Sabes que un cineasta como Luis García Berlanga es realmente importante en España cuando la mismísima RAE incluye en su diccionario el adjetivo “berlanguiano”. Lo definen de manera escueta ("perteneciente o relativo a Luis García Berlanga, cineasta español, o a su obra"; "que tiene rasgos característicos de la obra de Luis García Berlanga"), pero lo de ser berlanguiano es algo mucho más concreto: es una habilidad para satirizar desde el costumbrismo, hacer denuncia política con un profundo humanismo y disfrazar de comedia las tragedias cotidianas. O, como dijo José Luis Borau cuando presentó su propuesta en la RAE: "Nos ha proporcionado una visión agridulce y conmovedora de nosotros mismos, además de ser, de puertas adentro, nuestro primer creador cinematográfico".

En efecto, el valenciano fue el primer gran autor de nuestro cine. Y sus méritos son dobles teniendo en cuenta cómo toreó a la censura franquista para llevar a la gran pantalla críticas a la guerra y la violencia, así como denuncias sociales que reflejaban las duras realidades de nuestra historia. Como veremos, su filmografía funciona como una suerte de crónica cómica e impagable de nuestro pasado. A través de sus películas podemos aprender mucho de nuestras costumbres, nuestra forma de ser y las condiciones de vida que asolaron a la España de la posguerra y el franquismo. Las imágenes de Berlanga cubrieron toda esta época de un filtro de entendimiento, crítica y sentido del humor gracias además a las interpretaciones inolvidables de Pepe Isbert y los dardos silenciosos de los guiones de Rafael Azcona.

El cineasta, fallecido en 2010, es el centro de las celebraciones de nuestro cine en este 2021. Se cumplen 100 años desde su nacimiento, y por eso aprovechamos para dar un repaso a sus películas, disponibles este mes en FlixOlé, a través de sus conexiones con la historia de España, desde la vida en las trincheras guerracivilistas hasta la llegada de la democracia.

imagen de plácido
Plácido

Sátira y denuncia de posguerra

"Siente a un pobre a su mesa", rezaba el eslogan de la campaña de Navidad en el centro de la película 'Plácido', estrenada en 1961. Esa frase debía haber sido el título del proyecto, pero apelaba demasiado directamente a la inspiración real de la historia: fue una campaña real franquista con la que querían fomentar la caridad cristiana en las fechas navideñas, aunque lo que en realidad pretendían era lavar las conciencias de los privilegiados mientras las clases populares españolas pasaban hambre. Es el caso de Plácido, el protagonista, que es contratado para recorrer la ciudad con un motocarro adornado con una estrella fugaz, pero debe abonar la primera letra del modesto vehículo antes de que acabe el día. A su alrededor, el régimen exhibe su compasión y buenas intenciones. Dentro de las casas, las familias sufren para poner comida en la mesa.

Aquella era la realidad de una posguerra marcada por la hambruna y la miseria. Berlanga envolvió lo real en la sátira y dejó un retrato de la hipocresía obscena de las clases altas en un momento en el que el país aún sufría las secuelas de una terrible Guerra Civil. Aquella contienda también pasó por el filtro berlanguiano en 'La vaquilla', estrenada en 1985, una década después del fin de la dictadura. En aquel entonces, el cineasta pudo llevar a cabo este proyecto, cuyo guion estaba escrito desde finales de los 40. Contó así una historia ambientada en las trincheras, donde un grupo de soldados de la Zona Republicana decide raptar la vaquilla que iba a ser el centro de las celebraciones de la Virgen de Agosto en la Zona Nacional.

La realidad también se colaba en el retrato bélico y cómico de esta película: los intercambios de tabaco, cartas, comida o noticias entre los enemigos de las trincheras. Así lo atestiguaba el propio Berlanga por sus experiencias como soldado republicano en el frente de Teruel. "Quería hacer una película en la que expresase lo que ya sentía yo en aquel momento: que en la Guerra Civil no hubo ni vencedor ni vencidos, que desde las trincheras para atrás existían las ideologías, pero que entre trinchera y trinchera predominaba la biología y la supervivencia", contó en una entrevista, donde recordaba aquella frase clave del filme cuando los protagonistas se bañan ("Aquí en pelotas, ni enemigos ni nada") y apuntó que su objetivo era "desmitificar la guerra". Fue un relato contado desde el aburrimiento, las frustraciones y las necesidades de los soldados, de nuevo entre la comedia costumbrista y el retrato crítico. Un equilibrio que a estas alturas de su carrera dominaba a la perfección.

comedias negras
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La dictadura de las contradicciones (y la censura)

Aquellas dos películas tan características de los años de la Guerra Civil y la posguerra las firmó junto al guionista Rafael Azcona, segunda mitad de un brillante tándem mediante el que exhibieron esa visión tan terrenal de la vida y costumbres de la España de la época, así como una perspectiva crítica tan aguda e inteligente que logró escapar en gran medida a la censura franquista. Su particular crónica de España siguió con una de sus películas más icónicas: 'El verdugo', estrenada en 1963.

