Lo hemos oído demasiado a menudo, eso de que la peor entrega de 'Misión: Imposible' es la segunda. No solo eso, muchos hablan de ella como un despropósito, una película “MALA” con mayúsculas y eso sí que es discutible. Podemos mirar los rankings más célebres de internet y ver que la cinta, que ahora cumple 20 años, tiene un 6,1 en IMDB, un 4,8 en Filmaffinity y un 43% en las puntuaciones de la audiencia de Rotten Tomatoes. Si nos vamos a los críticos profesionales hay más división. Empire, Los Angeles Times o The Whasington Post la elogian. El famoso Roger Ebert incluso afirmó que era mejor que la primera. Variety, sin embargo, la pone a caer de un burro. Pero podemos concluir que ha sido, sobre todo, el público el que fijó esa idea de mala película en relación a ‘Misión: Imposible 2’. El objetivo de este artículo no es otro que el de defender esta denostada cinta, llena de elementos de interés y víctima de apreciaciones demasiado subjetivas.

Acabemos rápido con la sinopsis porque estamos en 'Misión: Imposible' y la historia es la que es, lo que Hitchcock llamaría un Macguffin de libro. Los malos, junto con una poderosa farmacéutica, planean hacer negocio con un virus mortal vendiendo su correspondiente vacuna. La misión de Ethan Hunt, cómo no, es enterarse de todo ello y evitarlo. Podría ser una cabeza nuclear en vez de un virus que nos daría lo mismo.

La Semana Santa de Hong Kong

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Universal

Lo importante aquí, los focos de la mayoría de las críticas, son dos cosas. La primera afecta solo a España, en donde la película tiene particular mala fama por una razón muy simple. Sí, esta es la famosa película que mezcla la Semana Santa y las Fallas, y encima lo crítica (concretamente el personaje de Anthony Hopkins). Nos cuesta reponernos a la indignación que nos produce oír cosas como “que curiosa manera de honrar a los santos, quemándolos” ¡Y tanto curiosa! cómo que no es verdad. Pero, siendo sinceros, esto es más bien una casualidad que algo que desmerezca verdaderamente la película. Los chinos aún no han perdonado a Zhang Ziyi por interpretar a la protagonista de ‘Memorias de una Geisha’, película dirigida por Rob Marshall y producida por Spielberg que eligió a dos grandes estrellas chinas (Ziyi y Gong Li) para interpretar a dos geishas, bueno, lo que en china llamaron directamente prostitutas japonesas. Podríamos poner otros ejemplos como los Sanfermines en Sevilla de ‘Noche y día’ (James Mangold, 2010) o tantas y tantas alusiones engañosas al Día de los Muertos de México. Cuando una producción anglosajona internacional recurre a estas tradiciones lo hace buscando exotismo y espectacularidad, no veracidad. El tema es que aquí nos tocó a nosotros, con un asunto tan sensible como el religioso y, encima, mezclando tradiciones emblemáticas de dos regiones diferentes. Pero si somos justos con el resto de culturas, es algo que podríamos criticar a cientos de películas. No me quiero ni imaginar a egipcios e indios viendo Indiana Jones...

El problema de la nacionalidad del espectador es todavía más clave en esta película que la anécdota de la Semana Santa. Y nos lleva al gran foto de crítica de la cinta. La película está dirigida por John Woo, un reputado autor hongkonés cuya estética y espectacularidad en cintas como ‘Un mañana mejor’ (1986), ‘The Killer’ (1989) o ‘Acantilado rojo’ (2009) lo sitúan como uno de los cineastas asiáticos más espectaculares de las últimas décadas. El problema es que no estamos acostumbrados a que 'Misión: Imposible' se mueva dentro de los mismos códigos que el cine hongkonés.

