“Piénsalo: Si me gustasen las menores, la que me gustaría de tus hijas no sería la mayor sino las más pequeñas, pero con esas nada de nada.” Así justifica Toñito (Antonio Resines) el haberle regalado a Palomita (María Adánez), la hija adolescente de Pepe (José Sacristán), un walkman con la canción de George Michael I Want Your Sex.

Estamos en 1989 y la película es El vuelo de la paloma, dirigida por José Luis García Sánchez y con guión de Rafael Azcona, que vuelve a los cines con motivo de su 30 aniversario. Pocas cintas has sabido mezclar con tanta maestría la tradición con la modernidad, la crítica social y el esperpento.

'El Vuelo de La Paloma' presentación del reestreno en la Academia de cine con Ana Belén, Juan Echanove, José Luis García Sánchez, Victor Manuel y Fernando Arribas.pinterest
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De izq. a der. Juan Echanove, Ana Belén, José Luis García Sánchez, Victor Manuel y Fernando Arribas.

Al ver esta película, es inevitable que nos venga a la cabeza el nombre de Luis García Berlanga. Quizás sea por la presencia en el guion de Rafael Azcona, genio retratista de la idiosincrasia nacional que algunos llegaron a creer simple pseudónimo del cineasta. Sin embargo, detrás de esta película hay muchos más nombres propios del cine español y algunos de los más inolvidables se han reunido en este treinta aniversario para compartir sus recuerdos en un coloquio al que no faltó FOTOGRAMAS. Allí descubrimos que la película nació de una reunión entre Víctor Manuel (productor), García Sánchez y el propio Azcona en el Zalacaín, clásico restaurante madrileño. Así, probablemente con un cocido de tres vuelcos de por medio, los tres se marcaron el objetivo de recuperar el sainete en esa España que se adentraba en los años noventa llena de cicatrices. Con una intención tan cómica como crítica, la conversación pasó del qué al cómo y entonces apareció la figura de Madame Bovary. Ya por los postres, la cosa estaba clara: el personaje de Flaubert sería ahora una ama de casa madrileña.

Microcosmos universal

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Con esta mezcla de literatura universal y retrato local no es de extrañar que la película se desarrolle en un pequeño espacio donde, a lo largo de un solo día, se suceden las aventuras y desventuras de la soñadora protagonista, a la que da vida Ana Belén. La historia arranca con Paloma preparando a sus cuatro hijas, Palomita, Isidra, Atocha y Almudena, para el colegio. Se les olvida el bocadillo y se asoma a la terraza para lanzárselo. La acción transcurre en Madrid. Más concretamente, en la Plaza del Conde de Barajas. Pero no es un día cualquiera. El espacio está tomado por la grabación de una serie sobre la Guerra Civil y el gran galán Luis Doncel (un Juan Luis Galiardo de falso pelo en pecho) se encapricha inmediatamente con el ama de casa.

Tanto los exteriores como los interiores se se rodaron en la misma plaza y sus casas colindantes. Incluso para filmar dentro de la roulotte del actor (imposible meter un equipo cinematográfico en un espacio tan pequeño) se construyó un decorado, simulando el interior, encima de una tarima en el mismo centro de la plaza. Según Ana Belén “rodar los exteriores e interiores en un mismo lugar era rodar de verdad”. Porque para la artista madrileña, el cine era eso: “Recuerdo ver de pequeña a Pepe Isbert rodando Don Lucio y el hermano Pío donde yo vivía”.

Presentada en el Festival de Berlín, donde García Sánchez había ganado el Oso de Oro por Las truchas en 1978, hasta el público alemán valoró el ácido humor de la cinta. La clave, sin duda, son los personajes y los actores que los interpretan. Un reparto lleno de talentos que consiguen despertar la empatía en el público a pesar a basarse en arquetipos y caricaturas.

El reparto y el guion

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El vuelo de la Paloma cuenta con un equipo que hoy parecería de ensueño. Juan Echanove encarna al patético enamorado de Paloma, un pescadero rechoncho y muy madrero que, cada día, regala a Paloma pescados y mariscos robados a su madre con la esperanza de conquistarla. Cuenta el mismo Echanove que su sobrepeso en la película era para evitar el servicio militar porque, a sus por entonces 27 años, ya se le habían acabado las prórrogas: “Estaba esperando a que me llamaran de la mili e intentaba librarme alegando obesidad mórbida. Me libraría si pesaba más de 94 kg y justo estaba en 94 kg con 100 gr. Como no podía perder esa diferencia tan escasa durante los tres meses que faltaban para el pesaje, me dediqué a comer más que nunca. Durante el rodaje, el propio José Luis me daba tres bocadillos, comía cocido para seis… Vamos, que estaba obsesionado. Cuando acabamos y me pesé, estaba en 114 kg y pude seguir con mi carrera”.

