Carla Simón ha hecho historia con ‘Alcarràs’. A sus 35 años, la directora barcelonesa ha sido la primera mujer española en ganar el Oso de Oro, máximo premio de la Berlinale, en la recién celebrada 72ª edición del festival alemán. Galardón que no recibía un cineasta español desde ‘La colmena’ de Mario Camus hace casi 40 años. Es un honor y motivo de celebración no solo para cualquier cinéfilo español sino para todo el país, que debería haber salido a festejar en las calles como si hubiéramos ganado la Eurocopa.
La segunda película de la directora de ‘Verano 1993’ llegará a los cines el 29 de abril, cuando se cumplan más de cuatro años desde que empezara a gestarse. Como las frutas que la familia de la película cultiva, ‘Alcarràs’ ha tenido su propio proceso de maduración hasta que llegó a estar tan dulce que el jurado de la Berlinale, presidido por M. Night Shyamalan, decidiera hincarle el diente.
La idea de ‘Alcarràs’ nació con una muerte. La del abuelo de Simón, un hombre que había dedicado su vida a cultivar melocotones en la ciudad que da título a la película, una localidad de 9.000 habitantes al oeste de Lleida, en la comarca del Segrià. “Mi abuelo murió cuando estaba escribiendo ‘Verano 1993’, y entonces pusimos en valor su legado, esos árboles que él cultivaba y ahora cultivan mis tíos. Y de repente te viene la idea de qué pasaría si algún día eso terminara”, recuerda la directora en una conversación por zoom con Fotogramas.
El éxito de ‘Verano 1993’ está más que documentado: el debut de Carla Simón ya encantó en Berlín en 2017, donde ganó el premio a la mejor ópera prima y el gran premio del jurado internacional, y acto seguido pasó a arrasar en los Goya, los Gaudí y los Feroz. Entonces Simón y la productora María Zamora (primera mujer española con este cargo que gana el Oso de Oro, por cierto) decidieron lanzarse a la aventura de ‘Alcarràs’ precisamente porque suponía un reto muy distinto a la película anterior. “Tenía elementos muy distintos como esa idea coralidad, de que fuera una historia grande y no solamente un punto de vista. También queríamos hacerlo con actores no profesionales”.
‘Alcarrás’ cuenta la historia de una familia, los Solé, que se dedica a cultivar la tierra desde hace un siglo. Pero el dueño legítimo del terreno ha decidido venderlo a una empresa que va a instalar placas solares, lo que obligará a esta familia a exiliarse de su centenario hogar, una idea que divide a los Solé entre los que quieren salvaguardar la tradición y los que tienen la mirada puesta en el futuro. Un dilema que surgió de la realidad cuando Simón empezó a investigar sobre el tema: “Al empezar a hablar con los agricultores de la zona nos dimos cuenta de que el modelo de la familia que cultiva unida, que se hace desde que existimos los humanos, es algo que está en crisis. Están muy cansados, no hay relevo generacional, las empresas grandes compran tierra y ya no se cultiva en familia… Es un mundo que se está acabando, y ahí terminó de surgir la idea”. Entonces la película se convirtió en el retrato de una forma de vivir, la de su abuelo, que se está perdiendo.
Desarrollo y apoyo económico
Gracias al fenómeno que supuso su primera película, y al trabajo de Zamora como productora, no fue demasiado complicado levantar ‘Alcarràs’. “No nos podemos quejar para nada porque fue un proceso muy fluido. Después de ‘Verano 1993’ todo lo que pedimos fueron ‘síes’, y en los tiempos que queríamos”, explica la directora, que también destaca la importancia de una fase de desarrollo realizada en varios enclaves internacionales. “Fuimos al programa TorinoFilmLab, un programa de desarrollo de guion, yo también hice el programa de la Résidence de Cannes, y luego fuimos al Co-Production Market de Berlín y nos dieron un premio. Allí fue donde encontramos a la gente de ventas, que es mk2, y al coproductor que es italiano”.
