Alejandro González Iñárritu (Ciudad de México, 1963) puede hacer historia: el 28 de febrero, el mexicano puede convertirse en el 20º director con más de un premio de la Academa la Mejor Dirección o, y eso se dice pronto, el tercero en ganar dos seguidos. El film por el que puede conseguir esta hazaña es 'El renacido', una salvajada de proyecto que ya ha triunfado en los Globos de Oro y atesora 12 nominaciones a los 88º Oscar. Nada mal para la historia real de Hugh Glass, un trampero que resistió lo inimaginable para llevar a cabo su propósito. Como Iñárritu, aunque él, además de osos y estepas heladas, ha hecho frente a presupuestos sobrepasados y a un rodaje infernal.

EN TIERRAS SALVAJES

"Me gustó la anécdota", recuerda Iñárritu sobre el origen del proyecto en su encuentro con FOTOGRAMAS. "Le vi posibilidades", dice de una vivencia, la de Hugh Glass, que ya fue llevada al cine en 1971 por Richard C. Sarafian ('El hombre de una tierra salvaje', con Richard Harris). Esta nueva versión parte de la novela homónima de Michael Punke, aunque Iñárritu cuenta que fue él quien dio la forma final al guión de Mark L. Smith ('Habitación sin salida'). "Cuando me llegó la primera versión", recuerda, "me interesé por el período que retrataba. Me sorprendió lo relevante que resulta aún hoy. Marca el nacimiento del capitalismo tal y como lo entendemos ahora, y dice mucho de cómo nos relacionamos con la naturaleza y nuestros semejantes."

Uno de estos focos de interés es, cuenta, "filmar a merced de los elementos. No sé por qué, pero me atraía muchísimo rodar en medio de la nada", dice de un rodaje que se ha desarrollado durante dos años entre Canadá, Estados Unidos y la Tierra del Fuego argentina. Lo que sucedió en ese set forma ya parte de la mitología del Nuevo Hollywood. Se habla de productores expulsados a media toma, presupuestos que tenían que reformularse cada noche, localizaciones remotas descartadas justo cuando todo el equipo llegaba a ellas... o acaloradísimas discusiones de Tom Hardy, integrante de un reparto que cuenta con Domhnall Gleeson, Will Poulter o Lukas Haass, con un Iñárritu megalómano cegado por el brillo de su reciente victoria en los Oscar. "Como director, la mayoría de las veces eres el dios de tu propia creación, pero en ocasiones te sientes como la criatura, y esta ha sido una de ellas", cuenta el director. "Me sentí, literalmente, como sobreviviendo a mi propia creación, porque todo cambiaba y todo era provisional. A la naturaleza le importan un pimiento tus planes de rodaje, así que lo que toca es adaptarse e intentar superarlo. Nos jugábamos mucho."

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Hardy las tuvo con Iñárritu

DOBLEMENTE HERIDO

Además del reto de rodar en semejantes condiciones y espacios, Iñárritu perseguía algo más: "Siempre sentí que, para combinar la intimidad del retrato del personaje y la épica de la historia, era imprescindible enfrentar a Glass con escenarios majestuosos. Quería que representaran su estado emocional, dice de unas localizaciones cuya búsqueda llevo tres años. Los paisajes le amenazan, le refugian, lo matan. Es el hombre contra la Naturaleza, pero esta no se limita a ser únicamente un fondo". Algo que contrasta con la íntima cercanía de la cámara al dañado rostro de DiCaprio, rayando a veces en lo voyeurístico pero con una clara función narrativa: "Era básico que el espectador entendiera quién es Glass, y no podía hacerlo a través de diálogos. Él no puede explicarse". Para añadirle más profundidad, Iñárritu le dio a Glass una esposa india perdida y un hijo mestizo, y puntuó el film con secuencias alucinatorias, en ese punto en que realidad, sueño y pesadilla se encuentran: "Para mí, esta película va tanto de cómo recordar de donde vienes como de qué conlleva sobrevivir. Glass es un hombre que necesita que sus recuerdos cicatricen tanto como necesita que lo hagan sus heridas."

Unas heridas que son resultado (y esto no es ningún spoiler) del ataque de un oso que se abalanza brutalmente sobre Glass y que Iñárritu captura en pantalla en una secuencia visceral, realista y bestial que se resuelve en poco más de una toma. "Para mí, el cine es esto", cuenta el director: "El deber del artista es hacer posible lo que se cree imposible. Yo nunca he sido testigo del ataque de un oso, supongo que la inmensa mayoría de los espectadores tampoco", ríe. "Es una secuencia que me apasiona porque es la esencia misma del cine, nos devuelve a sus orígenes, a la ilusión, la magia" .Con truco, eso sí. En un rodaje en el que se optó por rodar casi exclusivamente con luz natural –y en esa minúscula franja de tiempo en la que el Sol desaparece que se conoce como la hora mágica–, Iñárritu, que preparó durante meses la secuencia, optó por recrear el oso digitalmente. "No creo que a las aseguradoras les hiciese gracia que enfrentáramos a una de las mayores estrellas del planeta con un oso rabioso", ríe.

