• 'Drácula' dio el pistoletazo de salida a los míticos monstruos de Universal, antes de Frankenstein y el Hombre Lobo.
  • Bela Lugosi llegó al papel desde el teatro, tras la muerte de Lon Chaney
  • Tras 'Nosferatu', la cinta de 1931 fue la primera adaptación oficial de 'Drácula' de Bram Stoker al cine.

Pasan los años y el cine cada vez está más lejos de ser ese nuevo arte que asombró y dominó el siglo XX. Cada vez quedan más atrás los referentes que le dieron forma, crearon la historia y sembraron el imaginario mundial. Uno de esos títulos es, sin duda, ‘Drácula’, que ya cumple nada menos que 90 años de edad. ‘Drácula’, con todas las letras del término, llegó a la pantalla 8 años después de que F.W. Murnau sentase las bases del género de terror con la magistral ‘Nosferatu’.

El mundo se asustó tanto con los mordiscos y las eternas imágenes en sombra del vampiro interpretado por Max Schreck que creyó que era real, un verdadero vampiro al que le prometieron el cuello de la actriz al final del rodaje a cambio de su actuación. Quién no se creyó nada del cuento fue la viuda del escritor irlandés. Florence Stoker denunció a la productora y manejó los derechos de la obra cumbre de su marido con mano de hierro. En 1924 los cedió por primera vez para una obra de teatro que se convirtió en la primera adaptación de la novela. Fue precisamente con la compra de esos derechos con los que Universal realizaría la primera película oficial de ‘Drácula’, el primer nombre mayúsculo del género de terror.

bela lugosi como drácula en 1931
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Universal creó con sus monstruos, en los albores del cine sonoro, la Santa Trinidad de personajes del terror. En febrero de 1931 se estrenó ‘Drácula’, con Bela Lugosi. En noviembre de ese mismo año llegaría ‘El doctor Frankenstein’, con un Boris Karloff en el papel del monstruo que siempre competiría con nuestro protagonista por ser el gran actor, y el gran personaje, del terror clásico. Una década después, nada menos que Lon Chaney Jr. protagonizaría ‘El hombre lobo’. El resto es historia, y menos mal que bien filmada.

El estudio, que todavía hoy da vueltas a cómo revivir su plantilla de monstruos en forma de universo cinematográfico, no reunió tres nombres al azar. Boris Karloff era el actor más dotado de los tres, pero también el de físico más peculiar. Él tuvo la carrera más larga, los mejores títulos en su filmografía y una legendaria envidia que otros catalogan de profunda amistad y admiración por parte de Bela Lugosi. El actor húngaro tuvo una carrera difícil y de lo más llamativa. Llegó al cine por una desgracia, la de la muerte de un coloso de la pantalla como era Lon Chaney, que murió prematuramente de cáncer. Suyo iba a ser el papel de Drácula. Con la primera opción descartada, Universal esperó una década a su hijo para darle un papel, pero sería el de ‘El hombre lobo’. ‘Dracula’ sería protagonizada por el actor húngaro que ya le había dado vida en las tablas. Así, Universal adaptó la adaptación teatral de la novela no solo en cuanto al libreto, también en respecto al actor.

bela lugosi como drácula en 1931
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Lugosi llegó y triunfó. Max Schreck siempre será el vampiro más inolvidable del cine pero Drácula, con mayúsculas, sin especificaciones, Drácula a secas, ese es Bela Lugosi. Quizás el actor que supo llevar el rol a sus cotas más altas fue Christopher Lee, podríamos decir que no hay mejor adaptación que la de Coppola, con Gary Oldman. Si nos vamos ya hasta Robert Pattinson y ‘Crepúsculo’ es solo para dejar claro que, evidentemente, cada generación tiene su propio vampiro. Pero son los pioneros los que escriben la historia.

Él fue el primero en lucir el título de manera oficial y repitió el papel hasta 1948, en una carrera que no tardó en caerse por la borda. Como curiosidad, rechazó en múltiples ocasiones interpretar al monstruo de Frankenstein, aunque llegó a encarnar al jorobado Ygor dos ocasiones. Universal no dudó en juntar a sus dos rostros más célebres en películas como ‘La sombra de Frankenstein’ (1939) o ‘Satanás’ (1934). Sin embargo, mientras la carrera de Karloff se mantenía, la de Lugosi solo encontraba el éxito refugiada bajo la capa de Drácula.

Durante su participación en la II Guerra Mundial, donde fue herido en la pierna, se hizo adicto a la morfina, un hábito que no mejoró ni mucho menos su salud laboral. Ya sin más fama que la que vivía en la mente de los nostálgicos, murió de un infarto como vieja gloria trabajando con Ed Wood, una colaboración cuanto menos curiosa que el propio Tim Burton recreó en su biopic sobre el desastroso cineasta y que le valió un Oscar a Martin Landau. Era 1956 y su familia lo enterró vestido del Conde Drácula, deseo que expresó en un documental de Universal sobre la cinta.

bela lugosi como drácula en 1931
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Pero volvamos a ‘Drácula’. De la cinta se hizo cargo Tom Browning y, la verdad sea dicha, está muy lejos de ser de lo mejor de uno de los directores más sorprendentes e infravalorados de la historia del cine. El peso del estudio y el precio de la célebre obra se nota, y mucho, en una cinta muy teatral, con un montaje realmente extraño (se dice que el estudio cortó 15 minutos de la película ya terminada) y con una puesta en escena muy estática. A años luz de auténticas joyas de Browning como ‘Garras humanas’ (1927), ‘La parada de los monstruos (Freaks)’ (1932) o ‘Muñecos infernales’ (1936).

