Los 70 y los 80 en España fueron salvajes. La ansiada democracia no supuso un gran cambio para los habitantes de los barrios más pobres que, ocultados bajo la alfombra de un país que quería reclamar su puesto en Europa, sufrieron el impacto de la droga y la desigualdad de forma indiscriminada.
Los cineastas que se atrevieron a tratar el tema no contaron con el respaldo de una sociedad que quería huir desesperadamente de sus propios demonios pero, con el tiempo, el “cine quinqui” se ha convertido en el mejor testimonio público de la España que buscó héroes entre sus delincuentes.
Con Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma como máximos exponentes tras las cámara, directores como Carlos Saura, Vicente Aranda, Gil Carretero o el mismísimo Pedro Almodóvar filmaron algunos de los títulos imprescindibles del género venerado por sus herederos, como Ramsés Gallego “El Coleta”, rapero de la periferia madrileña e hilo conductor de la indispensable ‘Quinqui Stars’ (Juan Vicente Córdoba, 2018), y los protagonistas de ‘Las leyes de la frontera’, la película de Daniel Monzón recién estrenada en salas.
Para todos esos nuevos quinquis realizamos esta lista de películas imprescindibles, una guía esencial sobre un género tan nuestro que duele.
'Perros callejeros' (José Antonio de la Loma, 1977)
En las afueras de Barcelona, El Torete y compañía sobreviven como pueden a base de tirones, pequeños hurtos y robando coches. No tienen edad para conducir, pero ya pisan a fondo.
Primer gran éxito del género, con Ángel Fernández Franco “El Torete” de protagonista adelantándose al Vaquilla en notoriedad, algo que no sentó demasiado bien a Juan José Moreno Cuenca, fuente de inspiración de mucho de lo que se ve en la película.
Poco después llegarían ‘Perros Callejeros II’ (José Antonio de la Loma, 1979), ‘Los últimos golpes del Torete (Perros callejeros III)’ (José Antonio de la Loma, 1980) y, en un inesperado y actual giro de los acontecimientos, ‘Perras callejeras’ (José Antonio de la Loma, 1985).
'Navajeros' (Eloy de la Iglesia, 1980)
José Manuel Gómez Perales “El Jaro” vive de golpe en golpe, de cama en cama y de bronca en bronca.
Eloy de la Iglesia ya se había asomado a este tipo de retratos callejeros de este tipo en ‘El diputado’ (1978) y ‘Miedo a salir de noche’ (1980), pero fue con ‘Navajeros’ donde, ayudado por El Jaro y El Pirri, comenzó su carrera como el más dedicado realizador de cine quinqui.
Ese mismo año aparecieron nuevos títulos indispensables para los completistas como ‘Chocolate’ (Gil Carretero, 1980) y ‘La patria de 'El Rata'’ (Francisco Lara Polop, 1980).
'Deprisa, deprisa' (Carlos Saura, 1981)
Ángela, Pablo, Meca y Sebas no tienen mucho que hacer. Apáticos, ven pasar los días animándose con heroína hasta que deciden que, para escapar, hay que arriesgarse y realizar golpes más ambiciosos.
Carlos Saura ya se atrevió a rodar la parte más escondida de la sociedad en ‘Los golfos’ (1959), pero es su versión de la desesperación juvenil a finales de los 70 de ‘Deprisa, deprisa’ la que marcó a toda una generación.
Oso de Oro en Berlín, fue además la única película de José Antonio Valdelomar, muerto sobredosis por heroína en la cárcel de Carabanchel en el 92.
'Colegas' (Eloy de la Iglesia, 1982)
A Antonio, Rosario y José les ha tocado vivir un momento complicado y, cuando ella queda embarazada, la cosa no mejora. Paro, drogas, homofobia, prostitución, delincuencia y tráfico de bebés, un completo.
Antonio y Rosario son los Flores y, con ellos, llegarían las recomendaciones musicales a un perdido de la Iglesia que se acercaba poco a poco a su mejor obra.
'El pico' (Eloy de la Iglesia, 1983)
Paco y Urko le dan fuerte al caballo. Cuando empieza a ser un auténtico problema en sus vidas, sus padres intervendrán pero, por si la heroína no era un problema lo suficientemente importante, el padre de Paco es Comandante de la Guardia Civil y el de Urko un influyente líder de la izquierda abertzale.
Eloy de la Iglesia regaló a José Luis Manzano un personaje tan redondo que no logró despegarse de él nunca más y que repitió en la aún más intensa ‘El pico 2’ (Eloy de la Iglesia, 1984). De banda sonora rotunda, ‘El pico’ logra hablar de todos los problemas del país a través de los ojos de la generación a la que le tocó vivirlos.
Fue además la tercera y última colaboración entre Eloy de la Iglesia y Enrique San Francisco.
'¿Qué he hecho yo para merecer esto!' (Pedro Almodóvar, 1984)
Un ama de casa de extrarradio vive en su pequeño piso junto a un marido machista, un hijo camello, otro chapero y una suegra que ayuda a mantener la calma. Por suerte, hace un cocido muy fuerte.
Almodóvar presenta su propia visión del momento a través de la fuerza del apaleado pero poderoso personaje de Carmen Maura, la madre coraje del género.
Forma parte de una interesante colección de películas de la época que, sin entrar canónicamente dentro del epígrafe “cine quinqui”, representan el mismo espíritu desde el punto de vista de su director, como hizo Jorge Grau en el intenso thriller ‘Coto de caza’ (1983) o Vicente Aranda en ‘Fanny "Pelopaja"’ (1984)
'Yo, el Vaquilla' (José Antonio de la Loma, José Antonio de la Loma Jr., 1985)
Juan José Moreno Cuenca "El Vaquilla", consigue contar por fin su historia. Ladrón de coches desde lo 9, y culpable de asesinato desde los 12, a los 15 años ingresó en la Modelo heroinómano y enfermo de sida.