Todo ese trabajo fue el riego que las semillas necesitaban para crecer fuertes. Simón reconoce que ‘Alcarràs’ ha tenido un presupuesto mayor de lo acostumbrado en el cine independiente en España. “Un casting de un año es implanteable con los presupuestos que tenemos aquí”. Ese casting al que se refiere, dirigido por Mireia Juárez, ocurrió entre verano de 2019 y primavera de 2020. “Teníamos que encontrar a 12 personas que no fueran actores pero que actuaran bien. Era un proceso de ‘street casting’ que consistió en ir a todas las fiestas mayores de los pueblos del Segrià, del Pla d’Urgell y toda esa zona, mirar a ver quién nos encajaba e invitarlos a las pruebas”.
Y de repente, pandemia
Entonces pasó lo que nadie vio venir: justo cuando estaban cerrando el reparto, en marzo de 2020, llegó la pandemia. Algo que la propia Simón define como una “putada”. “Estábamos a punto creativamente, el proyecto no necesitaba más tiempo. Para mí fue catastrófico porque estábamos a tres meses de empezar a rodar, que es un momento donde entra todo el equipo, estás compartiendo todas las ideas, ves que la peli se concreta y tomas muchas decisiones. Y ahí paramos”. Como nos pasó a todos, hubo varias semanas de paulatina realización en las que Simón, Zamora y el equipo se fueron dando cuenta de que no podrían grabar cuando habían previsto. “La película habla de una cosecha de melocotones, y los melocotones no esperan. Iban pasando las semanas y las fechas ya no salían”.
Para colmo, precisamente esa característica que alejaba a ‘Alcarràs’ de ‘Verano 1993’, su coralidad, parecía inviable tras la llegada del coronavirus. “El problema, aunque para mí era una virtud, es que la premisa de la peli es una familia muy grande que está junta. Entonces teníamos ancianos de ochenta y pico años, niños pequeños, y todos juntos en interior y en exterior, todo el rato… Hay mogollón de escenas con 12 personas. Era todo lo que no se podía hacer durante la pandemia, pero junto”. Tomaron una decisión tan dolorosa como inevitable: retrasar el rodaje al año siguiente.
“Cerramos el proyecto y las carpetas y lo dejamos en ‘stand by’”, recuerda ahora Carla Simón. Por suerte pudo aprovechar el parón para escribir otro guion que, espera, se convertirá en su tercera película. Y entonces a principios de 2021, ‘Alcarràs’ volvió a resucitar, aunque lo hacía en un mundo nuevo. Reabrieron el casting para buscar algunos personajes que faltaban y para reemplazar a algunos de los niños, que ya habían crecido demasiado, pero por suerte solo eran unos pocos flecos sueltos. “Siempre pienso en qué hubiera pasado si hubiésemos hecho este casting en pandemia, porque creo que no hubiera sido posible. Sin fiestas mayores que no ha habido en los últimos dos años, la gente con mascarilla, con el miedo que tenemos al contacto… Suerte que hicimos ese trabajo antes”.
A contrarreloj para llegar a Berlín
El covid fue una sombra que sobrevoló la película desde entonces. A tres días de empezar el rodaje hubo un positivo y tuvieron que pararlo todo de nuevo, perdiendo valiosas jornadas de un rodaje que ya era contra el calendario estival. El clima veraniego de la zona tampoco hacía las cosas más fáciles. “Empezamos a rodar el 1 de junio, que aún no había un calor horrible. Pero estuvimos hasta finales de julio y nos pillaron días muy ‘heavies’ de no poder pensar del calor”. ¿Más incomodidades? “Los mosquitos. Ahora hemos hecho un grupo de whatsapp con todo el equipo para celebrar un poco y quedar para vernos, una decia: ‘No nos picarán los mosquitos en vano’. Era una locura”.
