De niña Laura Hojman esperaba con impaciencia las sesiones de cine de verano. Con la misma actitud que marcará su existencia y filmografía, la cineasta se situaba lo más cerca del sol, en la azotea de la casa de su abuela. Con su bocadillo entre las manos deseaba que pronto anocheciese. Cuando por fin llegaba ese momento tan esperado, los últimos rayos de luz del atardecer volvían a aparecer en un único haz, que inundaba la pantalla e iluminaba la plaza del pueblo. Se acostaba tras la primera sesión, o más bien su abuela le obligaba a ir a la cama, y se dormía escuchando la banda sonora de la segunda, mientras soñaba con ser arqueóloga cuando fuese mayor.

Ese recuerdo, uno de los más queridos de su infancia, define a la perfección la concepción de su cine. En él se conjugan los tres elementos claves de las imágenes de sus películas y la narrativa de sus guiones: Laura Hojman, la cineasta de la luz (el sol en la azotea), junto a la memoria (su abuela) y la necesidad de ir excavando entre las capas del pasado de la historia (la arqueología), en busca de signos o rastros “para una mejor comprensión del presente y poder mirar con serenidad hacia el futuro”.

tierras solares
Tierras Solares

Los sueños de la infancia pocas veces se realizan. La mayoría de las veces se transforman, pero logran conservar su esencia. La directora se licenció en Historia del Arte (al fin y al cabo, la arqueología de la belleza) y Gestión Cultural y, en plena crisis económica, se lanzó al séptimo arte en cualquier ocupación que tuviese contacto con el cine: relaciones públicas en el Festival de Sevilla, ayudante en cortometrajes, auxiliar de vestuario…

Ya bajo los efectos del veneno del cine decidió montar, junto a Guillermo Rojas, su productora Summer Films (de nuevo, un nombre asociado a la luz), escribiendo sus guiones con decenas de colores (al igual que monta sus películas, todo a mano). La suerte se presentó ya en su primer largo al encontrar apoyo de RTVE, pese a no contar con experiencia previa de dirección, con Tierras solares (2018). Una película sobre el viaje por Andalucía del poeta Rubén Darío que, a nivel estético, es como un cuadro vivo de Joaquín Sorolla.

Bajo la misma “concepción pictórica y sensorial” realiza su segundo largo, Antonio Machado. Los días azules (2020). La lluvia de nominaciones y premios no tarda en llegar. Pese a su impresionante éxito nada comparable con lo alcanzado con su último trabajo, A las mujeres de España. María Lejárraga. Más allá de ser la única película de no ficción a ser nominada a cuatro grandes premios (Forqué, Feroz, Carmen -de hecho, cuenta con 7 nominaciones de la Academia de Cine de Andalucía- y Goya), la película se ha convertido en un fenómeno social.

antonio machado los días azules
Antonio Machado Los Días Azules

La historia de María Lejárraga ha calado en los corazones del público. Esta escritora, guionista y pionera del feminismo del país durante los años 20 del siglo XX, solo vio sus trabajos publicados bajo el nombre de su marido, el empresario teatral Gregorio Martínez Sierra, quien se llevaba, sin embargo, premios y honores.

Laura Hojman nos cuenta esta experiencia vital que va más allá del cine. “Aparte de descubrir la sorpresa de los espectadores ante la maravillosa historia de esta mujer, una anticipada y clarividente luciérnaga del pensamiento, la película ha incitado a que alumnos de centros escolares escriban frases de la ensayista en las paredes del colegio, a profesores que preparan fichas de trabajo sobre ella, a movimientos sociales que solicitan que una calle lleve su nombre o, incluso, a un grupo de chicas que busca sus libros en los rastros o mercado de segunda mano, para tachar el nombre del supuesto autor y poner el de su verdadera autora…”.

Laura Hojman ha logrado lo que muchos cineastas sueñan toda su carrera, que el público se apropie de la película y la convierta en algo personal. Todo ello gracias a su talento, tan inhabitual como magistral, de adoptar un mirada optimista, íntima y respetuosa, para contar una historia tan triste como es, al fin y al cabo, la de María Lejárraga: el ocultamiento de una mujer tan imprescindible en la historia de España. En definitiva, un punto de vista luminoso que no se para en buscar culpables, sino que mira hacia delante “para que los errores del pasado no vuelvan a repetirse”.

a las mujeres de españa
A las mujeres de España

El rodaje de su cuarta obra estaba previsto para marzo, pero visto el largo recorrido que está teniendo la película se ha retrasado hasta después del verano. Un trabajo que se centrará en el escritor Agustín Gómez Arcos, otro de los desconocidos de nuestra historia.

Este dramaturgo y novelista almeriense, cansado de los enfrentamientos contra el régimen franquista, decide exiliarse. Se instala en Francia donde su fama y reconocimiento no tardan en llegar (finalista en 1984 del premio literario francés, el Goncourt, que lo ganó Marguerite Duras, con El amante; premios Thyde Monnier en 1977 y el premio Roland Dorgelès en 1978 con su trilogía de la posguerra; 14 novelas en francés y una veintena de obras de teatro…).

Laura Hojman confirma su antigua afición de arqueóloga al descubrirnos otra de las personalidades del siglo XX, que no podemos mantener en el olvido. Con ésta parece concluir lo que podríamos llamar su tetralogía de las voces que iluminan.

Entre sus referencias, antes de ningún otro, cita las películas de Isabel Coixet, que en su primera época iluminó su adolescencia porque “las necesitaba para sentirme menos sola”. O Sofía Coppola por cómo trata en su cine la diferencia, el aislamiento, la soledad o su habilidad para trasladar al cine esa sensación de ver pasar la vida detrás del cristal de una ventana. Juan José Campanella, Santiago Mitre o Sebastián Lelio son otros de sus directores preferidos, pero por encima de todos, en la no ficción, está el maestro Patricio Guzmán, con su absoluta libertad creativa.

En las palabras de la cineasta hay una sinceridad, siempre, absoluta y directa. No duda en desvelar sus dudas, la sensibilidad a flor de piel que se duplica en un rodaje o definir su dirección en términos más horizontales, compartidos con el equipo, a la escucha… tan alejados de los parámetros que los directores suelen expresar. “He aprendido a dirigir siendo yo misma” y eso se nota en sus películas porque nos cuentan “relatos que nos hubiesen hecho la vida más fácil” e integran al espectador en su narrativa.

Laura Hofman, una de las visiones cinematográficas más poéticas de nuestro cine, es una verdadera caja de sorpresas. En los días de manta y película nos confiesa, casi susurrando, que le apasiona ver películas y series de sectas o del género true crime. Hasta ya tiene creadas en su imaginación varias de estas historias para rodar. Albert Einstein decía que “la oscuridad no existe, la oscuridad es en realidad ausencia de luz”. Ruede lo que ruede, su cine siempre será como su mirada de cineasta, brillante y luminosa.