Dirección: Antoon Krings, Arnaud Bouron
Título en V.O: Drôles de petites bêtes
Nacionalidad: Francia Año: 2017 Fecha de estreno: 17-08-2018 Duración: 77 Género: Animación Color o en B/N: Color Guión: Antoon Krings, Arnaud Bouron, Christel Gonnard
Sinopsis: Apolo, un grillo viajero de gran corazón, llega a la ciudad de los pequeños bichos en un momento en que el reino está amenazado por la malvada avispa Huguette, que ha secuestrado a la Reina, la abeja Margarita. El grillo, ayudado por una abeja y un piojo muy divertido, se lanzan a una peligrosa misión de rescate.
Por supuesto que todo en Disney, la clásica y la actual, era o blanco o negro, sin grises intermedios. Me refiero, claro, a su ideología, a su particular y conservadora moral. Por supuesto que no a su abigarrada, creativa y en constante crecimiento y mutación estilo de animación, todavía el modelo que tratan de imitar, mucho más ¡Vaya bichos!, pobretona muestra de la escuela francófona contemporánea, a ratos sospechosamente parecida a los restos de serie del software de la más ambiciosa y lograda El principito. Que el grillo protagonista de esta mustia fábula infantil (muy infantil, casi prenatal) sea casi el sosias del inmortal Pepito Grillo de la magistral Pinocho disneyana, cuando en los cuentecitos ilustrados de Antoon Krings (Bichitos curiosos, creo que ya los donamos a una guardería hace años, pero corretearon por toda la casa, eso es verdad) no tenía semejante clónico aspecto, dice mucho sobre esa intencionalidad imitativa. Sin embargo, todo queda solamente en eso y en esa rancia simplicidad de lo bueno y lo malo (según los adultos y para adoctrinar a los niños), aquí, en la película, plasmado de una manera tan sobada como al marcar una división entre el día (los bichitos de día) y noche (los bichitos de noche).
Incapaz incluso de llevar hasta el final ese maniqueo discurso ético tan de la Disney (que no ha escondido, y ahí están Los Increíbles 2: la, insólita, película anti #Metoo por excelencia), ¡Vaya bichos! cae en lo peor de la corrección política, amén de ser como un tríptico ilustrado de alguna campaña ecologista o de educación para la ciudadanía. El signo de los tiempos sí, pero a la postre todo queda en pura anécdota para críticos viejunos, para adultos que tratan de ver algo más en una peliculita plana, lenta, de un presunto preciosismo de lámina coloreada con rotuladores fosforescentes, tópica y que dormirá a los más pequeños. Lo que, siendo justos, era lo que pretendían los cuentos ilustrados en los cuales se basan: amodorrar a los críos para que entraran en un mundo de sueños, en especial con otro tipo de animación no tan kumbayá como ésta.