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Desde que Daniel Craig encarna al Agente 007 las cosas han cambiado mucho. El mito masculino que siempre salva al mundo y se lleva a la chica sin despeinarse mutó en un relato más complejo. Bond sufría, su forma de ser y de vivir estaba en peligro de extinción y él lo sabía. La confianza arrolladora de su personaje se mezcló con la melancolía. A finales del siglo pasado, sin embargo, su figura era mucho más sólida y sin aristas. Clásicos del humor como ‘Top Secret’ (1984) o ‘Agárralo como puedas’ (1988) ya habían parodiado con enorme éxito los lugares comunes del espionaje y del hombre encargado de salvar el mundo en el que reina. Pero, entonces, en 1997 llegó Mike Myers convertido en ‘Austin Powers: Misterioso agente internacional’ y la figura de Bond se dio la vuelta por completo. El enorme éxito mundial de la segunda parte, ‘Austin Powers 2: La espía que me achuchó’ (1999) confirmó el éxito de la parodia más brutal, salvaje y directa del machote justiciero. El desvarió de guion de una tercera parte que intentó, sin mucho éxito, no repetir por tercera vez la misma fórmula en ‘Austin Powers: El miembro de oro’ (2002) fue el signo de agotamiento de un personaje que quizás ya había hecho su trabajo. Precisamente ahora que corren rumores de la vuelta de Austin Powers para una cuarta entrega de sus cachondas aventuras nos toque revisar la trilogía más divertida con la muchos crecimos.
Parodia con personalidad propia
Austin Powers es tan británico que su coche y sus calzoncillos no podían tener otro color que el de su bandera. Su pelo y sus deformados dientes redondean el tono burlón de “típico inglés” como lo más opuesto que podemos encontrar a la imagen de James Bond. Hijo de británicos pero nacido en Canadá, Myers se lleva al humor tópico la nacionalidad del espía. Pero al contrario que el agente del MI6, Powers es una estrella y disfruta de serlo. Austin es un hombre de los sesenta, un hippie que solo quiere disfrutar del sexo, del baile y de la vida. Su identidad de héroe nacional le enorgullece y la disfruta. Si las intros de James Bond son sombras y disparos, las de Powers son bailes grupales bajo el endiablado ritmo de Soul Bossa Nova, de Quincy Jones. Powers al contrario que Bond es, de verdad, un triunfador.
Pero no nos engañemos, nadie dice que las películas de Austin Powers sean obras maestras. No son las películas que nos llevaríamos a una isla desierta, tampoco esas que vuelven a alguien cinéfilo, que te enamoran o te destruyen. Las películas de Powers son esas que veíamos con los amigos, esas que hubiésemos querido hacer con ellos para divertirnos. El argumento, Powers y una chica en su misión de detener al Doctor Maligno, es solo un pretexto para los gags. Liberados del sentido de la credibilidad que intenta mantener Bond con mayor o menor fortuna, las aventuras del personaje de Myers son un disparate que podemos poner como ejemplo de una de las mayores virtudes del cine, la diversión social. Si una persona ingeniosa, llamémosle Mike, se dedicase a ridiculizar cada aspecto de James bond tendríamos a Powers. Nuestro agente favorito es ese ligón que necesita un alargador de pene sueco, ese que confunde el café con una muestra de diarrea, ese que conquista hasta derretir de deseo a unas fembots bailando cual borracho epiléptico en una fiesta de pueblo. Powers no solo no es perfecto, sino que está muy pero que muy lejos de serlo. Sin embargo, salva al mundo y consigue a la chica. Y, lo mejor, lo hace disfrutando.
Las películas de Powers se pueden disfrutar empezándolas sin muchas ganas, teniendo sueño, con prisa, a trozos, comiendo, hablando. Muchas han intentado algo parecido pero muy pocas lo consiguen. Pero Austin Powers no era solo una gran parodia cómica del agente secreto inglés más famoso del cine, estaba acompañado por multitud de elementos aún más acertados que completaron un universo propio y con mucha personalidad.
El malo malísimo
Eddie Murphy, Alex Guinness o Peter Sellers son conocidos, entre otras cosas, por ponerse en la piel de varios personajes en una película y Mike Myers no es menos. El arma secreta de la trilogía del canadiense es que también encarna al némesis de los némesis del cine, el Doctor Maligno (Dr. Evil). Calvo, gordito, con una cicatriz en sus azules ojos, misteriosamente belga, el genio malvado de risa traviesa quedó inmortalizado por su popular gesto con el meñique. Y si recordamos eso de que cuanto mejor es el malo mejor es la película, podemos decir que estamos ante el personaje más importante del Universo Austin Powers. Si el héroe es color y alegría de vivir, El Doctor Maligno es gris y pálido, cobarde y negativo. Pero no nos olvidemos de la verdadera intención de su personaje. No hay malo más divertido que este padre ausente intentando criar a su hijo emo Scott (Seth Green), discutiendo con su secuaz y fundador de Starbucks, Número dos, acariciando a su gato sin pelo y quemando a los miembros de su cúpula del mal pulsando un botón, cual Señor Burns en su despacho.
Seamos sinceros, con los coqueteos sexuales de Powers algo maltratados por el tiempo, el Doctor Maligno sigue siendo icónico. Como Powers, se aprovecha de no depender de la coherencia con nada ni nadie para ser fruto de todos los tópicos de cualquier malo malísimo. Dos décadas antes de la llegada de 'Gru, mi villano favorito', esta invención de Myers nos mostró el carisma oculto en los tópicos del archienemigo sin la necesidad de transformarlo en bueno. Y es que, a pesar de girar todo en torno a la figura de Austin Powers, sus películas son muy corales. Powers tiene a sus chicas, el Doctor Maligno a sus desternillantes secuaces.
