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En psiquiatría se llama gatillo al estímulo que dispara una reacción visceral. El gatillo puede ser algo nimio, o no; pero su significado es privado y tiene la extraña capacidad de herirte, de enfurecerte, de hacerte gritar, llorar, de paralizarte o de hacerte temblar. El gatillo puede ser casi nada, cualquier cosa y a la vez puede destruirte.
En la película de Icíar Bollaín, el gatillo que dispara la ansiedad de Nevenka Fernández –y a medida que avanza la historia, cada vez más la del espectador– es el tono de teléfono que sonaba en los Nokia a principios de los 2000. Tiroriro, tiroriro, tiroriro, riiiii. El teléfono suena una vez. Y otra. Y otra. Y otra. A cualquier hora del día y de la noche porque sí, por poder, por deseo, por exigencia… y llega un momento en que Kenka, la licenciada en Económicas que ha dejado sus prácticas en Arthur Andersen para ir de número tres en la lista del PP de Ponferrada, ya no es más esa mujer joven, brillante, segura de sí misma, ilusionada y algo ingenua que conocimos en los primeros compases del film –cuando es designada concejala de Hacienda–, sino un guiñapo humano, delgada como un papel de fumar, ojerosa, aterrorizada por un Nokia, por su sonido y por el hombre que está al otro lado del teléfono. Devorada.
"Trifulca sentimental"
"La de Nevenka es una historia que debía ser contada", explica la directora Icíar Bollaín, "y me parece muy pertinente que se haga ahora porque se escucha de forma diferente a cuando ocurrió. Una época en que Urdaci llegó a abrir el telediario con el titular: 'Trifulca sentimental en Ponferrada'. Así lo contaban. Desde el principio se cuestionó la versión de Nevenka, incluso en su propio entorno. Lo que ella vivió tiene algo de David contra Goliat, porque quien la acosa, el alcalde, es un señor muy poderoso, y en ese momento Nevenka no encontró apoyo, salvo excepciones muy contadas: su novio (Lucas, interpretado por Ricardo Gómez), que fue un adelantado a su tiempo; su abogado (encarnado por Font García, 'En los márgenes'); su terapeuta… y, en un momento dado, sus padres. Pero el resto de la sociedad, desde sus compañeros de partido, que lo sabían todo y lo negaron; a la gente del pueblo que convocó manifestaciones a favor del alcalde; pasando por los medios de comunicación y el fiscal del caso, que la denigró y tuvo que ser destituido… todos le fallaron."
"Cuando me llegó el proyecto ya teníamos un libro y un documental sobre el caso, pero me di cuenta de que seguía habiendo algo crucial sin contar: ¿Por qué no se fue? ¿Qué la retuvo? Que es una de esas preguntas hostiles del fiscal que al final se ha hecho todo el mundo. Y la respuesta a esa pregunta solo nos la podía dar la ficción, porque la única forma de que podamos entender a Nevenka y el acoso que sufrió, es ser ella, vivirlo en su piel."
Un guion en su piel
Al igual que en 'Maixabel' (2021), Bollaín ha escrito el guion junto a Isa Campo: "Entre nosotras hay un constante juego de toma y daca. A las dos nos interesa investigar y las dos quisimos que el acoso estuviera en el centro del relato". En la investigación ha participado, como no podía ser de otro modo, la propia Nevenka: "Nos fuimos a conocerla para que nos contara cómo lo vivió. Y hay muchísimas cosas que no están ni en el documental ni en el libro de Millás… No habríamos podido hacerlo sin ella".
Una de las decisiones más evidentes de guion es que la historia tenga un único punto de vista: el de Nevenka. Seguimos cada uno de sus pasos, por lo que las posibles motivaciones psicológicas del personaje del acosador quedan fuera de plano, a diferencia de lo que ocurría con Luis Tosar en 'Te doy mis ojos' (2003): "Sí, es verdad, pero eso sucede porque son dos personajes completamente distintos. Ismael Álvarez, el alcalde, es un tipo que no soporta que le lleven la contraria, que abusa de su poder y que hace su voluntad al costo que sea. Un perfil bastante común en espacios como la empresa, la política o la Iglesia. Mientras el maltratador de 'Te doy mis ojos' era un hombre lleno de miedos, que cree que el único control que puede ejercer en la vida es sobre su mujer.
