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Durante una masterclass que ofreció en el pasado Festival de Cannes, a pocas semanas del 25 aniversario del estreno de ‘Star Wars: Episodio I - La amenaza fantasma’, George Lucas reflexionaba sobre una de las contradicciones aparentes de su universo galáctico. ¿Son infantiles las películas de ‘Star Wars’? ¿O hay que entender la saga como un conjunto de complejas alegorías filosóficas y políticas? Lucas, un experto en caminar por la cuerda floja del arte y los negocios, respondía a estos interrogantes sin complejos: “Cuando concebí el ‘Episodio IV - Una nueva esperanza’, quería hacer una película para chicos de 12 años, chicos que estaban pasando la pubertad y se preguntaban qué podían hacer con su vida. La gente que ama de verdad las películas seguramente las descubrió cuando tenía entre 10 y 15 años”. Pero la confesión de Lucas acerca del talante infantil-juvenil de la saga llegó acompañada de un contrapunto con forma de paradoja: “‘Una nueva esperanza’ era una película para niños sobre la Guerra de Vietnam. En aquella época –la película se estrenó en 1977, dos años después del fin del conflicto bélico–, sentíamos que cualquiera de nosotros podías ser llamado a filas. Teníamos amigos que volvían a casa en ataúdes. Fue una época muy oscura”.
Así, según el propio creador del imaginario galáctico más célebre de la historia, no es descabellado ver las películas de ‘Star Wars’ como entretenimiento infantil y al mismo tiempo como una meditación sobre la realidad política estadounidense. Una tensión interna que ha generado más de un quebradero de cabeza al propio Lucas. En Cannes, el director de ‘American Graffiti’ recordaba, no sin pesar, cómo reaccionaron las fans y la crítica ante el estreno de ‘La amenaza fantasma’: “Aquella película tuvo una recepción horrible. Me acusaron de hacer una película para niños, pero los críticos y los fans no parecían recordar que, cuando descubrieron la primera trilogía, seguramente tenían unos 10 años. De hecho, ya paso algo parecido con la evolución del personaje de C3PO y con los Ewoks en las primeras películas”. Lucas se refería a las acusaciones de infantilismo que ya recibió el ‘Episodio VI: El retorno del Jedi’ (1983) debido a la aparición de una troupe de ositos de peluche andantes, los inolvidables Ewoks. En este sentido, la batalla de Lucas por reivindicar la dimensión adulta y política de su saga galáctica viene de lejos. En unas declaraciones recogidas en el libro de Chris Taylor ‘How Star Wars Conquered the Universe’, publicado en 2015, Lucas reivindicaba de esta manera el complejo subtexto de su mayor creación: “‘Star Wars’ reposa sobre un contexto social, emocional y político muy pero que muy elaborado… pero claro, nadie se dio cuenta de ello”. En el presente artículo, intentamos desentrañar la vertiente política de ‘Star Wars’.
Dos reinas y un destino: individuos e instituciones
Pese al sambenito del infantilismo que arrastra la saga de ‘Star Wars’ desde sus orígenes, resulta incuestionable que estamos ante una obra cargada de connotaciones abiertamente ideológicas, cuando no directamente políticas. La saga ha sido celebrada, por ejemplo, como un canto a la multiculturalidad, así como un espacio de tolerancia para la sensibilidad queer. Y si nos adentramos en la esfera de la política, no tardaremos en descubrir que las películas de ‘Star Wars’ engarzan cuestiones de política institucional con factores procedentes de las políticas de género. Por un lado, según numerosos especialistas, el discurso de fondo de la saga galáctica se halla tensado entre las nociones del autoritarismo y la democracia. Así lo sintetizaba Chris Kempshall, profesor de historia de la Universidad de Exeter y autor del libro ‘History and Politics of Star Wars - Death Star and Democracy’: “Mientras que, a nivel temático, la trilogía original (desde ‘Una nueva esperanza’ a ‘El retorno del Jedi’) versaba sobre la batalla contra el autoritarismo y la opresión fascista, la trilogía de precuelas (desde ‘La amenaza fantasma’ a ‘La venganza de los Sith’) exploraba de qué modo la democracia y las instituciones supuestamente democráticas pueden caer en manos del mal”.