Berlanga partió de un dato real, como recordaban en El Correo: un amigo le contó que una vez, al asistir como abogado de oficio a la ejecución de una mujer, vio cómo el verdugo que tenía que darle muerte tardó en hacerlo porque se puso malo. Esta idea fue la chispa que encendió las mentes de Berlanga, Azcona y el italiano Ennio Flaiano, que escribieron el guion alrededor de un verdugo que odia su trabajo y debe seguir adelante con él por las presiones sociales y familiares que experimenta. Vaya, una víctima más del régimen y, de paso, un feroz alegato contra la pena de muerte. Aunque finalmente se recortaron cuatro minutos de su metraje y no le faltaron detractores dentro del régimen, 'El verdugo' tuvo dos armas para escapar la censura: elegir a Pepe Isbert como protagonista, cuyo carisma era incensurable, y centrar la perspectiva de la historia en el verdugo, y no en el preso. Así, el funcionario es el protagonista y su tarea, con todas sus sombras, está en el centro de la acción.

novio a la vista
Novio a la vista

Pero la vida bajo el franquismo no era solo violencia y muerte, sino también imposición de unos valores tradicionales. Pocas películas de Berlanga lo expresaron con tanta claridad (y alegría) como 'Novio a la vista', estrenada en 1954, donde una pareja de adolescentes enamorados se niegan a madurar y ajustarse a las normas sociales que les quieren imponer, por lo que comienzan una batalla campal (literalmente) en lo alto de una colina. Escrita junto a Juan Antonio Bardem, Edgar Neville y José Luis Colina, habla no solo del abismo que separa los deseos de los padres y los de sus hijos, sino también de una sociedad demasiado preocupada por el qué dirán y por convertir las divertidas vidas de la juventud en aburridas e insatisfactorias llegadas al mundo adulto, especialmente, en el caso de la protagonista, a través de matrimonios concertados.

Estos eran valores en sintonía, claro, con la Iglesia católica, de la que Berlanga se mofó a su manera en 'Los jueves, milagro', estrenada en 1957. Por supuesto fue una de las producciones que más problemas le generaron con la censura: le obligaron a reescribir el guion, resultando en la historia de un grupo de vecinos del pueblo de Fontecilla que inventan un creador de milagros para atraer al turismo y la bonanza económica en el lugar. La inspiración, como era habitual en el cineasta, también surgió de la realidad: las presuntas apariciones marianas que asolarían el país en los años 50 y 60, y hasta una anécdota concreta de Berlanga en la que recuerda a su propia tía perdiendo la cabeza por uno de estos eventos. Lo contó en una entrevista, donde recuerda que "fue la película más mutilada y fastidiada" de su filmografía, en parte por culpa de que la productora era del Opus Dei. Al final, los censores insistieron en que se incluyese un milagro real, y a Berlanga le pareció bien: no solo pudo satirizar los milagros falsos, sino también los verdaderos.

bienvenido, míster marshall
Getty

El mundo nos mira (y nos visita)

Como sabemos, el régimen pasó de una época de aislacionismo tras la derrota de Adolf Hitler en la Segunda Guerra Mundial a una apertura al mundo que asegurase la supervivencia de su dictadura en tiempos de democracia generalizada en occidente. En esa transición apareció 'Bienvenido, Míster Marshall', estrenada en 1953, que reflejó perfectamente tanto delante como detrás de la cámara el clima político. La historia nos lleva al pueblo de Villar del Río, donde se extiende la noticia de que llegarán unos estadounidenses representantes del Plan Marshall. Los vecinos piensan que los extranjeros vendrán con las manos llenas de billetes, así que preparan el lugar convirtiéndose en una típica comarca andaluza liderados por su alcalde ("Como alcalde vuestro que soy...") interpretado por Isbert. Una sátira de las miserias de la posguerra y las promesas desarrollistas.

