Filmada a lo largo de tres años en las fronteras de Irak, Kurdistán, Siria y el Líbano, ‘Notturno’, el nuevo film del italiano Gianfranco Rosi, se sitúa en un punto intermedio entre el distanciamiento y la cercanía para retratar el drama persistente de un pueblo azotado por una inestabilidad geopolítica que parece no tener fin.

Ganador del León de Oro de Venecia por ‘Sacro GRA’ y del Oso de Oro de Berlín por ‘Fuego en el mar’, Rosi figura en el panorama del cine contemporáneo como el más ilustre practicante del documental observacional. Alérgico a la idea de filmar entrevistas con los protagonistas de sus películas, Rosi aspira a confirmarse como el heredero de la estirpe de documentalistas que tendrían como modelo la obra de Robert Flaherty, algo que resulta más evidente que nunca en ‘Notturno’, donde el recuerdo de ‘Louisiana Story’ reverbera con fuerza en unas escenas en las que un cazador recorre unas marismas subido en un pequeño bote mientras, en el fondo, arden unos pozos de petróleo.

El fórmula del cine de Rosi tiene pocas grietas. Su capacidad para colaborar de manera provechosa con sus protagonistas le permite conquistar un intimismo sobrecogedor. En ‘Notturno’, vemos a unas mujeres paseando por las ruinas de una antigua base de Estado Islámico invocando la memoria de sus hijos asesinados allí (una secuencia de marcado carácter lorquiano); luego convivimos con un escuadrón de mujeres que luchan, fusil en mano, contra la barbarie fundamentalista; y más adelante asistimos a unas sesiones de terapia psicológico-pedagógica en las que unos niños comparten con su maestra los traumáticos recuerdos de su vida bajo la cruel tutela del ISIS.

Como ya ocurría en ‘Fuego en el mar’, la figura de los niños y niñas cobra una importancia capital en ‘Notturno’, una película que intenta actualizar la memoria del Neorrealismo italiano. Es a través del drama de estos infantes, y sobre todo a través de unos dibujos donde los pequeños evocan con gran crudeza los horrores cometidos por Estado Islámico, que la película alcanza su cenit emocional. Por desgracia, no contento con capturar la fuerza representacional de estas ilustraciones, Rosi, experto en cruzar la frontera de lo impúdico (hay que recordar las escenas de los cadáveres de inmigrantes de ‘Fuego en el mar’), se excede al invitar a un niño tartamudo a describir ante la cámara los horrores reflejados en su dibujo. Lejos queda la delicadeza con la que la brasileña Ana Vaz empleaba dibujos de niños para denunciar el genocidio indígena en el sensacional cortometraje ‘Apiyemiyekî?’, ganador del Gran Premio del pasado Festival Punto de Vista de Pamplona.

Es ‘Notturno’ una película sobre una guerra invisible pero demoledora. Rosi no llega a filmar ninguna escena de batalla, pero las heridas dejadas por la guerra resuenan en todos los rincones, tanto dentro como fuera del plano: en las edificaciones derruidas, en los relatos de los niños y niñas, en unos escalofriantes mensajes de Whatsapp enviados por una mujer aprisionada por Estado Islámico, en los disparos de metralletas que se escuchan a lo lejos, fuera de campo. La cámara de Rosi muestra la destrucción de un universo social que exhibe con estoica desesperación sus cicatrices y su absoluto desmembramiento. El trabajo infantil campa a sus anchas, mientras los hombres y mujeres que han sobrevivido al terror sobrellevan su drama con resignación; ni siquiera hay lugar para la rabia. Y, pese a todo, hay pequeños signos de esperanza: en una casa en que los niños y niñas hacen sus deberes tumbados en el suelo, en condiciones adversas pero suficientes; o en una representación teatral montada por el terapeuta de un sanatorio mental, donde el arte reivindica su condición política. Así, en los monólogos dolientes de los pacientes del sanatorio –que hablan de los sueños malogrados de aquella primavera árabe cuyos logros fueron masacrados por el fanatismo religioso–, ‘Notturno’ termina de evidenciar un discurso afianzado en la capacidad de observación y en los excesos demostrativos de Rosi.

poster notturno
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Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.