Qué buen año para la comedia norteamericana, aquel 2008. ¿Recordáis? ‘Paso de ti’ se convirtió en una de las pocas comedias románticas que nos había enseñado el dolor masculino (y un pene no sexualizado) en la gran pantalla, mientras que ‘Hermanos por pelotas’ continuaba con las gamberradas marca Apatow engrandeciendo el fenómeno del hombre-niño. Pero si hubo una película cómica que marcó aquel año, y que incluso llegó a obtener una nominación a los Oscar (¡Una comedia! ¡Inaudito!), esa fue ‘Tropic Thunder: ¡Una guerra muy perra!’. Con ese título, podría parecer una de esas películas fácilmente olvidables. Pero nada más lejos de la realidad.

“En el invierno de 1969, una fuerza de élite del ejército norteamericano fue enviada a una misión secreta en Vietnam del Sur”, comienza la película, en la que conoceremos a los miembros de esta misión, y especialmente a los actores que los interpretan: Tugg Speedman (Ben Stiller), el héroe de acción; Jeff Portnoy (Jack Black), el bufón de la comedia; Kirk Lazarus (Robert Downey Jr.), el actor de método; Alpa Chino (Brandon T. Jackson), el actor rapero; y Kevin Sandusky (Jay Baruchel), el novato. Todos ellos protagonizan esta comedia, dirigida por el propio Stiller, que juega con el metacine, esto es, un película sobre el rodaje de una película. Y, como veremos más adelante, estas relaciones entre la realidad dentro de la ficción (y viceversa) marcarán algunas de las grandezas de una película, a todas luces, brillante.

“Es la comedia USA que nadie se avergonzará de ver, que mola disfrutar en compañía y que remite a esos tiempos en que descubrir ‘Los Caballeros de la Mesa Cuadrada y sus locos seguidores’ o ‘La vida de Brian’ se convertía en rito de iniciación generacional”, escribía Jordi Costa en su crítica para FOTOGRAMAS, hace ya una década, en la que también aseguraba que el filme “recuerda antes al Harvey Kurtzman de ‘MAD’ que al Berlanga de ‘La vaquilla’”.

Nos adentramos en ‘Tropic Thunder’, esa comedia que ya podemos etiquetar como “de culto”, y cuyas reflexiones y críticas varias sobre Hollywood, diez años después, siguen dándonos materia para reflexionar. De hecho, revisitarla en un momento de cambio profundo como el que vive la industria estadounidense en estos momentos puede ser incluso revelador.

Aunque, como mínimo, será terriblemente divertido.

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CÓMO EMPEZÓ LA GUERRA

La verdadera razón por la que Ben Stiller decidió hacer esta película surgió muchísimo antes de 2008. “Tuve la idea de la película hace como veinte años, cuando estaba haciendo ‘El imperio del sol’ en 1987, porque en ese momento era cuando todas estas películas de Vietnam se estaban haciendo”, contaba en una entrevista en el portal ComingSoon. “Parecía que había un momento en que todos los actores se iban a un campamento de entrenamiento falso y hablaban sobre estas experiencias increíbles que tuvieron y cómo realmente cambiaron sus vidas y había algo allí que me pareció gracioso”, continúa Stiller, que dejó aparcada aquella idea, que renació gracias a Justin Theroux y Ethan Coen, y se convirtió en la película que es hoy. Es decir, que el actor y cineasta quiso hacer mofa de esos compañeros que aseguraban vivir auténticas experiencias en campos de entrenamiento (que sólo eran rodajes de cine) poniendo a un grupo de actores de verdad en el meollo del peligro de la guerra.

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Y es que, bueno, ‘Tropic Thunder’ no es una comedia cualquiera. En realidad, es una parodia llena de capas de significado, una auténtica radiografía a la primera línea de Hollywood (los actores, los géneros, el mecanismo de la industria, los egos, los rodajes caóticos…) y un homenaje cachondo a las películas bélicas. En este último punto, comparte muchas partes de su estructura con ‘Apocalypse Now’ (incluso tiene un falso documental sobre el pifostio que fue rodarla, llamado ‘Rain of Madness’, como directa burla a ‘Heart of Darkness’) y referencia de forma inequívoca a películas como ‘Platoon’ (la muerte con los brazos en alto), ‘El puente sobre el río Kwai’ (literalmente, la detonación de un puente), ‘El cazador’ (Downey Jr. y Stiller imitan la conversación entre Christopher Walken y un desquiciado Robert de Niro en el tramo final) e incluso ‘Depredador’ (tanto en el ‘mood’ de los protagonistas por la selva, marcando bíceps, como en una frase que le toman prestada: “Si sangra, ¿podemos matarlo?”). Incluso referencia un hecho de la vida real: el mismísimo Jon Voight aparece al final, en la gala de los Oscars, para mostrar su enfado por perder el galardón, el mismo que se llevó cuando John Wayne le arrebató la estatuilla en 1970.

