En un pasaje revelador de ‘Mainstream’, la nueva película de Gia Coppola (nieta de Francis Ford Coppola), la protagonista, una joven camarera con aspiraciones artísticas llamada Frankie (Maya Hawke, hija de Ethan Hawke y Uma Thurman), se define a sí misma como “una chica chapada a la antigua en un mundo muy moderno”. Más allá de que esta definición pueda contener el autorretrato de Gia Coppola, la frase pone en juego una de las claves conceptuales de la película: la idea de retratar la realidad contemporánea utilizando modelos pretéritos. Así, la cineasta propone una disección crítica del actual circo audiovisual –donde los predicadores de antaño han sido sustituidos por youtubers e influencers– aferrándose a referentes cinematográficos que van desde el crepúsculo del cine clásico americano (la funesta odisea del vagabundo convertido en estrella mediática en ‘Un rostro en la multitud’ de Elia Kazan) hasta el cine popular de la década de 1980, con los inolvidables y esquemáticos triángulos amorosos de las teen movies de John Hughes, con la chica angelical situada entre el atractivo malote de turno y el chaval sensible e inseguro. Hay lugar incluso para un guiño al cine del abuelo Coppola en un zoom desde la lejanía que remite al arranque de ‘La conversación’.

La idea de destapar aquello tradicional que se esconde detrás de lo novedoso no está jugada únicamente en el apartado referencial de ‘Mainstream’, sino que también se extiende por la trama, que retrata el ascenso de Frankie a las alturas mediáticas como autora de unos subversivos vídeos-virales que protagoniza un misterioso joven que se hace llamar No One Special (Nadie Especial), un Andrew Garfield pasadísimo de vueltas que merodea por un Los Ángeles igual de desolado que el de ‘Lo que esconde Silver Lake’. En un principio, la sensibilidad millennial-digital de Frankie la lleva a conectar con un público joven que encuentra en la rebeldía de No One Special una expresión de su desconfianza en los valores de la sociedad de consumo. Sin embargo, cuando Frankie pone sus ilusiones en manos de un agente de influencers (Jason Schwartzman en la piel de un Mefistófeles al servicio de la industria del entertainment), los videos de factura casera pasan a convertirse en extravagantes shows televisivos –cada vez menos satíricos y más ofensivos– con una producción tradicional, incluida una gran sala de edición desde la que se monitoriza el potencial comercial de cada frase y movimiento de No One Special. ‘Mainstream’, como lo fue ‘Reality Bites’ en la década de 1990, es la historia de un sueño pisoteado por los intereses mercantiles y por el cinismo de los poderosos, sean viejos mandamases o nuevos chicos-prodigio. Una historia de auge y caída donde la comedia más atolondrada (en la línea del David O. Russell de ‘Extrañas coincidencias’, cuyo título original era ‘I © Huckabees’) se da la mano con el drama sociopolítico más incendiario, que remite a la seminal ‘Network, un mundo implacable’ de Sidney Lumet.

Por último, cabe apuntar que el interés de ‘Mainstream’ pasa tanto por su denuncia del populismo e hipocresía que envenenan el actual universo mediático como por su incursión en el kitsch digital que vertebra la gramática visual del siglo XXI. Gia Coppola no pierde ocasión para empañar la pantalla con emoticonos fosforescentes, efectos de montaje ridiculizantes y glitches por doquier. Aquellos que alguna vez gozaron de los vídeos de la serie ‘Go Ibiza Go!’ de Los Pioneros del XXI (Carlo Padial, Carlos de Diego y Dídac Alcaraz) pueden empezar a imaginar la estrategia elegida por la pequeña de los Coppola, aunque el acercamiento de la joven cineasta a los materiales de derribo de la era digital nunca deja de tener un punto cool y arty. A la postre, es la capacidad que demuestra ‘Mainstream’ para hibridar lo viejo y lo nuevo, los referentes cinéfilos nobles y una estética trash, lo que convierte la película en un laboratorio a pequeña escala del seísmo estético-cultural de nuestro tiempo.

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Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.