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El Teatro Barceló se vino abajo (o arriba) para recibir a Belén Rueda, encargada de entregar el premio a su 'querido Resi'. "Hemos visto crecer a nuestros hijos en la ficción y han crecido los de verdad. Muchas veces pasamos rodando más que en nuestra propia casa, y formamos una familia", dijo. "Él era el encargado de marcar el tono del proyecto", le agradeció.
Tras un emotivo y divertido vídeo que recorría toda su carrera, el actor subió al escenario. "El vídeo es precioso, pero si no hubiera hecho tantas películas con esa gente estupenda, no sería tan bonito", admitió. "Empezamos en 1979 (año en que se estrenó 'Opera prima'. He trabajado con gente maravillosa, y sin ellos los demás no somos nada. Somos un equipo, este es un oficio en el que nos llevamos todos bien., Luchamos para que salgan as cosas bien, o al menos lo intentamos". Terminó gritando "¡Viva el cine español, y viva yo!" entre los aplausos del público.
Él no lo sabía entonces, pero el encuentro de Antonio Fernández Resines (Torrelavega, 1954) con Fernando Trueba, Óscar Ladoire y Carlos Boyero, sus compañeros inseparables en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, iba a darle un giro insospechado a su futuro. Con ellos creó la autocalificada Escuela de Yucatán, que tomaba su nombre del bar en el que pasaban las horas muertas soñando con el cine.
"Nos encontramos porque queríamos hacer películas, pero lo que nos unió después fueron las cañas y las risas, sobre todo las risas", recordaba en sus memorias, 'Pa’ habernos matao' (ed. Aguilar, 2017). De chiripa acabó debutando como actor en los primeros cortos que rodaron juntos, y de ahí a protagonizar 'Ópera prima' (1980), su primer largometraje juntos, uno de los títulos capitales que dio paso a la renovación de nuestro cine en democracia y les abrió a ellos las puertas de la industria.
"Lo asombroso es que con este aspecto haya llegado adonde estoy, pero la verdad es que no me ha costado demasiado", asegura sin falsa modestia. El Fotogramas de Plata de Honor, que recibirá el próximo 26 de febrero, reconoce esa trayectoria. En la distancia corta, y aunque rechaza cualquier parecido con sus personajes, tiene mucho en común con ese tipo corriente que se enfrenta al día a día entre sorprendido y socarrón, su seña de identidad en la pantalla.
¿Qué papel ha jugado el azar en su vida?
Ha sido esencial. Nadie podía haber previsto lo que me ha pasado. Yo apuntaba maneras hacia algún campo próximo a lo que hago ahora, pero nada más. La interpretación me quedaba lejanísima. De no ser por la repercusión de 'Ópera prima' a lo mejor habría acabado Derecho, aunque no creo, porque no me gustaba nada. Lo más seguro es que estuviera en el cine o la televisión, pero no sé de qué.
¿Se ha arrepentido alguna vez de ese golpe de fortuna?
Nunca. He tenido, además, la gran suerte de que en el trabajo no he pasado por momentos malos, malos de verdad. La gran tragedia de este oficio, porque esto es un oficio a pesar de que pueda olvidarse a veces, es que el 85 por ciento de los actores gana menos de seis mil euros al año. Eso es algo con lo que no me ha tocado lidiar. Nunca he tenido una vocación fuerte, así que si ese hubiera sido mi caso lo más probable es que lo hubiera dejado. Me habría visto obligado a buscarme otro modo de subsistir.
Se inició en el cine con gente de su edad, ¿qué sintió cuando empezaron a llamarle cineastas ya asentados, de otras generaciones, como Mario Camus para La colmena (1982)?
Supuso un salto en mi carrera. Yo había hecho aún muy poquitas cosas cuando contó conmigo, y me dio una gran alegría porque nadie influyó en su decisión. Es probable que me hubiera visto en algún personaje suelto que le hizo gracia. A lo mejor, también pesó que éramos cántabros los dos. No mucho más. Pepe ‘El astilla’, mi personaje, era un buen papel, a lo que se sumó que Rafael Alonso, como ‘La fotógrafa’, era el protagonista de mis escenas, y él era un actorazo de primerísimo nivel. Si Rafael no hubiera estado muy bien, yo no existo. 'La colmena' es una de las obras cumbres del cine español, y cuando me veo en ese reparto en el que están todos, todos, no me lo acabo de creer.
¿Qué ve al echar la vista atrás y encontrarse con el centenar largo de películas y esa cantidad ingente de horas de televisión de su filmografía?
