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Film paradójico como pocos, ‘Pieces of a Woman’, la nueva película del director húngaro Kornél Mundruczó (autor de ‘Jupiter’s Moon’ y ‘White God’), es un verdadero campo de batalla fílmico. En sus imágenes se confrontan dos modelos cinematográficos casi antitéticos. Por un lado, estamos ante la obra de un cineasta manierista que maneja a sus personajes como si fuesen los títeres de un juego de escena de tintes sádicos: su visión del mundo aparece vampirizada por el sufrimiento y la crueldad, fuerzas que el director traslada a su tensa relación con el espectador. Sin embargo, en paralelo a su interpretación fustigante del cine y a su visión nihilista de la vida, Mundruczó deja florecer, en los recodos más resplandecientes de su nuevo film, una cierta voluntad de comprensión de las razones de sus personajes. No se trata simplemente de una fe en la posibilidad de redención, pese a que ‘Pieces of a Woman’, que cuenta con Martin Scorsese entre sus productores ejecutivos, se asienta sobre un imaginario cristiano que hace del viacrucis su razón de ser. No, me refiero aquí a la voluntad del director de atender a los argumentos que permiten comprender la conducta aparentemente mezquina de los personajes. Cabría preguntarse si este impulso de tintes humanistas nace de la mirada del cineasta o de la pluma de la guionista y también dramaturga Kata Wéber, pero, sea como sea, ese halo de luz hace de ‘Pieces of a Woman’ una película que, pese a sus excesos, merece ser observada con interés.
Planteada como la crónica otoñal-invernal de la difícil odisea de una pareja que intenta sobrellevar un trágico suceso (cuánto menos sepa el espectador, más disfrutará el film), ‘Pieces of a Woman’ estudia a sus personajes (encarnados por Shia LaBeouf y Vanessa Kirby, vista en ‘The Queen’ y ‘Misión Imposible: Fallout’) desde una distancia glacial, con la cámara convertida en un bisturí afilado que disecciona el tiempo y el espacio en diáfanos planos generales o en imponentes planos secuencia en los que el desprecio y el afecto se coreografían con extrema precisión. Estamos ante la obra de un esteta que parece adorar el legado de Stanley Kubrick, en particular el de ‘Eyes Wide Shut’, y del dramaturgo August Strindberg, padre del “teatro de la crueldad”. De hecho, la secuencia más poderosa de la película, en la que una fantástica Kirby y una todavía más deslumbrante Ellen Burstyn batallan a golpe de crudas-verdades-monologadas, trae a la mente aquel festín de bilis que era ‘Agosto’, la película de John Wells basada en la obra teatral de Tracy Letts, otro aprendiz de Strindberg. En el tremebundo tête à tête entre Kirby y Burstyn (a quién no extrañaría ver nominada al Oscar a la Mejor Actriz Secundaria), la película alcanza su cumbre explosivo-reflexiva: las puñaladas verbales conmocionan a los personajes y cercenan sus conciencias, pero también nos ayudan a entender la hondura del vínculo entre madre e hija.
Más allá de su estructura de diario aciago pero esperanzado, y de su refinada estética indie, ‘Pieces of a Woman’ intenta cimentar su discurso sobre dos endebles metáforas. Por un lado, están los puentes que ayuda a construir el personaje de Labeouf (un obrero que introduce en la película la cuestión de clase) y los “puentes” relacionales que se van resquebrajando por el peso insostenible del drama. Y luego están las manzanas que consume compulsivamente el personaje de Kirby y que, en sus pequeñas semillas oscuras, esconden la posibilidad de un renacer. Un evidente juego alegórico que, en su debilidad, contrasta con un provechoso y subversivo acercamiento a los roles de género: aquí es la mujer (Kirby) quién, frente al drama maternal, sabe mantener la compostura, mientras LaBeouf se entrega a otro de sus ejercicios de inmolación actoral, forzando el derrumbamiento de su personaje con un histrionismo demasiado conocido como para parecer genuino.
Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.
Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros.
En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.