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Dirección: Spike Jonze
Reparto: Catherine Keener, Mark Ruffalo, Max Records
Título en V.O: Where the wild things are
Nacionalidad: USA Año: 2009 Fecha de estreno: 18-12-2009 Duración: 100 Género: Fantástica Color o en B/N: Color Guión: Spike Jonze, Dave Eggers Fotografía: Lance Acord Música: Carter Burwell, Karen Orzolek
Sinopsis: El pequeño Max (Max Records) tiene mucha imaginación. Un día, durante una riña, muerde a su madre (Catherine Keener) y se escapa de casa en una barca. Al cabo de unos días, llega a una tierra habitada por unas extrañas criaturas.

Crítica

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Lo mejor: La arriesgada apuesta estética de Jonze
Lo peor: No es fácil dilucidar si es una película infantil

Donde viven los monstruos, libro infantil escrito e ilustrado por Maurice Sendak en 1963, tocó algo tan profundo que no resulta extraño ni su pervivencia, ni que muchos críticos literarios se detuvieran a analizar su contenido desde una perspectiva freudiana. En solo nueve frases, apoyadas por una serie de ilustraciones capaces de incendiar la imaginación de cualquier lector, Sendak exploraba la infancia como estado silvestre, como experiencia de anómala y monstruosa insularidad en permanente y agresiva tensión con un mundo adulto entendido como el universo del orden, las reglas y el control, pero, también, como último refugio, territorio de afecto y calidez y, en definitiva, destino inevitable.
Otros autores como Roald Dahl tratarían el tema de la insumisión infantil y sus negociaciones con la autoridad de los padres con trazos más agresivos, pero el cuento de Sendak confiaba un mayor margen a la ambigüedad y al misterio y adoptaba una textura onírica abierta a la interpretación. En El Gato Garabato, otro gigante, el Dr. Seuss, planteaba el problema de la gestión del placer y la libertad en la edad de la inocencia, pero Donde viven los monstruos afrontó lo mismo en una clave que era menos lúdica que inquietante, incluso algo perturbadora.
Otro cine infantil es posible
Adaptar el clásico de Sendak en forma de largometraje de imagen real no es, pues, el juego más fácil que podían inventar Spike Jonze y su coguionista Dave Eggers para prolongar su nostalgia de la inmadurez. Y la película es el extrañísimo, estimulante y arriesgado resultado de una serie de decisiones que, sin duda, no serán del gusto de todos, porque Donde viven los monstruos se atreve a fundar un territorio inédito para demostrar, entre otras cosas, que otro cine infantil es posible.
Por supuesto, el debate acerca de si esto es, realmente, cine para niños ya está abierto, y la única certidumbre es que, por lo menos, el espectador se encuentra ante una lectura extremadamente inteligente y personal de una obra que habla de algo tan delicado como la infancia erigida en zona de aislamiento y la imaginación transformada en jungla con corazón de las tinieblas en su justo centro.
Jonze propone una estética desnuda, de cámara en mano oscilando entre lo rabioso y lo contemplativo, y captura el universo imaginario de su protagonista con la melancólica luz de las primeras horas del alba o de la insinuación del crepúsculo. El prólogo doméstico es soberbio (en especial, la escena del flirteo de la madre), pero la película conquista su excepcionalidad al abordar lo fantástico sin recurrir a ningún lugar común.

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