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Ante todo, la película es puro Woo, y eso en una saga totalmente ajena a rasgos de autor resulta extraño. A muchos les parece ridícula la escasa veracidad de las secuencias de acción de la cinta. Acostumbrados a un enfoque del género más físico y sucio, Woo se recrea en imágenes imposibles, miradas que se enamoran en plena persecución de coches, palomas blancas que anuncian a cámara lenta la llegada del héroe o motos que parecen bailar más que perseguir a alguien. La estilización desmedida y el barroquismo cinematográfico es algo habitual y admirado en el cine de acción hongkonés, lleno de secuencias espectaculares y destinado a un público que tiene un concepto de la veracidad diferente al nuestro. De hecho, cuando la nacionalidad es otra, en occidente lo elogiamos. Solo hay que ver las peleas voladoras imposibles de ‘Tigre y dragón’ (Ang Lee, 2000) o ‘La casa de las dagas voladoras’ (Zhang Yimou, 2004). Lo que ocurre en ‘Misión: Imposible 2’ no es muy distinto a lo que admirábamos de esas películas, es el mismo concepto de espectáculo que solo nos trastoca por nuestras expectativas, creadas por la simple nacionalidad de la película. Lo mismo se puede decir de las interpretaciones, los actores están en otro registro y lo encajamos de manera distinta. Tom Cruise, Dougray Scott y Thandie Newton nos parecen sobreactuados, como la acción nos resulta exagerada. Pero si en su lugar pusiéramos a Zhang Ziyi y Chow Yun-Fat todo nos encajaría. Solo hay que repensar las interpretaciones de, por ejemplo, 'Parásitos' con intérpretes occidentales y en vez de Oscars les hubieran dado Razzies.

Veracidad vs Espectáculo

El problema de ‘Misión: Imposible 2’ es culpa de un choque cultural, no de un mal trabajo cinematográfico. Quizás podamos echar la culpa a la producción, que creyó que era buena idea darle un toque de acción hongkonesa a la saga tras Brian de Palma, pero eso habla mal de la estrechez de miras de los espectadores. Luego la saga se ha ido afianzando de la mano de grandes cineastas que, sin embargo, defienden un concepto muchísimo más conservador que Woo. J.J. Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie son hombres de oficio, que hicieron justo lo que se esperaba de ellos. Puede que sus películas tengan menos fallos, que no haya nada que haga al espectador perder la inmersión en la película, pero tampoco hay ningún aporte más allá de perfeccionar lo que ya saben que funciona. Woo te despertaba con su exageración, te decía lo que estabas viendo porque quería que disfrutaras del espectáculo, no que te creyeras la mentira por enésima vez. Se equivocó, pero dejó muchas más ideas por minuto que sus sucesores.

Hemos empezado diciendo que ‘Misión: Imposible’, como la saga Bond, se basa en el concepto de MacGuffin hitchconiano, ese elemento sin importancia que mueve la trama y permite a la película desarrollar todo lo que de verdad interesa. Pero eso no es lo único que la película coge del maestro inglés. Los personajes de Dougray Scott (Sean Ambrose) y Richard Roxburgh (Hugh Stamp) guardan una insinuada relación, con toques de celos y posesión, en su mansión que nos hace pensar en la que Hitchcock apunta entre Phillip Vandamm (James Mason) y Leonard (Martin Landau) en 'Con la muerte en los talones'. En ambas, la unión se tambalea por la llegada de la protagonista. Y es precisamente ese papel, el femenino, el mayor interés de la película.

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La pobre Thandie Newton, en la cima de su belleza, se estrelló en su gran salto al estrellato (valga la redundancia), y de aquí solo se llevó gran parte de las críticas y una nominación al Razzie. Tranquilos, ya le llegaría el éxito con ‘Crash’ (Paul Haggis, 2004) y continuaría hasta nuestros días con ‘Westworld’. Pero lo cierto es que su rol como Nyah es el papel femenino más interesante de toda la saga. Sabemos que Michelle Monaghan se convertirá en el gran amor de Ethan y que Rebecca Ferguson apunta a ser la sucesora, pero lo de Thandie Newton ponía a Ethan en un brete mucho más complejo, que también nos lleva a Hitchcock. Dejando por un momento ‘Con la muerte en talones’, ‘Misión: Imposible 2’ se marca con su trama amorosa un ‘Encadenados’ en toda regla. Es decir, que el agente tiene que convencer a la chica que ama de que finja enamorarse del malo. Vamos, que se acueste con él. Un giro que convierte al perfecto e impoluto protagonista en un chulo del estado.