Trabajar con un reparto de actores no profesionales suponía para la directora el mayor reto de la película, pero también la parte “más bonita”. “De alguna manera pararon sus vidas para hacer esto, porque todos trabajan y tienen sus familias y sus vidas”. El casting se hizo intentando escoger a personas que se parecieran a los personajes del papel, para facilitar a los novatos el proceso de interpretación. “Yo pensaba: ‘A ver si encontramos a alguien de la misma familia, a un padre y un hijo o a un abuelo y una nieta… lo que sea’. Pero no pasó, y cada uno era de su padre y de su madre. Y de su pueblo. No se conocían y teníamos que crear una familia”. Entonces Simón alquiló entre febrero y abril una casa en Lleida a la que el reparto acudía cada tarde en grupos, dependiendo el parentesco: “Un día los primos, un día los hermanos, un día la pareja, un día el abuelo y el nieto… Íbamos haciendo combinaciones en relación a lo que tenía sentido ir construyendo según las relaciones de la película. Hacíamos improvisaciones con cosas que no estaban en el guion pero eran útiles… y al final de todo este periodo sentían que ya era familia”. Entonces leyeron juntos el guion por primera vez, pero solo semanas antes de empezar a rodar ensayaron las escenas. En la película, los actores no interpretan un guion línea a línea sino que desarrollan escenas a partir de ideas generales.
A pesar de hacer frente a los contratiempos habituales de cualquier grabación, los parones por covid y la inexperiencia de un reparto muy numeroso que compartía muchas escenas (“Era el caos, un caos bonito, pero un caos difícil de poner en orden en ciertos momentos”, recuerda Simón), el equipo terminó dentro de lo pactado.
Pero cualquiera que conozca el funcionamiento del rodaje de una película sabrá lo que significa grabar en verano de cara a presentar la producción en el Festival de Berlín, que se celebra en febrero. Es una carrera de relevos, y después de grabar llega el proceso de edición. “Al final el montaje se alarga, porque cuando montas también necesitas parar, reposar, digerir, tomar decisiones, enseñar la peli, tener feedback… Y todos esos procesos son largos”. Para colmo, Carla Simón se contagió a dos días de cerrar el montaje. Por suerte, la Berlinale tenía tantas ganas de apostar por ‘Alcarràs’ que les permitieron presentarla muy a última hora. “Nos esperaron mucho. La vieron en navidades y el día de Reyes nos llamaron”. Menudo regalo les llegó ese 6 de enero: la película participaría en la sección oficial del concurso.
Y se hizo historia
Lo demás es historia. ‘Alcarràs’ se proyectó en la Berlinale recibiendo aplausos y excelentes críticas y acabó ganando el Oso de Oro. Un reconocimiento que Simón extiende no solo al equipo y el reparto, sino a todos los lugareños de la zona donde se grabó la película. “Es bonito porque todos lo sienten muy suyo. Es una zona que está un poco olvidada, nadie va de turismo, nadie pone el foco ahí. La gente se volcó y colaboró ofreciendo de todo”.
El jurado del festival reconoció "sus extraordinarias interpretaciones, desde los niños actores a los ancianos de 80 años", así como "su habilidad para mostrar con sensibilidad la lucha de la familia, y su retrato sobre la conexión y dependencia con la tierra que nos rodea”. ‘Alcarràs’ es el relato de una lucha colectiva por el legado, por la tradición y por el futuro. Eso también es el cine. Y eso es una película que existe gracias al trabajo de dos mujeres, la ayuda de una comunidad volcada y la colaboración de unos socios que han invertido un muy necesario dinero. “Cuando se invierte un poco más, todo aquello que tienes en la cabeza como cineasta se puede llevar a cabo de una manera más precisa”. Así se ganan los premios, y este es el terreno que el cine español tiene que seguir arando.
Licenciado en Comunicación Audiovisual, es el típico que entró en la carrera queriendo ser director de cine hasta que se le quitó la tontería a los 15 minutos. Le encanta escribir sobre series, pero también lo hace sobre películas. Marvel, terror, HBO o dramones indies, cualquier género, forma y medio es bueno si la historia lo vale. Las entrevistas y el cine español son su debilidad, y está enganchado a ‘Drag Race’.