Existe una estirpe de cineastas, de Alain Resnais a Christopher Nolan, cuyo trabajo parece guiado por el impulso de complicarse la vida, de enredar lo que parece elemental para alcanzar una verdad profunda, incluso trascendente. Ese impulso, tan respetable como cualquier otro, funciona como el motor de ‘Lacci’ (que se traduciría como ‘Lazos’), la película del italiano Daniele Luchetti que tiene el honor de inaugurar la 77ª edición de la Mostra de Venecia.

El film, una adaptación de la novela homónima de 2014 de Domenico Starnone, se presenta como la crónica de la dolorosa ruptura matrimonial de Vanda (Alba Rohrwacher) y Aldo (Luigi Lo Cascio), cuyos dos hijos serán las víctimas inocentes de la conflictiva separación. Con el recuerdo fresco de la ‘Historia de un matrimonio’ que presentó en la Mostra el año pasado Noah Baumbach, ‘Lacci’ perfila el resquebrajamiento de la pareja protagonista transitando entre el punto de vista del marido y la mujer (a la manera de ‘Kramer contra Kramer’), y añadiendo al juego de perspectivas un violento empleo de la elipsis y el flashback. El resultado de este experimento narrativo termina dejando un sabor agridulce, dado que los logros del film –su apuesta modernista por la crónica impresionista, subrayada por una referencia explícita a ‘Suave es la noche’ de Scott Fitzgerald– contrastan con el escaso vigor emocional de la película.

Para intentar explicar el carácter contradictorio y puntualmente vivaz de ‘Lacci’, nada mejor que invocar la memoria de dos de los más grandes cineastas del desamor y la amargura existencial. Por un lado, Ingmar Bergman, a quien Luchetti parece homenajear en las escenas más discursivas de la película, escenas de carácter teatral que no terminan de encontrar una puesta en escena que enriquezca el texto. De hecho, a lo largo del film, este crítico se descubrió una y otra vez preguntándose: “¿cómo lo habría hecho John Cassavetes?”; seguramente, el director de ‘Shadows’ habría filmado ‘Lacci’ de un modo más abrupto, menos convencional, más fulgurante. Por otra parte, es posible encontrar en los desgarros temporales del film la sombra de Philippe Garrel, cuyo cine intimista y arrebatado es capaz de condensar toda la emoción de una vida en un gesto o en un corte de montaje. Luchetti intenta construir su fresco familiar con escenas-pinceladas hinchadas de intensidad emocional, pero esa apuesta por el dibujo sintético de personajes termina llevando la película hacia el territorio del clichés: el hombre infiel, ególatra y cobarde; la mujer trastocada por las responsabilidades familiares y el vacío cotidiano; los hijos traumatizados por la separación de los padres.

‘Lacci’ no carece de gestos y momentos memorables: la caricia cómplice de un padre que se reencuentra con su hijo después de años de separación, o el sobrio y resignado monólogo de una mujer mayor que pasa cuenta a un pasado de amargura (una escena que no habría desentonado en ’45 años’ de Andrew Haigh). Además, el film cuenta con la baza impagable de los ojos menudos y la palidez quebradiza de la actriz Alba Rohrwacher, que aquí juega a emular a Gena Rowlands en la piel de una acongojada madre coraje, un rol que ya asumió en las notables ‘El país de las maravillas’ de su hermana Alice Rohrwacher y ‘Hungry Hearts’ de Saverio Costanzo. Sin embargo, la reflexión que plantea Luchetti sobre la naturaleza pasajera de las cosas y sobre la melancolía inherente al transcurso del tiempo nunca termina de encontrar un norte, dejando en el espectador la impresión de haber visto la sombra del film desgarrador que podría haber sido: una continuación imaginaria, en caída libre, de la odisea de Jesse y Celine tras sus problemas matrimoniales en ‘Antes de la medianoche’ de Richard Linklater.

poster de lacci
Gallery Stock
Headshot of Manu Yáñez

Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.