La celebración del Festival Film D’A de Barcelona 2020 se ha clausurado con unas vertiginosas cifras de visionado de sus películas: 215.000 frente a los 20.000 espectadores presenciales del año pasado. Todo ello gracias a la colaboración del festival con la plataforma Filmin.
En la décima edición del certamen se han reunido todas las circunstancias para una impecable tormenta cinéfila perfecta. Sin lugar a duda, el trabajo previo de todo el equipo del festival ya había sembrado la semilla: reacción inmediata a una situación imprevista, selección arriesgada y apasionante, comunicación impecable, empatía con el público, jurado de lujo…
A ello se unía su paso por la plataforma Filmin, en la que sus usuarios, tras un largo confinamiento, recibieron con entusiasmo una nueva propuesta que podían disfrutar solo durante diez días. El resultado, muchísimo más allá de lo mejor que se podía esperar, confirma un hito extraordinario. 215.000 visionados frente, por ejemplo, la media de espectadores de los últimos años del festival de San Sebastián, unos 175.000 (con un significativo incremento desde la nueva dirección de José Luis Rebordinos, en 2010 el número de espectadores era de unos 155.000).
Los datos son necesarios para el análisis, pero lo primordial es que las conclusiones sean meditadas desde una perspectiva general. Esta pandemia, que ha trastocado en profundidad los cimentos de muchas de nuestras concepciones, confirma a nivel cinematográfico lo que muchos desde hace tiempo sospechábamos.
La primera crisis del cine se produjo el día de su nacimiento. Cuando George Méliès descubrió el cinematógrafo quiso, de inmediato, comprar un aparato a los hermanos Lumière. Louis Lumierè, ante el fracaso de la primera proyección ante solo 33 espectadores y su poca fe en el invento, le comentó que el cine no tenía futuro. La realidad es que, pese a ser un excelente científico era un redomado pesimista, el cine ha sabido reinventarse ante cada nueva crisis. De hecho, sale favorecido de cada una de ellas. Si hay una certeza que no debemos olvidar de esta pandemia es que, frente a una pluralidad casi ilimitada de alternativas de ocio en casa, el séptimo arte (series, largometrajes de ficción y no ficción y cortometrajes) ha sido la opción mayoritaria, reafirmando su carácter absolutamente necesario, hoy en pleno siglo XXI, tanto o más que en su época dorada.
Es el momento de adaptarse a la expresión de moda, ‘la nueva realidad’ (aunque la realidad por definición es nueva cada día). Todas las fases de la industria del cine deben crear las bases de un cine adaptadas a la actualidad, no con una concepción del siglo XX, y deben convivir con las nuevas pantallas porque, al final, es bueno para todos, publico e industria.
Recientemente Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes, afirmaba que ‘un festival online no es un festival’. Cada uno puede definir o concebir un festival como mejor lo creo conveniente. En mi opinión, un festival debe reunir tres elementos: industria (mercado, profesionales y producción), público y presencia de creadores (cineastas y equipo artístico). Seamos sinceros, el Festival de Cannes es, al igual que la gran distribución también creada en Francia, el mayor mercado del cine europeo (¿mundial?) con la mejor vitrina inimaginable, un carrusel de estrellas que vende lo que se exhibe, a puerta cerrada y sin público, en este glamuroso hipermercado del séptimo arte. No hay ninguna crítica en ello. Cannes es vital, necesario e imprescindible. La afirmación de Thierry Frémaux es lógica para él y para toda Francia. Pero en España no tan importante un festival presencial que uno en la pantalla de una plataforma porque la oferta no es la misma. Ambos son necesarios. Es más, pienso que son compatibles e imprescindibles.
