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Dirección: Bill Condon
Reparto: Emma Watson, Dan Stevens, Luke Evans, Emma Thompson, Ewan McGregor, Ian McKellen, Kevin Kline, Josh Gad
Nacionalidad: USA Año: 2017 Fecha de estreno: 17-03-2017 Duración: 123 Género: Fantástica, Musical Color o en B/N: Color Guión: Stephen Chbosky Fotografía: Tobias A. Schliessler Música: Alan Menken
Sinopsis: Para salvar a su padre Maurice (Kevin Kline), Bella (Emma Watson) acepta ser la prisionera de Bestia (Dan Stevens) en su castillo encantado. Mientras el bravucón Gastón (Luke Evans) organiza su rescate, Bella descubrirá que, detrás de la apariencia de Bestia, se esconde un príncipe embrujado.

Crítica

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Lo mejor: los objetos animados.
Lo peor: el irredimible buen/mal gusto de la propuesta estética del film.

Una lluvia de pan de oro cae sobre el borde inferior de un vestido de baile y se ordena dibujando un intrincado adorno foral. Esta podría ser la imagen más memorable de una producción que no es justo enfrentar a las fuentes literarias del relato, ni mucho menos a la delicada película de Jean Cocteau de 1946, sino a la obra, deslumbrante, que directamente le sirve de fuente y, como en el cuento que fundó el imaginario principesco de Disney, espejo dispuesto a decir la verdad: que tanta belleza no sólo no es la más cegadora del reino, sino el resultado de mucha sobrecarga de maquillaje tapando un défcit de autenticidad.
En efecto, enfrentemos esta película únicamente a la versión que frmaron Gary Trousdale y Kirk Wise en 1991… y deprimámonos un poco. Que el pan de oro sea más memorable (y signifIcativo) que el coprotagonista hechizado de esta fantasía kitsch explica por sí solo el problema fundamental que condiciona la aproximación de Bill Condon a este clásico de la casa: he aquí una película donde el protagonista absoluto es un diseño de producción que no aspira a la relectura imaginativa, sino al avasallador buen/mal gusto de una porcelana Lladró o una recargada cristalería de Swarovski abandonada en medio de un páramo.

DEL DIBU A LA CARNE Y EL HUESO
Cuando Disney empezó a adaptar sus clásicos animados en imagen real, lo razonable era pensar que el propósito consistía en barnizar de sensibilidad contemporánea esa herencia y así competir con otros trabajos coetáneos que iban en esa dirección. 'La Cenicienta' (2015), de Kenneth Branagh, echó un jarro de agua fría a esas expectativas en forma de redundancia mansa y rococó, pero 'El Libro de la Selva' (2016), de Jon Favreau, reorientó el asunto con libertad de juego y, sobre todo, un muy sofisticado trabajo de animación hiperrealista. En 'La Bella y la Bestia', los objetos animados (Lumière, Mrs. Potts, Chip y, sobre todo,
Madame de Garderobe) funcionan con considerable precisión, pero a la Bestia se le ha extirpado tanta fiereza que parece un peluche melancólico encerrado en el Palacio de la Cursilería.

Que, en un imaginario Disney con tanto potencial para la apropiación camp, el primer personaje oficialmente gay sea un cliché ofensivo no deja de estar en la onda del falso feminismo de la propuesta cacareado por una Emma Watson en loca deriva promocional. Y lo peor es que es un musical que, en puesta en escena y montaje, se olvida de serlo. Quizá en consonancia con el mensaje de la película, donde la corporación ve belleza, este crítico sólo puede ver remilgada fealdad.