Planteada como un drama de cámara para tres intérpretes —uno de los cuales no sangra si lo pinchas—, 'Ex Machina' tarda unos veinte minutos en llegar a la primera gran secuencia de ciencia-ficción de 2015. En ella, un solitario programador informático, Caleb (Domhnall Gleeson), tiene la oportunidad de presentarse ante Ava (Alicia Vikander), una inteligencia artificial humanoide que, como tantas otras en la historia del género, ha sido construida a imagen y semejanza de una mujer joven. Durante la conversación, Caleb empieza a desarrollar una sospecha que, más tarde, le comunicará al enigmático Nathan (Oscar Isaac), jefe de su empresa y, de alguna manera, "padre" de Ava. El informático cree que la androide ha sido programada para coquetear con él. Y no está seguro de si esa posibilidad le aterra... o todo lo contrario.

Está bien, utilicemos la terminología adecuada: Ava no es una androide, sino una ginoide (en griego, el lexema "andr-" se refiere al masculino) para la que su director, Alex Garland, quería a una actriz que fuese capaz de transmitir un tipo de fragilidad casi imperceptiblemente peligroso con la mirada. La sueca Alicia Vikander, a la que descubrimos en 'Un asunto real' y que ya ha rodado 'Operación UNCLE' a las órdenes de Guy Ritchie, se convierte así en la más ilustre nieta de Maria, la icónica maschinenmensch (máquna-humana) de 'Metropolis' (1927). Como si se tratase de un mensaje secreto insertado en el propio código fuente de la ciencia-ficción cinematográfica, todos los elementos clave de la ginoide en el cine ya fueron apuntados por Fritz Lang y la guionista Thea von Harbou: la Maria robot es una amalgama del interés romántico del protagonista masculino, a quien la película pinta como ejemplo de santidad, y su propia madre. Las secuencias en las que, convertida en una versión futurista de la puta de Babilonia, baila en un club art-decó o es descubierta en brazos de su padre no sólo nos muestran la idea que Sigmund Freud debía tener de lo que era un día de picnic, sino que ya adelantaban una fijación persistente de la ciencia-ficción por plantearse cuestiones de género a través de variaciones del esquema de Maria.

En su versión más esencializada (y desagradable), la ginoide dio origen al concepto de fembot o robot sexy, materialización de algunas fantasías masculinas inconfesables que tienen todo que ver con la dominación y objetivación de la mujer. Una película como 'Terminator Woman' (1991), descarado título en castellano de 'Eve of Destruction', podría ser considerada como una parábola oscura del patriarcado, donde su protagonista (descrita por el material de promoción como una "bomba sexual literal") era un peligro para toda la humanidad, pero un peligro atractivo a los ojos de los hombres. La metáfora más sofisticada de la función era que Eve tenía una bomba atómica escondida en su vagina, pero antes ya se nos había dejado claro que los problemas llegaron por un simple error en su programación. Algo que nunca pasaría con, por ejemplo, las fembots de 'Almas de metal' (1973), concebidas como meros juguetes sexuales para entretener a los ricos visitantes de un parque temático. Un año antes de que Michael Crichton dirigiese su opera prima, el escritor Ira Levin había publicado su influyente novela 'The Stepford Wives', una sátira sobre el sueño patriarcal de una esposa dócil y completamente manejable, casi como una de esas cocinas inteligentes de los anuncios. Por primera vez desde que Pigmalión se enamorase de la estatua Galatea, el mito de la mujer artificial era cuestionado a través del humor ácido y una postura inequívocamente feminista. El libro ha sido llevado al cine en dos ocasiones: como thriller en 1975 y como comedia negra en 2004. Quizá la segunda versión, dirigida por Frank Oz y escrita por el cáustico Paul Rudnick, estuviese más cerca de la intención original de Levin.

Porque, reconozcámoslo, las ginoides son el producto de décadas enteras de dominación geek sobre el imaginario de la ciencia-ficción. Durante los años 80, fantasías ligeras como 'La mujer explosiva' (1985) se encargaron de presentar a los mad doctors como simples adolescentes con las hormonas revolucionadas y a las mujeres biónicas como materialización de una serie de frustraciones de caracter sexual. Y eso que la influyente 'Blade Runner' (1982) ya había supuesto un paso adelante en la idea de la ginoide como compañera perfecta (y, sobre todo, sumisa) para el hombre: cuando Pris (Daryl Hannah) utiliza su programación como esclava sexual para intentar matar a su perseguidor, la ciencia-ficción estaba abriendo la puerta a la crítica de todo un arquetipo. En la década de los 90, el concepto de fembot fue completamente superado, ya sea a través de la parodia pop —las mujeres robot de la saga 'Austin Powers', que reducían la noción al absurdo— o de personajes como la Call de 'Alien: Resurrección' (1997), un gran ejemplo de ginoide no sexualizada.

En ocasiones, no es necesario que la mujer sintética tenga cuerpo, ni siquiera una simulación más o menos anatómica para dar el pego al observador imparcial. Como demuestran la GLaDOS del videojuego 'Portal' (2007) o la Samantha de 'Her' (2013), a muchas inteligencias artificiales femeninas les basta y les sobra con la voz. Quizá esa misma línea de pensamiento sea la que ha creado a Siri: por alguna razón, las interfaces parecen menos amenazantes para la hegemonía del ser humano sobre la máquina si tienen voz de mujer. AlexGarland, que escribió el guión de 'Dredd' (2012) antes de debutar en la dirección con 'Ex Machina', no está de acuerdo con el concepto de incorporeidad: de hecho, Ava muestra una obsesión por su propia anatomía y, de alguna manera, por su sexualidad que apuntan a una posición dominante inédita en el arquetipo. De hecho, y con ciudado de no revelar los recovecos de una trama tan sinuosa como esta, podríamos argumentar que la película ha sido especialmente diseñada para romper del todo con la noción clásica de ginoide, un cuestionamiento que empieza por los mad doctors masculinos que se construyen su propia idea de la mujer y acaba con la adquisión gradual de una identidad por parte de un ser artificial, que siempre ha sido y será uno de los temas rectores de la ciencia-ficción. 'Ex Machina' no sólo señala los problemas de la obsesión del género por las fembots, sino que también aporta soluciones. Sin duda, la Maria de 'Metropolis' estaría orgullosa (y un tanto escandalizada) de los lugares a los que ha acabado accediendo su progenie.