Aunque fue Raúl García Losada el que interpretó al joven delincuente, El Vaquilla consiguió convertirse en una estrella interpretándose en los segmentos en los que narra sus desventuras. Ojo, que El Torete no se lo quiso perder e interpreta a su abogado.
Aunque por la fama de su protagonista, probablemente el héroe quinqui por antonomasia, se ha convertido en uno de los títulos más conocidos, cabe destacar otros de aquellas fechas como ‘De tripas corazón’ (Julio Sánchez Valdés, 1985) o ‘27 horas’ (Montxo Armendáriz, 1986).
'La estanquera de Vallecas' (Eloy de la Iglesia, 1987)
Leandro y Tocho deciden robar un estanco pero la flata de experiencia, y la templanza de la buena de Justa, la estanquera, frustrará su robo para convertirse en una inesperada toma de rehenes.
Con unos estupendos José Luis Gómez, José Luis Manzano, Emma Penella y Maribel Verdú, el director se despidió del cine (al menos hasta 2003) con este pequeño pero fundamental fin de ciclo. La pobreza y delincuencia de los suburbios (y no tan suburbios) estaba cambiando de aspecto, y el cine con ellos.
'El Lute: Camina o revienta' (Vicente Aranda, 1987)
El Lute tampoco lo tuvo fácil y, tras un atraco a una joyería en la que un vigilante fue asesinado, pensó que no volvería a vivir en libertad. No muy contento con el asunto, se fugó de un tren en pleno traslado y, como vemos en ‘El Lute II: Mañana seré libre’ (Vicente Aranda, 1988), repitió jugada cuando llegó al penal del Puerto de Santa María.
Vicente Aranda tiene la culpa de que muchos piensen en Imanol Arias cuando se habla de Eleuterio Sánchez Rodríguez.
Los años iban pasando y a finales de los ochenta, este díptico sobre nuestro prófugo más célebre marca forzosamente el fin del cine quinqui original. Echando la vista atrás para narrar lo que ocurrió en aquella época, sus protagonistas y antihéroes empezaban a ser leyenda.
Nuevos quinquis
La pobreza y los barrios marginales no han desaparecido y, por suerte, el cine tampoco. Con el paso del tiempo, diferentes cineastas se han acercado desde puntos de vista bien distintos a aquellos que, de haber permanecido en los 70, hubiesen sido protagonistas del subgénero que estamos repasando.
En los 90, los divertidos personajes de Ivà llegaron al cine en ‘Makinavaja, el último choriso’ (Carlos Suárez, 1992) y ‘¡Semos peligrosos! (uséase Makinavaja 2)’ (Carlos Suárez, 1993). Montxo Armendáriz actualizó la visión del macarrismo de la época en ‘Historias del Kronen’ (1995) y Juan Vicente Córdoba echó la vista atrás en ‘Aunque tú no lo sepas’ (1999).
Con la llegada del nuevo milenio, dramas de barrio como ‘7 vírgenes’ (Alberto Rodríguez, 2005) o intentos de reflotar viejas leyendas como ‘Volando voy’ (Miguel Albaladejo, 2006) mantuvieron viva la mecha que llegó intacta hasta la paródica (y precisamente por ello sublime) ‘El mundo es nuestro’ (Alfonso Sánchez, 2012), el pase de relevo entre quinquis y canis.
En 2016, Carlos Salado recuperó la faceta más dramática y dura de aquellos desesperados relatos de los 70 y 80 en ‘Criando ratas’ y, por si alguno pensaba que todo había sido ficción, Juan Vicente Córdoba se encargó en 2018 de hablar con algunos de los pocos supervivientes en ‘Quinqui Stars’, al tiempo que descubría en las rimas de El Coleta, el trap de La Blondie o la furia de IRA RAP es un grito tan desesperadamente potente como el de los relatos de Los Chichos, Los Chunguitos o Rumba Tres.
Ahora es Daniel Monzón el que, a partir de la novela de Javier Cercas, se sumerge en el complejo mundo de nuestros “forajidos de leyenda” con ‘Las leyes de la frontera’.
Ricardo Rosado es crítico de cine, periodista cultural, experto en comedia norteamericana, películas de terror de cualquier tipo y todo lo que ocurra entre géneros y formatos. Criado entre películas de Steven Spielberg, y malcriado desde que se topó con David Lynch, lleva una década escribiendo sobre el arte que consume.
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Tras estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid, creó un blog de reseñas cinematográficas con la esperanza de acudir gratis a festivales de cine y pases de prensa. Ahora, tras siete años escribiendo en FOTOGRAMAS sobre los últimos estrenos en salas, las series del momento y cualquier contenido disponible en los diferentes canales de streaming, sigue pensando que mereció la pena.
Frontman de dos vergonzantes proyectos musicales, director de diversos videoclips de bandas de heavy metal madrileñas y autor de no pocos cortometrajes escondidos en la red de redes, es el editor y uno de los orgullosos contertulios del podcast cultural 'Los de al lado de Pumares', espacio que le ha permitido participar como colaborador en otros formatos de radio como 'Estamos de cine' (Castilla-La Mancha Media) y 'El faro' (Cadena SER), además de haberle convertido en una de las voces principales de los vídeos de FOTOGRAMAS.