Chicas Powers, Mini yo y Gordo cabrón
Primero Elisabeth Hurtley, después Heather Graham y, por último, la gran Beyoncé Knowles. Vamos, que las chicas Powers no tienen nada que envidiar a las chicas Bond. Además de convertir sus espectaculares físicos en el principal argumento de las bromas sexuales de la película, el trío de espías es siempre superior a su compañero masculino en todos los aspectos. Aunque las tres acaban rendidas a los “indudables” encantos de Austin, estas agentes internacionales sí que saben liderar la misión, machacar a los malos y salvar el mundo. Ellas molan mucho más que él. Quizás por eso, aunque Powers y Bond son igual de exitosos con las mujeres, mientras Bond parece conseguir a sus chicas mediante la indiferencia, el pobre Powers se pasa media película rogando por la atención de las agentes Vanessa Kensington, Felicity Shagwell y Foxxy Cleopatra.
Y es que, si el modelo Powers aguantó una trilogía entera fue precisamente por la creación de personajes añadidos. En una segunda entrega casi calcada a la primera, el secreto del éxito de ‘La espía que me achuchó’ surgió de la aparición de Mini yo y Gordo Cabrón. Si el obeso escocés que también encarnó el propio Myers fue la explosión del humor más zafio, escatológico y sucio de la serie, Mini yo era un roba corazones de libro. Primero como copia del Doctor Maligno y por último de Austin Powers en ‘El miembro de oro’, el personaje interpretado por el tristemente fallecido Verne Troyer fue, sin decir ni una palabra, el perfecto interlocutor para el desarrollo de los gags de ambos personajes principales. Su carácter humorístico parece adelantado a su tiempo, como si tuviese conciencia de meme de Twitter antes de la existencia de ambos términos. Su simple presencia confirmaba que Austin Powers y el Doctor Maligno, creados apenas dos años antes, eran tan característicos que se podían reproducir fácilmente. Tenían personalidad, eran iconos de los que veinte años después aun no nos hemos olvidado.
Color, creatividad y humor clásico
Dirigidas por Jay Roach, también director de ‘Los padres de él’, la película explotaba su base paródica para llenar de una imaginativa propuesta visual cada una de las películas. Si la primera se sitúa en los noventa, la segunda en los sesenta y la última pasa levemente por los setenta, el color, la estética y el vestuario de cada una de estas épocas se encuentra, fusiona, deforma y potencia en una presencia continua de escenarios y trajes llamativos. Si uno piensa en Austin Powers, lo primero que le viene a la cabeza es el color. Estamos acostumbrados a que las películas palomiteras y cómicas tengan un aspecto visual plano y uniforme, como si hubiesen sido hechas con un manual, unos mínimos. Las comedias de Powers son todo lo contrario, dan la sensación de que pueden ser maravillosas sin ni siquiera oír los diálogos. Ese gusto kitsch donde cada cosa es una referencia, un homenaje creativo a elementos retro está más vivo que nunca. Es en eso donde Austin Powers toma distancia con otras sagas paródicas como por ejemplo ‘Scary Movie’. Aquí cada referencia, cada caricatura, desde los personajes hasta el vestuario, esta creado con energía, con originalidad y sin dejarse nada para otro momento.
Hablamos de tres películas que son un auténtico festival, y tardaríamos mucho en decir de qué. Básicamente porque por ellas pasa de todo. Roach aprovecha el marcado carácter físico de sus personajes y sus escenarios para introducir videoclips, parodias como la película de ‘El miembro de oro (atención a la aparición de Tom Cruise, Spielberg, Spacey y Danny de Vito) y los recordados gags de siluetas. Estos últimos, que aparecen algunas veces mediante las sombras y otros tapando desnudos con objetos, son una de las señas de identidad de la trilogía y una muestra más de que en las comedias zafias de humor clásico también hay espacio para la creatividad visual.
Por encima de todo, las tres películas de Austin Powers (y esperamos que dentro de poco haya una cuarta) son una buena ocasión para reivindicar la existencia de un humor perdido que, como cualquier otro, se puede hacer bien y mal. Y Powers, aún alejados ya en más de dos décadas de su estreno, lo hizo bien. Vivimos en un mundo en el que ahora parece ser que el humor también nos tiene que hacer creer que somos más inteligentes de lo que en realidad somos. No, las comedias de Powers no son “humor inteligente” pero tampoco lo pretenden. Verlas en la actualidad acaba por resultar un soplo de aire fresco porque en ellas vive ese aire infantil, gamberro y directo de quien no se planteaba la posible ofensa a cada paso que daba. En las películas de Powers todo y todos son tan ridículos que ofenderse por una cosa en particular y no entender que todo el conjunto es paródico resulta hasta difícil. De hecho, si algo acaban por ser los personajes del Universo Austin Powers es entrañables. Y si no, véanse los flashbacks de ‘El miembro de oro’ en donde los dos protagonistas comparten pasado.
El resultado fue y es una trilogía de comedia gamberra y zafia tremendamente divertida y colorida, la parodia de un clásico que se convirtió en uno mediante un endiablado ritmo de gags y personajes. Por el camino nos dejó frases, bromas y muchos pero que muchos nombres graciosos que, inventados hoy, harían las delicias de Twitter y de cualquier grupo de Whatsapp que se precie. Pero más allá de todo, Austin Powers ejemplifica como pocas esa honorable aunque desprestigiada intención cinematográfica de hacer reír, de divertir. Ni más, ni menos.

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.