¿De qué va? Theo Decker (Ansel Elgort) es un joven que sobrevive un ataque terrorista en Nueva York que termina con la vida de su madre. Tras el ataque acaba con la posesión de una carísima pieza de arte del Museo Metropolitano de Nueva York, un cuadro llamado 'Goldfinch' del artista Carel Fabritius. Tras la muerte de su madre se marcha a vivir con una adinerada pero compleja familia del Upper East Side. La obra de arte será la última conexión que tiene con su madre, pero también se convierte en un elemento que complica su trayecto de la adolescencia a la edad adulta.

¿Y qué tal? Todos los años pasa en Toronto. Es cuestión de días que aparezca en la programación una película que ha llegado al festival más por el pedigree de sus nombres propios delante o detrás de las cámaras o por su poderosa materia prima de partida. Si en anteriores ediciones en el TIFF se cayeron con todo el equipo títulos tan esperados como 'The Death and Life of John F. Donovan' de Xavier Dolan, 'Beautiful Boy' de Felix Van Groeningen o la aún inédita en nuestro país 'La guerra de las corrientes' de Alfonso Gómez Rejón, este año la primera baja oficial de la temporada de premios es 'El jilguero', la adaptación de la novela homónima ganadora de un premio Pulitzer y obra de Donna Tartt que llegará a los cines próximamente bajo la dirección de John Crowley (el prometedor director del estupendo drama romántico - migratorio 'Brooklyn') y con Ansel Elgort encabezando un reparto en el que también aparecen, sin mayor pena ni gloria, Nicole Kidman, Sarah Paulson, Jeffrey Wright o Finn Wolfhard. Ninguno de ellos tiene posibilidad alguna de brillar, pero la estrella de 'It' y 'Stranger Things' interpreta al mejor amigo ruso del protagonista en un fallo garrafal de casting. Por suerte para él, no es más que otro error más en la larga lista de cosas que han salido mal en la adaptación de un aclamado material original que, quizás, era inadaptable en una película.

Nicole Kidman en "El jilguero"
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Las más de mil páginas del libro original resultan una losa imposible de levantar para el guion de Peter Straughan. Durante sus dos horas y media de metraje (parecen aún más por el gélido ritmo de la historia) se suceden un batiburrillo de subtramas y tonos que imponen una distancia insalvable entre la narración y el espectador. La estructura no lineal, las elipsis temporales y los flashforwards vacíos solo ayudan a provocar confusión en una audiencia que, además, es incapaz de conectar con la historia de un niño que ve cómo su vida cambia para siempre con la muerte en un atentado de su madre. A pesar de la voz en off, nunca quedan claro cuáles son las verdaderas intenciones o cuál es el estado mental de su personaje protagonista, un joven perdido emocionalmente por culpa de todas las mentiras que ha construido a su alrededor para seguir adelante.

Nicole Kidman y Ansel Elgort en "El jilguero"
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Dependiendo de la escena, 'El jilguero' es un romance maldito, una historia de engaños y falsas apariencias en la línea de Patricia Highsmith, una reflexión sobre el trauma infantil, el arte y el terrorismo e, incluso, un thriller criminal en el que también espacio para unos mafiosos holandeses de poca monta. Su salto de géneros, tan ambicioso como fallido, crea una experiencia desconcertante que jamás es capaz de levantar el vuelo por muy bonitas que sean las imágenes creadas por el director de fotografía Roger Deakins. En algún momento del proyecto director y guionista fueron incapaces de capturar la esencia de una de las novelas más valoradas de los últimos años. Las intenciones eran las mejores. Los resultados, desgraciadamente, no lo son.