Pero, más allá de los temas de fondo, uno de los factores más interesantes de la vertiente política de ‘Star Wars’ es el peso de las figuras femeninas asociadas al poder. Como señala Tony M. Vinci en el libro ‘Star Wars: Filosofía rebelde para una saga de culto’, “las dos protagonistas políticas principales de las películas de ‘Star Wars’ son sin duda la Princesa Leia Organa y su madre, Padmé Amidala”. Para el profesor de la Universidad de Ohio, tanto Leia como Padmé (interpretadas respectivamente por Carrie Fisher y Natalie Portman) “son idealistas políticas, pero mientras que Leia demuestra ser una disidente, su madre Amidala deposita su fe en la institución política de la República”. A partir del análisis de las acciones de estas dos figuras femeninas empoderadas, Vinci sitúa, como eje político de la saga de ‘Star Wars’ el choque entre la defensa del individuo como agente político capital y la celebración de las instituciones como garantes del orden social. Para el académico, “el heroísmo de Leia está arraigado en su capacidad para operar autónomamente con el fin de socavar la institución”; no hay que olvidar que Leia lidera a la Alianza Rebelde en su lucha contra el Imperio. Sin embargo, en contraposición a la actitud rebelde de su hija, Amidala se presenta, a lo largo de casi toda la trilogía de precuelas, como una líder institucional, primero como reina electa de Naboo y luego como senadora electa. Como apunta Vinci, pese a tener “muchas razones para recelar de la ética y la eficacia del Senado de la República –que rechaza resolver los problemas de Naboo durante la ocupación del planeta por parte de la Federación de Comercio–, Amidala deposita su confianza en el sistema”.
Si en el arranque del presente artículo señalábamos el apego de Lucas a las contradicciones aparentes –infantilismo y política–, lo mismo podría decirse del personaje de Padmé Amidala, que en ‘La amenaza fantasma’ y en el ‘Episodio II - El ataque de los clones’ mantiene una relación de amor odio con el Senado de la República. En ‘La amenaza fantasma’, Amidala, para salvar Naboo de la ocupación forzosa por parte de la Federación de Comercio, se las ingenia para llegar al planeta Coruscant, donde espera recibir el espaldarazo del Senado galáctico. En contraposición a su hija Leia –que deberá manejarse casi siempre en la clandestinidad–, Padmé atraviesa media galaxia para participar en un debate institucional. Sin embargo, cuando se confirma que el Senado es ineficaz, Padmé pronuncia una de las frases más lapidarias de la trilogía de precuelas: “la República ya no funciona”. Estamos ante el principio del fin, el inicio de la reconversión de la República en Imperio de la mano del Senador Palpatine, el avatar lustroso del malvado Darth Sidious. Pero no hay que olvidar que, al principio de ‘El ataque de los clones’, Padmé vuelve a aparecer (cabría decir que sorprendentemente) representando a Naboo en el Senado de la República. Y, en otro gesto de locuacidad, la joven reina, ahora senadora, espeta: “El día que dejemos de creer en la democracia la perderemos”.
Una ensalada de formas de gobierno
Habrá quien, con pleno derecho, aborde el universo de ‘Star Wars’ desde el fetichismo tecnológico, coleccionando réplicas del Halcón Milenario y de las naves X-Wing. También los habrá que, tirando de cinefilia, conozcan todos los detalles de los rodajes de la saga, o que sepan reconocer el estado de ánimo de Chewbacca por el tono de sus alaridos. Aunque también es posible acercarse a la saga galáctica desde la perspectiva de la ciencia política, entendiendo el universo creado por Lucas como un escaparate de las instituciones que rigen nuestro planeta. Ante esta posibilidad, os presentamos un diccionario de bolsillo de las formas de gobierno (y desgobierno) que aparecen retratadas en ‘Star Wars’:
A de Alianzas
Una alianza es una colección de varios grupos unidos por un objetivo común. El universo de ‘Star Wars’ aparece trufado de este tipo de asociaciones. Ahí está, por ejemplo, la Confederación de Sistemas Independientes, también conocida como “los Separatistas”. Liderada por el Conde Dooku, la Confederación estaba formada por los sistemas galácticos que deseaban abandonar la República debido a la corrupción gubernamental y la excesiva carga fiscal. Aunque, en el fondo, la Confederación estaba regida en la sombra por Darth Sidious, quien utilizaría la crisis de los Separatistas y las Guerras Clon para restituir el poder de los Sith. En el otro extremo del juego político, encontramos a la Alianza para la Restitución de la República, también conocida como la Alianza Rebelde, compuesta por pequeñas células unidas en la rebelión contra el Imperio Galáctico. Fundada por Padmé Amidala, y a la postre liderada por Leia, Luke Skywalker, Han Solo y compañía, la Alianza conformó el núcleo heroico de la trilogía original de la saga.