El tercer enamorado de Paloma es Pepe, el marido estafador e idealista del anarquismo que lucha contra el capitalismo no dando un palo al agua. Junto a su hermano, un sucedáneo de abogado picapleitos encarnado por Miguel Rellán, Pepe se pasa el día buscando el engaño que le dé las habichuelas del día sin enterarse de que está a punto de perder a su mujer. Cuenta el director que escribió el guion con los nombres de los actores ya en mente. El único cambio fue el de este personaje, que creó originalmente para Juan Diego.

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“Rafael y yo nos reuníamos todas las mañanas de lunes a viernes. Nos poníamos a hablar de la vida un buen rato y, ya después, muy al final, de la película. Y todo lo que habíamos comentado sobre cosas del día a día se terminaba colando en la película”. Con este método de trabajo, no es de extrañar lo que cuenta Echanove: “José Luis y Azcona fueron de los primeros en tener ordenador, un Mac de aquella época, y todo lo que vivíamos con ellos lo apuntaban y lo guardaban. Tenían un archivo de cosas de cada actor y lo iban sacando para los guiones de las películas. De repente, te llegaba un guion y allí estaba aquello que habían apuntado sobre ti años antes”.

Pero no siempre se seguía el guion, a veces simplemente se dejaba improvisar a los actores. Así surgió una de las escenas más tronchantes, en la que los personajes de Luis Ciges y Manuel Huete tenían la orden de hablar “de lo que quisieran” y se pusieron a charlar sobre Hitler.

Lo mismo ocurre con la huelga general que, en realidad, estaba sucediendo esos días (la primera contra el gobierno del PSOE). La lluvia fue otra de ellas. Rodada en los meses de invierno, el agua podría haber fastidiado el raccord de una película que, se supone, sucede en un solo día. La solución fue fácil: tener el suelo siempre mojado.

La corrección política

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Por encima de los rasgos de estilo del relato y su inspiración en Madame Bovary, El vuelo de la Paloma trata sobre los perdedores y sus sueños. Si la historia funciona es porque consigue que detrás de cada personaje haya un ser humano con el que empatizar, incluso entre los más pusilánimes o caricaturescos, como Toñito, que toquetea a la hija mayor del matrimonio no solo porque sea un pederasta (que también), sino porque le recuerda a Paloma, de la que lleva enamorado desde su adolescencia.

No hay identificación que valga pero el humor funciona y lo hace porque era tan crítico entonces como lo es aún más ahora. “Si un director de cine tiene que atender a lo que se puede y no se puede hacer, no podríamos rodar nada. Eso nos está llevando a un formalismo que provoca que todas las películas se parezcan”, comenta Juan Echanove después de que la propia Ana Belén reivindique que hacer humor sobre algo no significa que se esté de acuerdo con ello: “Hemos llegado a un extremo de corrección política que coarta la libertad de creación. Hay cantidad de personajes de los ochenta que ahora sería difícil que se planteasen”. Víctor Manuel fue más allá y aseguró que “estamos en una sociedad lavada y pusilánime”.

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La dirección de un rodaje

Todo el equipo coincide en definir sus recuerdos del rodaje de esta película como una experiencia divertida y grata. Algunos incluso aseguran que la hubiesen hecho gratis. Claro que, por aquel entonces, no se les ocurrió decirlo. Lo cierto es que, además del retrato social, la sátira, el humor y los sueños, El vuelo de la Paloma es también un gran ejemplo de cine dentro del cine. Algo así como La noche americana de Truffaut en versión española. Gag tras gag y con el paso de los minutos de un rodaje que nunca pasa de los ensayos, los personajes se muestran como tales transformando el costumbrismo de sus modelos sociales en una parodia misma del oficio del actor español. El galán, el estafador, la soñadora, el perdedor…, todos son personajes que podemos reconocer como parte de nuestra sociedad, pero también son arquetípicos de nuestra tradición cómica, transformando esta ficción en una suerte de making-of de una comedia cualquiera. Se reconocen las bromas internas entre ellos, las referencias explícitas a Fernando Fernán Gómez o a Alfredo Mayo, a Raza y el resto del cine franquista así como, obviamente, al maestro Berlanga, que solo cuatro años antes había estrenado La vaquilla. El multitudinario plantel de actores se mueve por un mismo espacio en planos largos, en los que la acción varía de un lado a otro, siempre en continuidad. Una rueda cómica perfectamente engrasada con la que no se puede evitar pensar en películas del maestro como Plácido (1961) o La escopeta nacional (1978).

Sin embargo, como los otros dos títulos nacionales recuperados por A contracorriente en las pasadas campañas (El mundo sigue -1963- y ¡Bruja, más que bruja! -1977-, de Fernán Gómez) la acogida en taquilla de El vuelo de la Paloma no fue precisamente un éxito. Nominada a cinco Premios Goya –de los que no se llevó ninguno– y con poco más de doscientos mil espectadores, el reestreno de esta cinta es una segunda oportunidad. Y el gusto que nos daría ahora mismo gritar… ¡Todos a Alicante!

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Headshot of Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino.  Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación.  Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.