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Quizás a este apartado pertenezca también uno de los mayores e innegables resbalones de la película, la frase de Anthony Hopkins (Comandante Swanbeck) a Tom Cruise (Ethan Hunt) para convencerle de obligar a su amada, ladrona pero no prostituta, a seducir a otro hombre: “Ir a la cama con un hombre y mentirle. Es una mujer, es todo el entrenamiento que necesita”. Aquí las dos décadas de la película caen como una losa, igual que lo rápido que se despachan las dudas de Ethan o el conflicto interior de Nyah. Pero es la única película de la saga en la que el conflicto amoroso tiene un interés más allá de los habituales: un interés amoroso (Monaghan), una compañera sexy (Paula Patton) y una antagonista seductora (Léa Seydoux o Vanessa Kirby). Aquí tanto Nyah como Ethan se mojan, se arrepienten y hacen algo por la misión que verdaderamente les fastidia, les corrompe y les marca. La película no incide mucho en ello pero es el único momento de toda la saga en la que Ethan acepta hacer algo amoral.

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En cuanto a las “ridículas” set pieces de acción de Woo, al menos se atrevieron a llevar el imposible del título a lo cinematográfico. Toda la saga se basa en tareas que Hunt tiene que hacer, pero que se complican por falta de tiempo o porque algo se rompe. Casi siempre se recurre a un montaje que alarga la acción contra un cronómetro que no deja de correr y nos insinúa que Hunt no va a llegar a tiempo... Hasta que lo hace. John Woo optó por otra vía distinta, la del espectáculo visual. Aquí las hazañas de Hunt son sus piruetas voladoras, sus patadas imposibles, su asombrosa puntería o su forma de conducir. Mientras los demás recurrieron a un lugar común de calculada y conocida tensión, Woo voló por los aires la falsa veracidad de toda la saga en busca del puro espectáculo. Lo que viene siendo enamorar a los dos protagonistas en una persecución descontrolada al borde de un precipicio:

Pero John Woo no traicionó a la franquicia en busca de su estilo, simplemente le quiso transmitir su personalidad. Por ejemplo, a cualquier fan de la saga le encanta el llamado momento máscara. Sí, esa escena en la que a alguien le engaña un personaje disfrazado y, tras la escena, se revela que era mentira. Es un lugar común de la saga que se suele hacer una o, como mucho, dos veces por película. Bien, pues en ‘Misión : Imposible II’ es algo tan continuo que hasta cuesta contarlas. Podríamos hablar de la escena inicial en el avión, en la que vemos a un falso Ethan Hunt, también del interrogatorio que hace confesar al magnate farmacéutico pero, sin duda, la cumbre de estas escenas en toda la saga es la última. En ella vemos a un Ethan Hunt, sin poder hablar por “tener la mandíbula rota”, ser ejecutado ante nuestros ojos. Por supuesto no era el verdadero. No tenemos ni la más remota idea de como, en medio de una lucha a muerte con decenas de mercenarios y en escasos segundos, ha conseguido hacer un intercambio perfecto de caras y voces con el matón antagonista. No tiene sentido, ninguno, estamos de acuerdo. Pero pocas veces se ha aprovechado mejor esta dinámica que aquí, en donde vemos “morir” a nuestro protagonista. Un ejemplo claro de como Woo solo quiso sublimar lo que hoy más conocemos y admiramos de la saga.

No apta para todos aquellos que aún quieren seguir creyéndose lo que ven en pantalla en lugar de disfrutar del artificio, ‘Misión: Imposible 2’ puede que no sea la mejor entrega de las misiones imposibles de Ethan Hunt. Podríamos incluso decir que es una apuesta fallida por como mezcló estilos cinematográficos y registros que no suelen convivir, pero está muy lejos de ser una mala película. Tiene ideas, tiene estilo y no para de apostar por el puro espectáculo. Puede que no siempre sea mejor pasarse que quedarse corto, pero en 'Misión: Imposible' debería ser así.

Headshot of Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino.  Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación.  Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.