I de Imperio
Un imperio es una forma de organización geopolítica autoritaria en la que varios territorios se constituyen colectivamente bajo el paraguas de un ejecutivo centralizado. En cuanto a ‘Star Wars’, se ha especulado ampliamente acerca de la intención inicial de Lucas de utilizar al Imperio Galáctico como una alegoría de las pulsiones imperialistas que llevaron a diferentes gobiernos estadounidenses a inmiscuirse en la política vietnamita ocasionando un sangriento conflicto bélico. Sin embargo, como señala Chris Kempshall en el libro ‘History and Politics of Star Wars’, desde la década de 1990, el Imperio Galáctico ha sufrido diferentes relecturas tanto en las películas de la saga como en su universo expandido de novelas, videojuegos y demás. Así, el Imperio ha sido releído “como una Unión Soviética en declive, como un Estado Ruso más amistoso, como la América obcecada en su Guerra contra el Terrorismo (la War on Terror que siguió a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York), y como la Alemania bajo el mando del Tercer Reich”.
M de Monarquía (electa)
En el universo de ‘Star Wars’ también existen formas híbridas de gobierno. Por ejemplo, en el planeta Naboo, donde transcurre una parte importante de ‘La amenaza fantasma’, a los jefes de estado se les llama rey o reina a pesar de que son elegidos por el pueblo. Estás realezas electas poseen sofisticados sistemas de control democrático –el soberano de Naboo solo puede servir dos mandatos según la constitución del país–, un hecho que propaga el sentido de responsabilidad cívica tanto entre la población como en sus mandatarios. En una escena de ‘El ataque de los clones’, Amidala explicaba que ella no era “la reina más joven elegida por su pueblo, aunque quizá, en el momento de mi nombramiento, no era lo suficiente mayor como para asumir el cargo”.
R de República
Con su cuerpo de senadores electos, la República Galáctica opera como una democracia de alcance galáctico. Sin embargo, el sistema no carece de brechas y disfunciones. En una escena ilustrativa de ‘El ataque de los clones’, Anakin Skywalker (Hayden Christensen), ya turbado por las astucias manipuladoras del Senador Palpatine/Darth Sidious, le reclamaba a Padmé una gobernanza más firme: “Necesitamos un sistema donde los políticos se sienten y discutan los problemas, que se pongan de acuerdo en lo que puede beneficiar a la gente, y que entonces lo lleven a la práctica”. Por su parte, Padmé, respondía resignada: “Eso es exactamente lo que hacemos. El problema es que la gente no siempre se pone de acuerdo”. Como señala Amidala, los representantes elegidos por cada planeta muestran una cierta tendencia a enrocarse en sus posturas, lo que genera una parálisis parlamentaria, por no hablar de los casos de soborno que afloran en un senado cada vez más intoxicado por los tejemanejes de Palpatine. En la misma ‘El ataque de los clones’, Obi-Wan Kenobi se expresaba de forma lapidaria al señalar la raigambre política de la mentalidad de Padmé: “No olvides que es una política. No hay que confiar en ellos”.
Star Wars y el aire (político) de los tiempos
Como ya hemos indicado en apartados anteriores, la trilogía original de ‘Star Wars’ no puede comprenderse sin atender a las preocupaciones de George Lucas en relación a la salud de la política estadounidense en la era de la Guerra de Vietnam. El director de ‘THX 1138’ comenzó a escribir el ‘Episodio IV: Una nueva esperanza’ en el año 1973, dos años antes del final de la guerra y uno antes de que Richard Nixon presentara su dimisión como presidente de los Estados Unidos por su implicación en el escándalo del Watergate. El clima cultural de aquella época hacía permisible la idea de presentar a un grupo subversivo como los líderes de una revolución heroica. En un artículo de 1982 titulado “Star Wars and the Productions of Time”, el profesor de la Universidad de Maryland David Wyatt aseveraba que “el sesgo revolucionario de la película parece particularmente apropiado para nuestro momento histórico”.
