘Un dia perfecte per volar’ ha cambiado que llevo muchos años rodando, y eso permite cierta tranquilidad, da mayor perspectiva y no tienes esa necesidad de la inmediatez por rodar que sí tienes cuando eres joven.
Es compleja de definir. ¿Podría intentarlo?
Es un trabajo de observación, una reflexión sobre la paternidad querida, en el sentido positivo y constructivo. Nada más. No es fácil hablar de ello. No hemos hecho más que filmar una cotidianidad vivida, o la vida íntima de alguien. El padre encarnado en el paisaje, en el personaje de Sergi, en mí mismo (Recha también aparece en el film) o en el gigante de los cuentos... De hecho, no dejamos de hablar de la morfología de los cuentos, de cómo se construyen...
¿Le costó que Roc se sintiera cómodo con una cámara grabándole?
A él le hacía gracia que los cuentos se los contara Sergi López: se conocen desde siempre, somos vecinos. Y en el proceso no había nada que convirtiera a Roc en actor, hacía lo mismo que hace en la vida real. ¿El guión que yo había escrito? Yo se lo explicava cada día, y había momentos en que Sergi aprovechaba para reconducirlo hacia otros lugares. Fue un trabajo de ida y vuelta, a nivel de flujo de aprendizaje. Sergi sólo pudo rodar dos días y medio, estaba trabajando en una película francesa, y se tiró a la piscina. Creo que la química entre Roc y Sergi, que tiene una capacidad bestial para crear empatía, hace que funcione la película...
El film es un canto de amor de un padre a un hijo, pero también a la naturaleza...
Nosotros filmamos lo que hacemos cada día: nos vamos a pasear por los viñedos, o cogemos la bici, o vamos a volar la cometa... para Roc ese es su paisaje, su territorio. Le he acostumbrado desde pequeño a ir por el bosque, a la playa... y tiene una percepción de la naturaleza agudizada. Va de aquí para allá, conoce plantas, animales. Todo eso tiene que ver con la curiosidad. Esa visión panteísta, o tayanínica, de la magia de las piedras, los árboles, forma parte de mi modo de ver las cosas, y es lo que transmites a tu hijo. Ya llegará a la preadolescencia, ya se rebelará (risas), pero ahora se siente muy bien.
Es su tercera película con Sergi López, un actor tan a contracorriente como usted.
Él podría estar haciendo cosas muy potentes, muy comerciales, y de vez en cuando las puede hacer. Pero sigue con su línea, y tiene su vida. Y esa es una forma de pensar que me parece muy coherente. Ir a contracorriente requiere un equilibrio difícil, porque también hay que pagar el alquiler. Pero al final se trata de opciones muy personales: hay gente que vive con el objetivo de llegar a la cima sea como sea, que es algo que aún no he acabado de entender, pero que respeto. Yo siempre he pensado que me gustan muchas otras cosas: comer, los vinos, pasear... hay cosas más importantes que el cine. Por suerte. A veces hay que recordar que no somos gente encerrada como un demiurgo en una cueva, torturados, pensando todo el día en nuestro próximo proyecto.
¿Le molesta cuando le llaman perro verde?
Normalmente ni me entero, estoy en mi mundo. Si eres coherente con lo que haces, si estás bien tú y los que te rodean, hay que hacer lo que te apetece. Quien disfrute estando en la cima, a quien eso le genere dosis de adrenalina... pues muy bien, fantástico. Otros encontramos placer en otras cosas, no pasa nada.
Usted empezó a jugar a hacer cine de niño. Y el film aboga por una línea educativa que no parece la predominante...
A los niños hay que fomentarles la curiosidad, y eso surge de la complicidad, y a su vez de la convivencia y la cotidianidad. Los niños deben tener un abanico amplio, se les debe enseñar todo lo que se pueda. Si fomentas eso, se comerán el mundo. En cuanto a lo de la educación... creo que la escuela debe de ser complementaria a lo que se enseña en casa. En casa, entre amigos, en el barrio, ahí está el punto de partida, la base. La curiosidad de la que hablamos.
Uno de sus últimos trabajos ha sido el spot de la coalición política Junts pel sí.
Fue un encargo, y siempre digo que un encargo es algo fantástico, uno de los momentos culminantes creativos más hermosos que existen. Ojalá me encargasen películas...
Quizás es que le consideran demasiado autor.
En cine suele pasar que te etiqueten. Yo me eduqué viendo cine de género, de pequeño, y siempre pienso que quizás algún día, cuando sea viejecito, pueda rodar género. Un western, una de aventuras, un thriller... lo que hacía en super 8 de niño. Llevo muchos años moviendo guiones de género y no hay manera: tengo siete proyectos que quizás no se rueden nunca. No hay problema. Los he parido, los he vivido, y me han hecho aprender mucho, como si los hubiese hecho realidad.
Entonces... ¡encargos a usted!
Los encargos son preciosos, un reto creativo, sean publicidad, televisión... y cumples como un buen amanuense. Uno tiene que verse como un artesano. Y así fue con el spot, como cuando rodé el de la CUP para las pasadas elecciones. Es un reto. Lo hice con la misma pasión que cualquier película.