No hay duda, como vemos, que las películas de guerra tienen una presencia importantísima, pero esto no es un festival de la nostalgia. Esto no es ‘Ready Player One’, encadenando referencias aleatorias de forma bulímica, aunque, como decía Borges, “la lengua es un sistema de citas”. Aun así, esa parte de la película queda relegado a un segundo (o tercer) plano en favor de unas lecturas mucho más interesantes, que tienen que ver tanto como el profundo conocimiento de sus creadores de cómo funciona la industria de Hollywood (y, por tanto, de cómo burlarse de ella) como de sus fascinantes relaciones entre realidad y ficción. Y vamos a ahondar en ambas.

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UNA BURLA DE HOLLYWOOD

‘Tropic Thunder’ tiene uno de los inicios más inesperados, extraños y cachondos del cine reciente. Antes de empezar su historia, nos ofrece un contexto de sus personajes en forma de tráilers. Vaya, como si estuviésemos en la sala de cine, con las palomitas en la mano y calentando motores antes de que la acción comience. Pero esas pequeñas piezas, que parodian tres tipos de géneros ‘hollywoodienses’, no son sólo una mamarrachada aleatoria: ya están abonando el terreno para conocer las personalidades, pasado y carrera de los tres protagonistas principales de esta historia. Son tres sketches (además de un anuncio previo de bebidas a cargo del personaje de Brandon T. Jackson) que nos hablan de qué vende -o vendía- en la industria norteamericana y, también, qué tipos de actores pululan por allí.

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El primer objeto de burla es la saga de acción, esto es, una de esas series de películas que repiten una y otra vez el mismo argumento, henchidas de CGI, situaciones imposibles y fornidos protagonistas. “El hombre que nos salvó 5 veces antes vuelve a hacerlo, sólo que esta vez es… diferente”, narra la voz en off del tráiler, mientras vemos a Ben Stiller enseñando músculos en todas y cada una de las cinco entregas de la saga, que bien podría ser una mezcla entre Arnold Schwarzenegger y ‘Sharknado’. Con tan sólo un minuto, Stiller representa esas series al estilo ‘Fast and Furious’, que producen como churros aventuras adrenalínicas y testosterónicas para comer palomitas hasta reventar.

El segundo va de comedias, pero unas que parecen haber desaparecido del mapa. No estamos para esto en 2018, pero hace tres lustros el panorama era muy diferente: películas como ‘Norbit’ o ‘Date movie’, y sagas como ‘American Pie’, triunfaban en taquilla y se reproducían cual conejos en celo. Eran comedias obscenas, explícitas y absurdas, en las que personalidades como Eddie Murphy se convertían en el centro de todo. Aquí es Jack Black el encargado de ser un alter ego del cómico, ahora caído en desgracia, con una película sobre pedos. Literalmente. En ella, el personaje de Black interpreta a todos los miembros de la familia, en una referencia evidente al legado de Murphy.

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El tercero aún sigue latiendo en Hollywood hoy en día, pero con menos intensidad. Se trata de “la película de Oscar”, un concepto del que se reflexionará más durante la película. Así encontramos al actor del método, una suerte de Daniel Day-Lewis histriónico, encarnado por Robert Downey Jr. Un actor tan comprometido con su trabajo que hará todo lo que está en su mano para acercarse a la realidad del personaje que le toca interpretar. En este primer contacto con su trabajo, le vemos interpretando a un cura que se ve abocado a una relación homosexual con Tobey McGuire. Un trabajo de esos que recogen premios. El drama respetable.

Y entonces aparece por fin la cabecera de Dreamworks, y empieza la película de verdad, aunque las difusas líneas entre realidad y ficción (de las que hablaremos más adelante) hacen difícil hablar de cuándo empieza la verdadera historia del filme. Lo que está claro es que en los primeros cinco minutos, a través de una parodia coral inteligentísima, nos han presentado los diferentes arquetipos no sólo de los actores de Hollywood (el hombre de acción, el cómico de éxito y el actor serio), sino también del propio cine ‘mainstream’. Ahí es nada.

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ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN

Como buena sátira, sus conexiones con la realidad son más que evidentes. Sin embargo, y aunque a muchos pueda parecerle una comedia aparentemente tontuna, ‘Tropic Thunder’ va mucho más allá de su argumento, y encuentra en sus elementos posmodernos y sus las relaciones entre realidad y ficción sus áreas de trabajo más fascinantes.

La película se apoya el concepto de intertextualidad, es decir, que no puede entenderse sin su marco de referencia, que en este caso es Hollywood. Es algo que plantea desde ese inicio que describíamos antes, esos tráilers y anuncios que sirven como prólogo de la verdadera historia, y que establecen a los espectadores en un contexto muy concreto. Y no sólo eso: están elaborando un discurso crítico sobre esa realidad que presentan: denuncia cómo las películas de acción sirven para engrosar los bolsillos de los grandes estudios a través de la repetición de las mismas historias, la misma repetición que vemos en ese humor artificioso y grosero carente de cualquier ápice de ingenio. Así, en el anuncio de la bebida protagonizado por Alpa Chino, se habla de cómo los artistas venden su imagen al mejor postor, algo que se relaciona con la crítica a la falsa solidaridad y compromiso que veremos más adelante con la muerte del oso panda (ese mismo animal con el que Speedman se había fotografiado para mejorar su imagen).