Las concomitancias entre el universo de ‘Star Wars’ y la política estadounidense fueron numerosas durante los primeros años de la década de 1980. El 8 de marzo de 1983, en el cénit de la Guerra Fría que enfrentó a los Estados Unidos y la Unión Soviética, el presidente yanqui Ronald Reagan, un exactor de westerns, pronunció el conocido como “discurso del Evil Empire (Imperio Maligno)”, en el que aseguraba que la Unión Soviética operaba como “el foco del mal en el mundo moderno”. A nadie se le escapó que, tres años después del estreno del ‘Episodio V: El imperio contraataca’, Reagan quería hacer suya la dicotomía moral que Lucas había fabricado para su saga, aunque a decir verdad la actitud arrogante e imperialista de la administración Reagan poco tenían que ver con la discreta nobleza de la Alianza Rebelde de Luke, Leia y Han. Y por si quedaba alguna duda de la fijación de Reagan y su equipo con la saga de Lucas, el 23 de marzo de 1983, el Presidente anunció la puesta en marcha de una Iniciativa de Defensa Estratégica llamada el “Star Wars program”, que a la práctica era un sistema de defensa balístico concebido para proteger a los Estados Unidos de los ataques de misiles nucleares soviéticos.
Si saltamos de la trilogía original a la trilogía de precuelas, que vio la luz en 1999, nos encontramos con un panorama político supuestamente progresista, marcado por la presidencia de Bill Clinton; sin embargo, según Tony M. Vinci, más allá de la coyuntura presidencial, “el clima cultural de la época era marcadamente conservador”, en cuanto a que, a nivel económico, la sociedad estadounidense y el mundo globalizado habían asistido a una solidificación del sistema neocapitalista. Según Vinci, este panorama neoliberal y democrático llevó a la población a asumir una actitud sumisa ante el poder institucional, lo que determinaría, por ejemplo, la actitud sumisa de la reina Padmé Amidala frente al Senado Galáctico en ‘La amenaza fantasma’.
Star Wars y el lado oscuro de la historia
Pero el devenir de la trilogía de precuelas se vería golpeado por el acontecimiento que marcaría el rumbo de la política americana y mundial en la primera década del siglo XXI: el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Bajo la presidencia de George W. Bush, Estados Unidos, sumido en el golpe anímico del atentado, inauguró la War on Terror invadiendo Irak y lanzándose a la caza de Osama Bin Laden. Ante este panorama desconcertante, de ataques y contraataques a cada cual más furibundo y atroz, la saga de Lucas se prestó a todo tipo de lecturas políticas. Hubo quién vio al maléfico Darth Sidious como una encarnación del fanatismo yihadista, pero también afloraron las teorías que vinculaban la capacidad del Imperio para violar las reglas democráticas con las burdas argumentaciones empleadas por la administración Bush para defender su proyecto belicista (aquellas armas de destrucción masiva que supuestamente tenía el régimen de Saddam Hussein y que nunca aparecieron).
Lo que resulta incuestionable es que ‘Star Wars’ supo capturar el asombro y abatimiento en el que se sumió el pueblo estadounidense tras el shock del 11S. Por lo general, el clímax dramático de la trilogía de precuelas se sitúa en la batalla entre Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker en el planeta volcánico de Mustafar en ‘La venganza de los Sith’. Sin embargo, en el libro ‘Star Wars: Filosofía rebelde para una saga de culto’, Christopher Deis localiza en otra escena, con un fuerte trasfondo político, el momento cumbre de la caída en desgracia de Anakin Skywalker. “La acción que sella el pacto fáustico, y que acaba por convertir a Anakin en un brazo ejecutor fascista (Darth Vader) es el cumplimiento de la orden 66, por la que vuelve al Templo Jedi y mata a sus antiguos aliados”. Deis destaca el momento en el que se ve arder el templo en el horizonte, un “reflejo de las preocupaciones de Lucas sobre cómo la rabia y el miedo post 11-S impregnaron la vida política estadounidense”, “una imagen que recuerda de forma escalofriante a las Torres Gemelas antes de derrumbarse”. Impotente ante la tragedia, como los espectadores que presenciaron el ataque a las Torres Gemelas, Padmé “observa la devastación y, con gran dolor, toma consciencia de que su mundo, así como el de la República, ha cambiado para siempre con un acto de violencia”.