De la luz a la oscuridad
A lo claustrofóbico del film, que por momentos tiene aires de thriller psicológico, contribuyen también la fotografía de Gris Jordana. En el comienzo hay espacios abiertos y escenas colectivas donde vemos desplegarse el encanto del alcalde y su carisma con el pueblo, pero poco a poco la película se va recluyendo en bares, en despachos, en habitaciones pequeñas, en un coche, en una habitación de hotel, en el juicio… La película es siempre austera, pero como Nevenka, se va oscureciendo hasta que vuelve a recuperar su dignidad. La cámara se acerca cada vez más al rostro de los personajes y el diálogo es el auténtico protagonista de una historia que lo juega todo a las palabras. "Si hay una película que me ha servido de referente", continúa Icíar Bollaín, "esta es 'Spotlight' (Tom McCarthy, 2015). Cuando el diálogo funciona y los actores lo sostienen, lo único que tienes que hacer es acompañarlos."
La dificultad del casting
Icíar Bollaín tenía claro que la elección del casting era fundamental. "Nevenka tiene una enorme fragilidad", explica, "pero también una fuerza que le permite remontar y plantar cara como lo hizo. Lo de que volviese a su pueblo a contarlo me parece épico. Y todo eso Mireia Oriol lo comunica muy bien. En la película hay escenas extremas que son dificilísimas; pero también otras aparentemente sencillas, cuando está confundida, cuando él le cambia el pie de ahora es broma ,ahora no, ahora te lanzo un dardo, ahora no… Y ella lo va reflejando todo en su rostro y en su cuerpo."
Con Urko Olazabal, la directora ya había trabajado en 'Maixabel', pero la decisión de que se convirtiera en Ismael estaba muy condicionada a quién fuese finalmente elegida para hacer de Nevenka. "Necesitaba que tuvieran una buena química como pareja, que te creyeras la seducción y a la vez que él era capaz de doblegarla". ¿Y cómo logró seducirla? "Ella nunca llegó a estar convencida del todo, pero las personas como Ismael tienen un lado muy adulador que, combinado con el poder, puede llegar a ser muy persuasivo. En las conversaciones que tuvimos en Ponferrada, la gente nos decía que era muy seductor y no solamente con mujeres, que era capaz de meterse en el bolsillo a todo el mundo."
Rodada en Zamora
Y es que Ponferrada, y ese mundo pequeño y hermético, esa España leonesa de inicios de los 2000 donde sucedió todo, es un personaje más de una película con vocación de realismo, que por problemas ‘administrativos’ ha tenido que rodarse en Zamora. Actualmente vuelve a haber un Ayuntamiento del PP y la historia sigue siendo incómoda para mucha gente que la vivió de cerca. La directora se encoge de hombros. "Era previsible, pero es significativo que 22 años después estemos todavía en estas", comenta Bollaín.
En esa España fea (que no feísta) de principios de milenio, del SMS, del pelotazo inmobiliario, donde se fumaba constantemente y en cada lugar, sin caffè macchiato, sin leche de avena y sin concepto de consentimiento, el papel de los cómplices, de los que no dijeron nada, de los palmeros del acoso o de los que miraron a otro lado fue fundamental. "A mí también me ha pasado", reconoce Icíar Bollaín. "Yo he visto bullying en el trabajo y no he actuado. En esta historia todos nos podemos sentir identificados desde muchos lugares, y no solamente como acosadas o al reconocer esas situaciones incómodas que todas hemos vivido alguna vez. Porque yo no conozco una que no haya pasado por una situación incómoda."
Todo es cine político
Muchas veces se etiqueta su cine como político. ¿Lo considera así? "A mí me parece que todo el cine es político. Tanto por lo que cuenta como por lo que no cuenta ¿El cine de superhéroes no es político o el que retrata a la CIA como una institución perfecta excepto por las manzanas podridas no es político? ¿Y el apocalíptico? La idea apocalíptica también es interesada. Yo sigo teniendo esperanza y creo que la sociedad funciona porque funcionamos. Si no, estaríamos todos mordiéndonos en el cuello por la calle y no es así. Nos acariciamos y todo, nos queremos y nos cuidamos."