¿De qué va? Virginia (Estados Unidos), años anteriores a la Guerra de Secesión. Una heroína afroamericana llamada Harriet Tubman (Cynthia Erivo) consigue liberarse de la esclavitud y pone en marcha un peligroso plan para salvar a otros como ella de la servidumbre a través de lo que se conoce como Ferrocaril Subterráneo, rutas y canales de casas secretos. Tubman fue una figura clave en la defensa de los derechos de las mujeres y del voto femenino.
¿Y qué tal? El 9 de marzo de 1913 fallecía a los 93 años de edad una de las figuras más emblemáticas en la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en los años previos y posteriores a la Guerra de Secesión Norteamericana. Tras huir de sus dueños esclavistas ella sola durante más de 150 kilómetros hasta llegar a la progresista Filadelfia, Harriet Tubman encadenó trece arriesgadas misiones en la que ayudó a liberar de la esclavitud a más de 150 personas afroamericanas. Hoy en día, sigue siendo una de las pocas mujeres que ha liderado un batallón durante un conflicto militar en Estados Unidos. Su vida es de película. Sin embargo, por increíble que parezca, esta 'Harriet' es la primera adaptación al cine de su poderosa historia. La sociedad norteamericana parece decidida a hacer justicia con esta figura histórica: durante los próximos meses el rostro de Tubman empezará a figurar en los billetes de 20 dólares. En la gran pantalla el homenaje ha quedado bastante más deslucido.
La bienintencionada (y ciertamente entretenida) película de Kasi Lemmons recuerda inevitablemente a la obra maestra que Steve McQueen estrenó en 2013: 'Doce años de esclavitud'. Mientras en el drama protagonizado por Chiwetel Ejiofor todo era clasicismo, trascendencia y exquisitez, en el biopic de Tubman la balanza cae del lado del efectismo, la naftalina y cierto aire televisivo, en el peor sentido de la palabra. La polémica 'El nacimiento de una nación' de Nate Parker también se enfangaba desde una perspectiva narrativa, pero al menos dejaba intuir que había un director con potencial detrás de las cámaras. 'Harriet' es una propuesta visualmente feísta con decisiones estéticas difícilmente justificables: los numerosos flashes que tiene la película (representando las visiones que decía tener Tubman) están rodados con una fotografía totalmente azul que recuerda al (avejentado) look de algunas películas de los primeros años del siglo XXI, con el 'Traffic' de Steven Soderbergh a la cabeza.
El guion del proyecto estuvo dando vueltas por los despachos de Hollywood durante años hasta que salió de un cajón hace un par de años. Quizás se debería haber quedado ahí. La película quiere abarcar tantos acontecimientos que al final todos ellos quedan deslavazados. Ni la huida es suficientemente épica ni su posteriormente activismo está contado con garra. Las misiones de Tubman están lastradas por las elipsis temporales y por su puesta en escena: falta urgencia y dramatismo en el retrato de los rescates de los esclavos. Con una trama tan ambiciosa, inevitable los personajes secundarios quedan relegados a meros accesorios funcionales. Janelle Monae y Leslie Odom Jr. hacen lo que pueden con lo poco que tienen y Joe Alwyn tiene un deslucido papel de villano que p palidece al recordar al terrible esclavista que Michael Fassbender interpretaba en la ganadora del Oscar a la mejor película de 2013. La comparación, aunque injusta, no es trivial: ambos comparten una violencia desmedida y una obsesión sentimental por la misma figura a la que les han enseñado a odiar.
Al final lo único que se salva de verdad en este decepcionante estreno en primicia del Festival de Toronto es la rotunda interpretación de Cynthia Erivo. Descubierta por los cinéfilos el año pasado con papeles secundarios en 'Malos tiempos en el Royale' y 'Viudas', Harriet Tubman era la perfecta carta de presentación para una actriz que había deslumbrado en las tablas de Broadway (y ganado el prestigioso premio Tony) con una versión del musical de 'El color púrpura' en la que se llevaba por delante a la mismísima Jennifer Hudson. La inglesa tiene el carisma, la mirada y la rebeldía que han hecho inmortal a Tubman. De poco le sirve: 'Harriet' es un ejercicio carente de emoción que solo vale la pena realmente por su valor informativo. Por suerte, para eso ya tenemos la Wikipedia.