Por último, el sexto sentido de Lucas a la hora de hacer coincidir el desarrollo de cada una de las trilogías de ‘Star Wars’ con periodos de crisis social y exaltación conservadurista se confirmó con la llegada de los tres últimos capítulos de la saga. De hecho, entre los estrenos del ‘Episodio 7: El despertar de la fuerza’ (en diciembre de 2015) y el ‘Episodio 8: Los últimos Jedi’ (en diciembre de 2017), se produjo el hecho determinante de la política estadounidense del último decenio: la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2016. Y cabe señalar que el espíritu de confrontación de Trump y sus seguidores chocó contra el universo de ‘Star Wars’ en cuanto el magnate se encaramó a la Casa Blanca. Fue en diciembre de 2016 cuando los seguidores de Trump lanzaron en Internet una campaña, bajo el hashtag #DumpStarWars, con la que llamaban al boicot del estreno de ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’. El motivo de la campaña fue el alineamiento de los guionistas de ‘Rogue One’, Chris Weitz y Gary Whitta, con posturas progresistas. El primero publicó un tweet afirmando que el Imperio era “una organización supremacista blanca", mientras que el segundo señaló que, en la película, el Impero era combatido por “un grupo multicultural liderado por valientes mujeres”. Por su parte, Jack Posobieck, de la organización Ciudadanos por Trump, se dedicó a difundir el falso rumor de que ‘Rogue One’ se había reescrito para añadir escenas “contra Trump”. He aquí una de las muchas riñas que ocasionaron Trump y sus seguidores durante los años de gobierno ultraconservador.
¿Es Star Wars de derechas o de izquierdas?
Con todo lo dicho hasta el momento, no debe sorprender que el debate en torno al sesgo político de ‘Star Wars’ siga abierto, sobre todo si atendemos a que dicha inclinación es lo suficientemente abierta y flexible como para ajustarse a los deseos ideológicos de cada cual. Así, los que quieran ver en la saga galáctica un deje progresista podrán aferrarse a las declaraciones de Lucas sobre la mirada crítica que ofrecía la trilogía original sobre la Guerra de Vietnam, o podrán fijarse en que, en la trilogía de precuelas, las entidades malvadas que ponían en jaque a la República Galáctica eran agentes capitalistas como la Federación de Comercio, la Tecno Unión o el Clan Bancario. De hecho, en el artículo “’Attack of the Clones’ and the Politics of Star Wars”, la profesora de la Universidad de Toronto Anne Lancashire señaló que este uso de instituciones capitalistas en el papel de villanos articulaba “una crítica feroz contra la combinación tóxica de avaricia y ambición política que ha provocado en Estados Unidos, a lo largo de los últimos años, escándalos corporativos como los de Enron, Arthur Andersen o Tyco World Com, entre otros”.
Sin embargo, para Carl Silvio, autor del ensayo “Star Wars y el capitalismo global”, la saga de Lucas debería verse como una sutil celebración de los valores positivos del capitalismo global. Según Silvio, la trilogía original presentaba la llegada del neocapitalismo bajo un prisma positivo, marcado por un acento democrático y tecnificado. Así, con sus androides benévolos, sus cantinas multiculturales, sus naves “milenarias” y sus viajes a la velocidad de la luz, la saga galáctica de Lucas permitió a los espectadores de finales de la década de 1970 y principios de 1980 mirar con esperanza el surgimiento de un modelo social, el capitalismo global, que llegaba provisto de una cantidad ingente de cantos de sirena.
Por su parte, la trilogía de precuelas apareció cuando el auge del capitalismo global ya había sido asumido por la población. En este punto, a finales de la década de 1990, el capitalismo global se enfrentaba a sus contradicciones inherentes: ¿cómo era posible que un sistema supuestamente beneficioso para la humanidad pudiera reducir la experiencia humana a la lógica del capital, acentuando las desigualdades y convirtiendo el tiempo vital en una moneda de cambio? Según Silvio, la trilogía iniciada por ‘La amenaza fantasma’ ayudó a mitigar esta preocupación “al presentar los aspectos ‘buenos’ del capitalismo global como los valores fundamentales de una inmensa República Galáctica”. Así, por ejemplo, la ciudad de Coruscant, la capital de la República, se presentaba como una fantástica utopía capitalista en la que los símbolos de riqueza –un skyline manhattanesco y ríos incesantes de tráfico espacial, toda una evocación del poder corporativo– convivían armónicamente con los valores democráticos representados por el Senado. ¿Denunciar la corrupción del poder político o blanquear los excesos del capitalismo global? Esa parece ser la cuestión galáctica.
Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.
Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros.
En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.