La película salió adelante de pura chiripa: como explicaban en un reportaje de Eldiario.es, su sintonía con el antiamericanismo franquista convenció a los censores, que la dejaron avanzar a pesar de su fuerte mensaje político, pero de haberse retrasado unos meses para coincidir con la mejoría en las relaciones entre España y Estados Unidos probablemente no se hubiese estrenado tal y como la conocemos. "Tan solo unos meses después de la llegada del Míster Marshall ficticio se firmaba el convenio defensivo con Estados Unidos, que autorizaba la presencia de bases y tropas en territorio español, pero también aconsejaba no buscar las cosquillas al nuevo amigo americano", contaban en el diario.

Así, la dictadura se vistió de seda y abrió sus puertas, llevando a un 'boom' del turismo en los años 60 que se reflejaría en otra película de Berlanga, '¡Vivan los novios!', estrenada en 1970. La localidad catalana costera de Sitges se convertía en el escenario perfecto para mostrar esa avalancha internacional que llegó a nuestro país aún en tiempos de régimen antidemocrático, y al cineasta y Rafael Azcona les sirvió para firmar una de sus películas más cuestionadas por la crítica. En ella, realizan su burla habitual a la vida y costumbres españolas, pero esta vez a golpe de cliché, desde las comparaciones odiosas entre los cuerpos esbeltos de los extranjeros y las formas bajitas y rechonchas de los protagonistas hasta tópicos como la mujer que manda demasiado, el cuñado graciosillo o las suecas despampanantes a las que todo hombre quiere llevarse a la cama. Aun así, más allá de sus aspectos más cuestionables, retrata a la perfección el fenómeno turístico de la época.

patrimonio nacional
Patrimonio Nacional

¡Que vienen los rojos!

Y llegó la democracia. El dictador Franco murió en la cama y, poco después, comenzó la Transición. Ese proceso hacia la democracia tuvo sus luces y sus sombras, y algunas de ellas fueron clave en la conocida como trilogía nacional de Berlanga, formada por 'La Escopeta Nacional' de 1978, 'Patrimonio Nacional' de 1981 y 'Nacional III' de 1982. Por fin el cineasta trabajó sin la censura espiándole por detrás, pero eso no relajó su mirada crítica a nuestro país. Todo lo contrario: estaba más desatado, más explícito que nunca.

En esta trilogía, Berlanga y Azcona diseccionaron la España posfranquista a través de una familia de nobles, los Leguineche, que pasan de disfrutar de la compañía de empresarios y políticos del régimen en su finca privada en 'La Escopeta Nacional' a regresar a un precario Palacio de Linares de Madrid tras la restauración de la monarquía para recuperar su puesto privilegiado en la sociedad ahora democrática en 'Patrimonio Nacional'. En este segundo filme ya vemos esta desmantelación de una aristocracia que tiene que convertir sus palacios en museos. "Que esa familia nos sirviese de articulación para hacer un fresco crítico de lo que era la España de todos estos años", explicó Berlanga.

nacional iii
Nacional III

Los Leguineche volverían a aparecer por tercera vez, ahora para evadir impuestos en tiempos de pánico de las clases altas por la llegada de "los rojos". En 'Nacional III', estrenada en 1982, la familia continúa sus penurias con un miedo tremendo a los socialistas y buscando la manera de conservar su fortuna mudándose al extranjero. Hay detalles de pura actualidad histórica, como cuando ven el golpe de Estado del 23-F por la televisión, pero la película se centra en este fenómeno que Berlanga explicaba así: "La llegada de los socialistas y el terror que hubo en determinados sectores de la aristocracia y la banca... Hubo gente que se fue a Suiza. En la tercera película contaba ese pánico de creer que los socialistas iban a hacer como en la revolución rusa, y su intento de salirse de España con todo lo que pudiesen sacar de valor". Los tiempos, desde luego, estaban cambiando.

Un país berlanguiano

Habitualmente aprendemos del pasado a través de los libros de historia, pero no estaría mal añadirle como complemento inmejorable las comedias de Luis García Berlanga. De 'Bienvenido Míster Marshall' a 'La vaquilla', su filmografía ha ido tejiendo toda una lección de historia española desde el sentido del humor, la sátira y el costumbrismo. Su legado es nuestra memoria, pero no la que se cuenta con grandes eventos, guerras o cambios de gobiernos, sino con las vivencias de la gente normal que aspiraba ante todo a la supervivencia.

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Sigfrid Casals
Headshot of Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.