- Oscars 2022: quiniela de favoritas a Mejor Película.
- Crítica de 'Madres paralelas' de Pedro Almodóvar
- Crítica de 'The power of the dog' de Jane Campion
- Crítica de 'The card counter' de Paul Schrader'
A lo largo de su laureada trayectoria, el cineasta chileno Pablo Larraín se ha sumergido en varias ocasiones en las escurridizas aguas de la mitología popular del siglo XX, acercándose a figuras históricas de renombre con la intención de diseccionar los imaginarios sociopolíticos de diferentes épocas y naciones. En ‘Neruda’ (2016), el autor de ‘El club’ utilizó la figura del célebre premio Nobel para ahondar en el laberinto identitario de la nación chilena, mientras que ‘Jackie’ (también de 2016) permitió a Larraín estudiar el mito de Jackie Kennedy (a la que dio vida Natalie Portman) bajo un prisma contemporáneo, desde la cual la primera dama estadounidense emergía como una mártir de su tiempo y de su condición femenina. En su nuevo film, titulado ‘Spencer’, Larraín repite la jugada de ‘Jackie’, acercándose en esta ocasión a la figura de Diana de Gales desde una perspectiva tangencial y caleidoscópica.
Liberándose de un compromiso puro con la realidad del personaje de Lady Di –‘Spencer’ se abre con un rótulo que describe el film como “Una fábula sobre una tragedia real”–, Larraín propone un abordaje poliédrico a la conocida como “La princesa del pueblo”. Concentrando su relato en torno a las vacaciones navideñas de la familia real británica (aproximadamente 10 años después de la llegada de Diana al clan), el director de ‘Ema’ exprime su virtuosismo escénico y audiovisual para dar movimiento y color a un guion, escrito por el inglés Steven Knight (‘Peacky Blinders’), que va desgranando las múltiples caras de la malograda princesa. Así, en ‘Spencer’, el espectador descubrirá a Lady Diana como una madre cariñosa, una amiga fiel y una valerosa luchadora en pos de su independencia, pero también como una mujer al borde de la locura, presa de la angustia al no poder escapar de la jaula de oro en la que se cobija la familia real. En un primer momento, parece que Larraín va a dejarse llevar por sus instintos más salvajes y morbosos, cuando muestra a Lady Di limpiando la mancha que ha dejado uno de sus vómitos anoréxicos sobre la solapa de su americana; sin embargo, ‘Spencer’ deambula, de un modo casi pudoroso, por la realidad íntima de la princesa, que no consigue encontrar a interlocutores comprensivos más allá de una apocada asistenta personal (Sally Hawkins) y del chef real (magnífico Sean Harris).
Redundante a nivel narrativo, lo mejor de ‘Spencer’ aflora cuando Larraín da rienda suelta a su inventiva visual, que parece adoptar como modelo el trabajo de Stanley Kubrick en películas como ‘El resplandor’ y ‘Barry Lyndon’. Así, el director de ‘No’ ilumina con velas varias escenas nocturnas, persigue a Diana por los largos pasillos de la casa real con inquietantes travellings de seguimiento (frontales y traseros), y emplea grandes angulares para acentuar el extrañamiento de una escena en la que la princesa expresa su sed de libertad bailando por las estancias de la mansión. En todo caso, todo este despliegue esteticista, que llega acompañado por una magnética y muy jazzera banda sonora compuesta por Johnny Greenwood, no tendría sentido alguno sin la presencia de Kirsten Stewart en la piel de Diana. Una elección de casting que se revela como un triunfo casi completo, en cuanto que el artificioso estilo actoral de Stewart le permite a Larraín dotar de nuevas capas al personaje. Ocurre con la actriz estadounidense –maestra del mohín histriónico y la pose afectada– que uno tiene siempre la sensación de estar ante un constructo, una imagen increíblemente codificada que la propia intérprete maneja a placer. Y algo parecido ocurre con el personaje de Diana en ‘Spencer’: más allá de su congoja existencial, demuestra una autoconsciencia absoluta a la hora de jugar en público con su imagen de mujer inocente, mientras que, de puertas a dentro, puede ser calculadoramente confrontacional, o incluso vulgar (Knight pone unos cuantos “fuck” en su boca).
En la película ‘Personal Shopper’ (2016), del francés Olivier Assayas, Stewart dio vida a una joven que, absorbida por la superficialidad de un mundo del privilegio, era asediada por el fantasma de su hermano. De forma parecida, en ‘Spencer’, vemos a Lady Di aprisionada por el mundo de oropel de la realeza y perseguida por el fantasma de Ana Bolena, la reina decapitada con la que Diana se identifica en su camino al martirologio. Así es como Stewart y Larraín convierten a Diana Spencer en una mujer que, en su lucha desesperada por huir de la tradición y conquistar una libertad personal, traza un necesario camino de empoderamiento que resuena con fuerza en nuestra realidad actual.