Hablamos de la historia clásica (lógicamente) de ‘Drácula’, una que algunos entienden como una especie de precuela de la de la novela, pero que también cumple sus puntos más importantes fielmente. El joven Renfield acude a Transilvania para venderle al Conde Drácula una finca en Londres. A pesar del temor de los lugareños, no ceja en su empeño de acudir al ruinoso castillo. Drácula no tarda en dejarle inconsciente y morderle, con permiso de sus tres esposas. Convertido ya en esclavo del vampiro, Renfield y Drácula llegan a Inglaterra en barco. Allí, el chupasangre atacará a dos mujeres, matando a la primera, Lucy (Frances Dade). Será cuando intente convertir a la segunda, Mina (Helen Chandler) cuando el Profesor Van Helsing (Edward Van Sloan) logre atravesarle el corazón con una estaca de madera y salvar a la joven antes de su reconversión. Un final feliz pero abrupto, en el que se intuye un corte poco consensuado con el equipo artístico y que, sin duda, no es lo mejor de la película. De hecho, las últimas frases son “¿Viene usted?”, a lo que Van Helsing responde, “Aún no, por el momento”.

bela lugosi como drácula en 1931
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Más allá de la melodía de El lago de los cisnes de Chaikovski que adorna los créditos iniciales, la cinta acusa la falta total de banda sonora. Un hecho relativamente habitual en los primeros años del sonoro donde, para diferenciarse de las musicalizadas películas mudas y lucir el sonido, muchas cintas dramáticas no lo vieron necesario. Sin embargo, la película acusa, pese a los cuatro años de existencia de la sonorización, de un registro interpretativo tremendamente exagerado y gestual que no ha envejecido nada bien. Pero, pese a los fragmentos truncados de la historia (la parte de Transilvania dura poco más de diez minutos), el peso del silencio o las desacertadas interpretaciones, ‘Drácula’ resiste al paso de la historia. Podríamos decir que los defectos anteriormente citados son sus grietas, visibles, pero en la cinta ya nonagenaria resiste un aire de clásico inconfundible.

Bela Lugosi tiene gran parte de culpa. Todas las escenas de Drácula rayan a un nivel muy superior que las del resto de personajes, pero si hay un momento que resista el misticismo de esta cinta es la presentación del personaje de los personajes. Bela Lugosi baja las escaleras de su cochambroso y enorme castillo, lleno de telarañas, envuelto en su característica capa. Si resumiésemos el cine en una decena de imágenes, probablemente esta sería una. Su mirada, hipnótica, su porte elegante y su dicción conforman una especie de encantamiento que continúa siendo el verdadero tesoro de la cinta.

bela lugosi como drácula en 1931
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Mientras ‘Drácula’ en ingles se rodaba durante el día, los mismos decorados se utilizaban por la noche para filmar el mismo libreto traducido al español, con actores latinos y españoles en una mezcla de acentos. Una suerte de invento alternativo al rodaje en los albores del sonoro que, lógicamente, fracasó estrepitosamente. La versión mexicana estuvo dirigida por George Melford y Enrique Tovar Ávalos, y protagonizada por Carlos Villarías, que también hizo justicia al peso de su papel. Sin embargo, esta versión permanece solo como una nota de curiosidad alrededor de la figura del vampiro creada por Bela Lugosi, capaz de dotar de carisma a los silencios de la cinta y hacer olvidar lo artesano de los efectos especiales y el escaso atrevimiento de la cinta con el potente peso sexual de la historia.

Nunca bebo… Vino.

Sí, pese a que el Código Hays todavía no había entrado en vigor, no veremos a Drácula mordiéndole el cuello a ninguna bella joven. De hecho, la aparición de famosas tres esposas dura escasos segundos. Lejos queda el asalto de la sombra, casi orgásmico, sobre la protagonista de ‘Nosferatu’. Sin embargo, Lugosi, su porte y su mirada de corrompida seducción también lograron el imposible en ese aspecto. El húngaro fue el primer Drácula del cine, lo fue hace ya 90 años, no diremos que fue el mejor, pero sí que siempre será el de la leyenda.

bela lugosi como drácula en 1931
John Springer Collection//Getty Images

PD: Para los que a día de hoy se quejan cuando a un personaje clásico le cambian el sexo o la raza, y ponen el grito en el cielo, ya en 1936 Universal estrenó ‘La hija de Drácula’, adaptando la historia original para una protagonista femenina. Ella fue Gloria Holden.

Headshot of Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino.  Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación.  Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.