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Todas estas pequeñas conexiones con la realidad esconden críticas muy diversas: a lo que se valora en la industria (sí a los dramas, no a las comedias), a las drogadicciones de los intérpretes, la reverencia a las grandes historias (que más tarde se prueban sesgadas, exageradas o, directamente, falsas), a la desconexión entre los actores y la realidad que retratan (están en pleno Vietnam, donde hay violencia y miseria, pero vemos que los actores del filme se hospedan en una mansión con piscina), a la “obligación” de esconder ante el público las verdaderas preferencias sexuales por no ser la normativa (al personaje de Jackson se le escapa que es gay e intenta negarlo, porque esa no es la imagen que Hollywood quiere de él), y al ‘whitewashing’ que perpetra el personaje de Robert Downey Jr.

‘Tropic Thunder’ nos hace pensar a través de muchas de estas críticas en cómo la película se relaciona con el concepto de la ficción, que funciona tanto desde la película con el exterior (todo lo que hemos ido analizando) hasta de la película consigo misma. Un brillante ejercicio de metatextualidad. Una grupo de actores famosos interpretando a actores famosos que interpretan a soldados en una guerra falsa que se convierte en una guerra real. Hay una constante conexión entre la ficción del guion de Stiller, Theroux y Coen, y la realidad que representan. Tanto es así que, al final del filme, se produce un elocuente efecto reflejo: el inicio, que era ficción, y el final, que es realidad, acaban por mimetizarse y ser lo mismo. Y es que, ¿dónde han quedado realmente ya esas fronteras?

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DE LA CONTROVERSIA AL ESTRELLATO

No es que ahora seamos muy quejicas, sino que antes, quizás, ni se podía hacer tanto ruido ni las grandes industrias como Hollywood se molestaban siquiera en escuchar las críticas. Trasladaos una década atrás en el tiempo: ‘Tropic Thunder’ no estuvo, ni mucho menos, exenta de polémica. Obtuvo muchas críticas por un tema y, sin embargo, se libró por otro que quizás hoy habría dado más que hablar. Y lo cierto es que ambos tienen la misma justificación.

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En primer lugar, el retrato de la discapacidad intelectual. Numerosos colectivos de Estados Unidos denunciaron la película antes incluso de su estreno por el uso que se hizo, a nivel promocional, del personaje que Tugg Speedman interpreta en la ficción dentro de la ficción. Se quejaban del uso reiterado de la palabra “retrasado”, un término ofensivo para la comunidad y que se utilizaba de un modo poco apropiado. “El discurso del odio inspira discriminación, abuso, estereotipos negativos, privación de derechos y violencia”, se leía en la carta de protesta contra el filme.

En segundo lugar estaba el ya mencionado ‘whitewashing’ de Robert Downey Jr. Como actor del método, Kirk Lazarus se modificó mediante cirugía los pigmentos de su piel para poder interpretar a un personaje afroamericano, al que imita de una forma completamente estereotipada. Ante esto, no se vivió un ‘backlash’ durante su estreno (de hecho, el actor llegó a estar nominado al Oscar sin mayor problema), y, aunque alguna vez se ha comentado, en estos tiempo en los que más de uno apela a la “corrección política” como el Anticristo moderno, que hoy día no podría hacerse algo así, todo apunta a que la sátira sigue estando socialmente aceptada.

Y es que ambos temas van precisamente de eso: de criticar cómo Hollywood instrumentaliza las enfermedades mentales y fomenta los estereotipos raciales. De eso van esos dos aspectos del filme, completamente autorreflexivos y, en ningún caso, deliberadamente ofensivos.

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A nadie pareció molestarle, por otro lado, el personaje de Les Grossman, un irreconocible Tom Cruise encarnando el prototipo de productor megalómano que sólo se preocupa por el dinero y el negocio. ¿Demasiado apegado a la realidad como para renegar de él? ¿Un alter ego de Harvey Weinstein, en una época en la que (todavía) nadie se atrevía a decir en voz alta que era un “hombre asqueroso” (literalmente, eso es lo que significa ‘Grossman’)? Quizás. Lo que sí se ganó es muchos aplausos, y aún más: revitalizó la carrera de Cruise, que por aquel entonces andaba un poco de capa caída.

La conclusión a la que llega ‘Tropic Thunder’ fue, y sigue siendo, muy importante: Hollywood es todo apariencias, todo sonrisas congeladas y mecanismos turbios, que sirven como cortina de humo para una visión distorsionada de la realidad, tanto en sus historias como en los actores que viven de ellas.

Un mensaje sin duda enorme para una comedia, que ante todo aboga por parodiar (que no morder) la mano que le da de comer.

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Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.