Lo primero, que he trabajado muchísimo. Tengo un currículum apabullante, como pocos. De lo que he hecho hay unas diez cosas que están objetivamente bien. Cualquiera que no me conozca y las vea dirá: "Esta película está bien. Esta serie está bien". Estoy contento.
¿Ha habido más alegrías que amarguras?
Alegrías al 99 por ciento. Bueno, al 90 por ciento, no exageremos (risas). Entre los disgustos, que no fueron bien películas que creía que iban a funcionar; algo que es muy bueno que ocurra para asegurar la continuidad en el trabajo y favorecer la inversión en esta industria. En cuanto a satisfacciones, no hay mayor felicidad que entrar sin que te vea nadie a una sala llena en la que ponen una película tuya, y sentir la risa de la gente. Vivirlo en directo, sin que te miren ni sepan que estás ahí, y que no lo hagan por obligación, como en un estreno. ¡Eso es acojonante!
¿Qué ha aprendido de la profesión?
Todo, porque yo no tenía ni la menor idea de cómo iba esto, pero he rodado mucho, y con gente muy buena. Contaba con la ventaja técnica, que no tenían otros, de que sabía cómo se hacía cine y televisión, porque era lo que había estudiado. No fue el caso cuando me subí a las tablas. No se me olvidará el primer ensayo que hice de 'Miles Gloriosus', en el Teatro Romano de Mérida. Salí al escenario, me equivoqué y volví a entrar otra vez a cajas. Escuché entonces un grito desgarrador de José Luis Alonso de Santos, el director: "¡No! Aunque se muera tu madre, tú tienes que seguir. Esto no es cine, aquí no se repite".
Ha interpretado drama, thriller, ciencia ficción y hasta personajes de época, pero se le recuerda sobre todo por sus comedias.
Sí. No solo los mayores, también los jóvenes, que me siguen viendo en las reposiciones de 'Los Serrano'. No me importa en absoluto que me pongan la etiqueta: ‘Buen actor de comedia’.
No veo en su filmografía papeles de canalla.
No me gustan. He hecho al menos uno. Un malo integral. Utrilla, el policía de 'Celda 211' (por el que fue nominado al Goya como Actor de Reparto), un torturador que provocaba el aborto de una mujer al darle un porrazo.
¿Cuánto hay del auténtico Antonio Fernández Resines en los tipos que interpreta?
No me parezco nada a ellos. Lo que pasa es que los encarno yo, que es algo distinto. Muchos de ellos son esa clase de personas que conozco y con las que estoy más o menos familiarizado. Soy un señor normal, sin muchas vueltas, tal y como me ves. Como todo el mundo. No tengo nada especial. ¿Podría interpretar un personaje histórico? Sí, pero no se lo iba a creer nadie.
¿Cuándo se ha sentido mejor reflejado en la pantalla?
En la mezcla de Rafael Müller, el director de orquesta de la serie 'Sentimos las molestias', un profesional que ya ve venir el final, y el protagonista de 'Serrines, madera de actor', la serie que estrenaré este 2024, sobre un astro popular por participar en una serie llamada 'Los tocino', que ve lo mismo que Müller, pero tiene aún ganas de pelear por conseguir algo tan absurdo y poco real como es el prestigio.
¿Cómo encara el futuro?
Con optimismo. Yo sigo trabajando. Tengo pendientes de estreno la comedia 'Matusalén' y la comedia dramática 'Verano en diciembre', y este año voy a rodar otras tres películas más como protagonista. La primera, 'Ap6', lo próximo del director Daniel Calparsoro, la trepidante historia de un atasco en la carretera A6, provocado por una tormenta de nieve. Haré también los cameos de uno o dos días que me puedan salir.
¿Cree que ha recibido el reconocimiento que merece?
Tengo el Goya que gané por 'La buena estrella', la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, un Ondas, tres Fotogramas de Plata y ahora el Fotogramas de Plata de Honor. Sí, me siento reconocido.
Tres décadas dedicado a informar de cine, mi pasión. La imagen en movimiento fue la última de las Bellas Artes en surgir, la séptima, pero fue la primera que nació con la vocación maravillosa de ser disfrutada de modo mayoritario y en igualdad. Gente como John Ford, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, François Truffaut, García Berlanga, Vittorio de Sica o Steven Spielberg, maestros de la imagen y, por encima de todo, grandes narradores, lo comprendieron e hicieron películas para todos. He tenido la fortuna de poder contarlo en Fotogramas, Onda Cero y El Mundo, entre otros medios; y en libros como 'Hollywood al desnudo' y 'Crónica negra de Hollywood'. Miembro de la Academia de Cine (desde 2006).