El vicio del poderpinterest
Annapurna Pictures

Dirección: Adam McKay
Reparto: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Bill Pullman, Stefania Owen, Jillian Armenante
Título en V.O: Vice
Nacionalidad: Estados Unidos Año: 2018 Fecha de estreno: 11-01-2018 Género: Comedia Dramática Color o en B/N: Color Guión: Adam McKay Música: Nicholas Britell Fotografía: Greig Fraser
Sinopsis: Explora la historia real sobre cómo Dick Cheney (Christian Bale), un callado burócrata de Washington, acabó convirtiéndose en el hombre más poderoso del mundo como vicepresidente de los Estados Unidos durante el mandato de George W. Bush, con consecuencias en su país y el resto del mundo que aún se dejan sentir hoy en día.

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Lo mejor: Amy Adams. Al igual que ocurría en 'The Master', su sombra en la película es alargada.
Lo peor: que la cantidad de información sea en ocasiones un tanto apabullante.

Le debemos a Adam McKay, entre otras cosas, haber creado junto a Will Ferrell a Ron Burgundy, la inolvidable estrella catódica de El reportero (2004). Pero también la renovación de la sátira contemporánea gracias a los hallazgos narrativos y formales presentes en su anterior obra, La gran apuesta (2015), en la que se atrevía a exponer con originalidad y espíritu incisivo las claves de la crisis económica a través de un exuberante collage tan excesivo como lúcido.

El vicio del poder continúa explorando ese territorio hasta elevarlo a los altares, con ese estilo frenético, repleto de alusiones referenciales y digresiones didácticas, en esta ocasión para contar la historia política de los Estados Unidos desde el Watergate hasta el 11S, tomando como perspectiva el punto de vista republicano, en concreto el de un hombre que fue poco a poco escalando dentro de los círculos de poder del partido hasta convertirse en vicepresidente de la nación bajo el mandato de George W. Bush.

Cine denuncia. Pero El vicio del poder es mucho más que un biopic de Dick Cheney. Y mucho más que otra película con actores caracterizados detrás de capas de maquillaje. Es una implacable y vitriólica disección de la clase política, de la trastienda del poder y su lado más oscuro hipócrita, frívolo e interesado. Es una película de pura denuncia en la que McKay se moja de verdad, en la que su objeto de estudio es mostrado como un bastardo, en la que se define a George W. Bush como un pobre imbécil manipulable (gran Sam Rockwell) y en la que se ponen sobre la mesa todos los juegos de poder y los tejemanejes de Cheney con las compañías petrolíferas, sus intereses a la hora de iniciar la Guerra de Irak o las torturas infligidas a sospechosos de terrorismo. La batería de frentes abiertos es larga y peliaguda, y McKay tiene cargamento de sobra para lanzar dardos a diestro y siniestro y no dejar títere con cabeza, remover la suciedad y tirárnosla a todos a la cara.

Objetivo: incomodar. Seguramente, habrá quien emparente a McKay con Oliver Stone en su mejor momento (los dos comparten montador, Hank Corwin, y se nota), a pesar de que sus respectivas formas de acercarse a la política y sobre todo el tono que ambos utilizan sea totalmente diferente. Pero sí tienen algo en común, y es su capacidad para irritar tanto en la forma como en el fondo, y contarnos la historia a través de personajes nada cómodos. Cheney contribuyó a fomentar el odio, la violencia y el fundamentalismo terrorista, y, por eso, cuando termina la película, lo que queda es una sensación de profunda desolación: la de saber que estamos a expensas de un puñado de indeseables.