Dirección: Shawn Levy Reparto: Ryan Reynolds, Jodie Comer, Joe Keery, Lil Rel Howery, Utkarsh Ambudkar y Taika Waititi Título original: Free Guy País: EE.UU Año: 2021 Fecha de estreno: 18-8-2021 Género: Comedia fantástica Guion: Matt Lieberman, Zak Penn Fotografía: George Richmond Sinopsis: El cajero de un banco descubre que en realidad es un personaje secundario en el mundo abierto del videojuego Free City. Decidirá convertirse en el héroe de su propia historia que él mismo se va a encargar de reescribir. En un mundo donde no hay límites, se propone ser el hombre que salva su mundo a su manera... antes de que sea demasiado tarde.
Uno, que en el fondo es un sentimental, quiere creer que Shawn Levy, director artesanal que muchos consideran de relleno en la industria de Hollywood, se ha reconocido (y mucho) en esta aventura digital donde los personajes secundarios, cuando no directamente prescindibles, toman conciencia de su identidad y valores. Cierto es que Free Guy podría (va a) ser definida, con condescendencia, como el Ready Player One de la era del Fortnite o del Twitch. O un Rompe Ralph con un protagonista que es la versión Walter Mitty del de La Lego Película. E incluso, que en el fondo es lo que realmente representa, El Show de Truman de esta nueva realidad de bytes y confusión entre lo que es verdad (¿qué lo es a fin de cuentas?) y lo que no. El mar, lo que hay más allá de él, es en el film de Shawn Levy, como en el de Peter Weir, un muro donde choca la fe, donde Dios se desvanece. No es una casualidad que el Guy a quien Ryan Reynolds dota de una inocencia y humor dignos de Danny Kaye, se pregunte también por Dios y decida que acaso la bondad sea una vía para entenderlo.
Al igual que en Acero puro (2011), el otro gran Shawn Levy de asumida humildad (Richard Matheson y la esencia de la humanidad en un blockbuster de robots con alma Sylvester Stallone), Free Guy se pone del lado de un tipo de director aparentemente impersonal, un narrador consciente de que jamás será Steven Spielberg, Peter Weir o el John Carpenter (las gafas) de Están vivos (1988). Ni siquiera el apabullante diseño visual y de efectos visuales de la cinta (o sus cameos y chistes para fans de la cultura popular) devora el centro de la acción de una optimista mezcla de drama y comedia romántica que se permite un par de transgresiones alrededor del semen. Al final es una declaración de amor, un paseo cerca del muelle con helados sabor a chicle, un café (El Marc Webb de (500) días juntos lloraría con esa escena) o todos los pequeños descubrimientos y gestas de los habitantes del videojuego lo que le interesa a Levy.