Muere Olivia de Havilland a los 104 años
Superviviente del viejo Hollywood, ganó dos Oscar y abanderó la pelea de los actores para romper sus leoninos contratos con los grandes estudios.

Cuando se conocieron, en un test de pantalla, la historia de la Warner cambió para siempre. "Fue un fechazo", contaría décadas después Olivia de Havilland (Tokio, 1916), recordando el impacto que le produjo su primer encuentro con Errol Flynn. Había nacido una pareja eterna que llenó los bolsillos del productor Jack Warner y que compartió créditos en ocho películas entre 1935 y 1941, siete de ellas dirigidas por Michael Curtiz ('Capitán Blood,' 'La carga de la Brigada Ligera', 'Four’s a Crowd', 'Robin de los Bosques', 'Dogde, ciudad sin ley', 'The Private Lives of Elizabeth and Essex' y 'Camino de Santa Fe'). Su colaboración acabó con 'Murieron con las botas puestas' (Raoul Walsh, 1941), cuando la actriz ya "estaba aburrida de ser el interés amoroso del protagonista", afirmaría. "Un estereotipo de personaje que hacía poco más que esperarle o animarle. Mi ambición era lograr papeles más complejos. Lo que hacía no iba a ninguna parte."
VIENTOS Y TRIBUNALES
De Havilland, que ha fallecido a los 104 años de edad, había debutado en el cine con 'El sueño de una noche de verano' (1935), a la que llegó después de que el cofirmante del film, el prestigioso director teatral Max Reinhardt, la viera en los escenarios y la fichara para repetir su rol de Hermia. "Quise ser actriz porque es un trabajo que libera la imaginación, da libertad para la fantasía y te permite conocer mentalidades y costumbres diversas", decía en FOTOGRAMAS.
Una década se pasó De Havilland al servicio de los prejuicios del estudio: "Tenían a una gran actriz dramática, Bette Davis, y yo estaba limitada a ser la ingenua morena, porque la ingenua rubia era Anita Louise. No tenía ninguna oportunidad real de desarrollarme y estaba harta."
Todo cambió cuando le llegó la posibilidad de ser la dulce Melania de 'Lo que el viento se llevó' (Victor Fleming, 1939). Aunque para hacerse con el papel que la convirtió en leyenda tuvo que convencer a Jack Warner ("él se negó rotundamente, pese a mis ruegos. Así que hice algo inapropiado: llamé a su mujer en busca de ayuda") para que la cediera a la MGM. Fue un punto y aparte en su carrera, rematado cuando, poco después, la prestaron a Paramount para 'Si no amaneciera' (M. Leisen, 1941).
La actriz supo que debía romper su contrato, y, abanderando una batalla que jamás ningún actor había acometido, decidió llevar a los tribunales a la Warner y al sistema de acuerdos leoninos de los grandes estudios. Contra todo lo previsto, y pese a la larga procesión judicial, ganó: "Tardé en ser consciente de lo que significó para otros artistas."
TODO O NADA
De Havilland consiguió, a partir de su victoria, sus mejores papeles: 'A través del espejo' (Robert Siodmak, 1946), 'Nido de víboras' (Anatole Litvak, 1948) o los dos films que le dieron sendos Oscar a la Mejor Actriz, 'Vida íntima de Julia Norris' (Mitchell Leisen, 1946) y 'La heredera' (William Wyler, 1949). Pero después llegarían malas elecciones, errores de bulto (las críticas de sus dos experiencias en Broadway, con 'Romeo y Julieta' y 'Candide', fueron sangrantes) y el inevitable paso del tiempo que arrinconaba a las actrices.
Casada en dos ocasiones, con el escritor Marcus Goodrich (1945-53) y con el editor de la revista Paris-Match, Pierre Galante (1955-79), no ayudó a su carrera que tras su segunda boda fijara su residencia en Francia (donde, con el tiempo, sería reconocida con la Legión de Honor y con la Medalla Nacional de las Artes). A partir de los años 50 apenas rodó 14 films (el más destacado, 'Canción de cuna para un cadáver', con su amiga Bette Davis) y apareció en un puñado de producciones televisivas. No importaba: Olivia ya era (y sigue siendo) una leyenda del cine.


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