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DiCaprio, Haas y los tramperos huyen de un ataque indio.

EL CINE ANTE LA BESTIA DIGITAL

Tan digital como el oso es el formato del film, algo por lo que optaron Iñárritu y su director de fotografía, el también mexicano Emmanuel Lubezki, que podría encadenar con El renacido su tercer Oscar consecutivo tras los de 'Gravity' (A. Cuarón, 2013) y 'Birdman' (A.G. Iñárritu, 2014). "Con 'Birdman"', cuenta el cineasta, "no tuvimos ninguna opción. Rodábamos en espacios muy reducidos y nos servimos de las luces en escena. Con 'El renacido', tampoco. A las 3 de la tarde ya era oscuro, y con las cámaras digitales podíamos alargar 90 minutos la jornada. Además, al ser más fáciles de manejar, nos permitían ir más rápido. No podría haber rodado esta película en celuloide. Me rendí al digital por necesidad". Su posicionamiento no es tan extremo como el de Quentin Tarantino o Christopher Nolan. "El resultado me ha fascinado", asegura Iñárritu, que afirma que más que decantarse por uno de los dos formatos, lo que le interesa es utilizarlos a su antojo para recrear la ilusión y artificio del cine. "Tanto digital como celuloide son fantásticos, y yo adoro el celuloide. Pero es como decir que una guitarra acústica es siempre mejor que una eléctrica. Depende de lo que toques, del espíritu de la canción. Espero que el celuloide no desaparezca."

Cuando le apuntamos que Tarantino rodó 'Los Odiosos Ocho' en film, y que, como su película, esta también se desarrolla en parajes nevados, Iñárritu responde: "No es lo mismo. Podríamos haber rodado en un plató, usando croma, pero no habría resultado igual. Creo que si eres capaz de contar una historia como nunca antes se ha contado, y sobrevivir, la recompensa vale la pena. Espero que los espectadores se den cuenta de ello, pero puede que muchos no lo hagan. Creo que se ha perdido la capacidad de valorar esta clase de esfuerzos, porque se puede pixelar casi todo." Esa búsqueda de la autenticidad fue motivo de enfrentamientos en el set, especialmente con Tom Hardy, que cuestionó los métodos de Iñárritu. El cineasta responde a este comentario con una metáfora: "Es como cuando te acostumbramos a comer esas mierdas de manzanas que no saben a nada. Cuando comes una manzana de verdad, te dices ¡joder! No son tan bonitas, ni tan grandes, rojas o perfectas, pero son deliciosas. Son de verdad. Espero que los espectadores, cuando vean esta película, noten algo similar. 'El renacido' es diferente, sí, pero también es más jugosa."

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Iñárritu y DiCaprio en uno de los sets del film.

LA VIRTUD DE LA IGNORANCIA

Preguntado por la lectura ecologista de la cinta, el mexicano ve una clara conexión entre el momento que retrata la película y los días que nos han tocado vivir: "Esa gente se servía de la naturaleza. La tala de árboles, la explotación de los animales, el castigo a las comunidades indígenas... Seguimos igual, con los mismos prejuicios sobre el color de piel y la falta de interés por entendernos. Estos son los cimientos del nacimiento de América y del mundo occidental." Un mundo del que proviene Donald Trump. Iñárritu salta como un resorte sólo mentarlo: "Trump no habla, ladra. Eso es lo que hoy vende. A mí me hace reír. Es el payaso que no sabe que él mismo es el chiste. Casi siento compasión por él, porque se la están jugando. Es un pobre hombre que sólo tiene dinero. Algún día se dará cuenta de ello. Puede..." Este contacto con la realidad es otro más de los aspectos que ponen punto final a una odisea de tres años. Una realidad a la que Iñárritu regresa para recargar sus pilas creativas. Antes, el cineasta se tomaba su tiempo entre proyecto y proyecto: tres años entre 'Amores perros' (2000) y '21 gramos' (2003), tres más antes de 'Babel' (2006), cuatro para 'Biutiful' (2010), y cuatro más hasta 'Birdman' (2014), que llegó a solaparse con 'El renacido'. "Para mí", asegura el director, "estas dos películas son cintas gemelas. No muy parecidas, es verdad", dice entre risas, "pero ,¿sabes cómo es mi hermano? Es rubio y con los ojos azules" (ríe). "'Birdman' fue una hermosa experiencia, y muy intensa, desde un punto de vista creativo. Que ganara el Oscar sólo mejoró esa sensación. 'El renacido' ha sido igual de gratificante, una cinta de la que me siento muy orgulloso, pero no ha sido fácil. 'Birdman' fue un placer. Ahora el placer que persigo es poder parar. Tengo ideas para nuevos proyectos, pero no quiero ni empezar a pensar en ellos. Necesito regresar a mi vida."