¿Francia ha creado el mejor sistema de defensa y distribución de la industria cinematográfica del mundo, aplicable para todo el mundo? Respuesta rotunda: no. Este país ha sabido configurar el mejor sistema para su propia industria y su propia estructura de distribución y exhibición. Olvidemos París y vayamos a una ciudad media francesa. Burdeos, no llega ni a 300.000 habitantes. Pantallas actuales, más de 20, y próxima apertura de otras 10 salas, con cine en versión original gran público, cine de autor y de patrimonio. Ejemplo de un pequeño pueblecito de las Landas, Labouheyre, población que no llega a 3.000 habitantes, un cine que proyecta entre 6 y 8 películas por semana, cine de autor, gran público e infantil, de miércoles a domingo. Presencia de varios festivales, educación sobre la imagen en la escuela e innumerables sesiones pedagógicas en escuela, liceos… En total casi 6.000 pantallas de cine en el país para un total de unos 213 millones de entradas en 2019.
La situación en España, unas 3.600 pantallas (casi la mitad) para casi 106 millones de espectadores en 2019 (justo la mitad que en país vecino). ¿Dónde se encuentra el cine de autor en nuestro país? En los festivales. Aquí hemos creado un dantesco sistema que se muerde la cola: pedimos al público que vaya al público cuando cada vez tenemos menos pantallas y la mayoría exhiben lo mismo.
Los datos del cine francés son espectaculares. ¿Los nuestros son tan malos? Sinceramente, no. Todo lo contrario. Un último dato. Las ayudas al cine español en 2018 fueron de casi 110 millones de euros. Las ayudas al cine francés en el mismo periodo ascendían a más de 1020 millones de euros (casi diez veces más), según los datos oficiales de la memoria anual del CNC (Centro Nacional de la Cinematografía y la Imagen Animada). La diferencia es que los políticos de nuestros vecinos saben que el cine es una industria estratégica con repercusión internacional. Aquí, todavía no hemos encontrado políticos que tengan tal visión de esta industria, pero nuestros/as cineastas logran un rendimiento excepcional con una inversión muy reducida.
¿Sería la solución adoptar el modelo francés en nuestro territorio? Tampoco. Debemos crear un sistema propio adaptado a nuestra situación, que lo estabilice y fortalezca. A nivel interno se necesita, de manera urgente, una profunda reflexión y diálogo entre todos los actores de la industria cinematográfica, productores, exhibidores (en sala y online), distribuidores y académicos, para sentar las bases de una nueva forma de exhibición que cumpla con las expectativas del público (y que incluya, evidentemente, el cine en la educación para crear al público del futuro). Los jóvenes de hoy están expuestos, desde la mañana a la noche, por una infinidad de imágenes, ¿no es tan importante que sepan tanto qué es una hipotenusa (que sinceramente yo solo recuerdo el nombre) como que dispongan de los elementos necesarios para analizar, entender y asimilar cualquier imagen?
No es incompatible un festival presencial con uno online, se pueden y deben combinar porque hay un público que, de otra manera, no puede acceder a este tipo de cine. La Academia de Cine ha permitido este año que las películas estrenadas online pueden competir por los premios Goya, añadiendo una coletilla que pocos han remarcado, ‘siempre y cuando se hubiese previsto su estreno en salas’. Pero si ya no hay casi pantallas y en éstas el cine de autor nacional está maltratado (con honradísimas excepciones y la ardua labor de un reducido grupo de salas que se arriesgan con cada film).
Todo lo interno se debe completar con un apoyo a nivel externo,como la creación de un organismo que, al igual que CinemaChile o UniFrance, dé a conocer, defienda y venda nuestro cine en el exterior. Francia logró casi 250 millones de taquilla con su cine en el extranjero. Aquí (con datos de 2017) no llegó a los 100, dos veces y medio menos.
Debido a esta particular situación Filmin seguirá con una pléyade de festivales apasionantes: del 19 al 31 de mayo DocsBarcelona, del primero al 14 de junio la Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona, y del 11 al 21 de junio el Indie & Doc Fest Cine Coreano (y los que vendrán). En la variedad está el gusto y todo es necesario porque crea audiencia, objetivo principal del arte (y, por supuesto, la industria) cinematográfico.
Es el momento ideal para reflexionar sobre el cine, el que queremos, el que podemos crear, el que defendemos y el que disfrutamos, para que mañana haya más Días Extraordinarios en el cine (con independencia de la pantalla en lo que lo vemos). Hablar sobre el cine también es otra forma de hacer cine. Esperamos tus comentarios, críticas, ideas, sugestiones…