Dirección: Steven Soderbergh
Reparto: Aaron Eckhart, Albert Finney, Julia Roberts, Marg Helgenberger, Peter Coyote
Título en V.O: Erin Brockovich
Nacionalidad: USA Año: 2000 Duración: 128 Género: Drama Color o en B/N: Color Guión: Susannah Grant Fotografía: Edward Lachman Música: Thomas Newman
Sinopsis: Sin dinero, sin trabajo y sin conseguir una indemnización en un accidente en el que ella no es culpable, Erin Brockovich le pide a su abogado Ed Masry que le contrate en su trabajo para poder pagar las deudas. Allí, Erin tropieza con unos registros médicos colocados en unos archivos inmobiliarios. Preguntándose el por qué, Erin convence a Ed para que le permita investigar el tema, descubriendo una tapadera que revela la existencia de aguas contaminadas en una comunidad local. Juntos se disponen a luchar por la mayor indemnización jamás conseguida en la historia de Estados Unidos, 333 millones de dólares.
Crítica
Decididamente, el camino que va de sexo, mentiras y cintas de vídeo a Erin Brockovich, y que pasa por apeaderos tan pintorescos como Kafka y Un romance muy peligroso, no es ya un camino exento de huella autoral, sino un camino de descenso, un precipicio: Soderbergh rueda cuesta abajo, sin sentido, se diría que sin conciencia de futuro (¿Qué quedará para la posteridad? ¿Su primer largo? ¿O The Underneath. Bajos fondos, probablemente su mejor trabajo?). Erin Brockovich es un flagrante paso atrás con respecto a lo último que de él habíamos visto. Por lo menos, por ese cine negro calurosamente interpretado por George Clooney y Jennifer Lopez corría todavía cierto espíritu burlón capaz de trascender sus algo apolilladas premisas. Erin Brockovich, en cambio, es una cruel traición a ese espíritu y al de ese cineasta a quien la gloria le sonrió prematuramente. Es como venderse al enemigo, al star system más ramplón (Julia Roberts es el revés de Clooney o Lopez), al cine mainstream más sobado y fácil, ese que, amparándose en las páginas de sucesos de los diarios y vistiéndose de denuncia, confecciona un traje a la medida de su protagonista sin preocuparse ni del matiz, ni del tono ni de la exploración a fondo de la materia tratada. Un film reciente, Acción civil, también tocaba la llaga social desde la óptica del melo judicial presidido por héroe solitario en lucha contra el sistema. Pero el film de Zaillain tenía un guión de hierro, unos personajes de acero y tripas, muchas tripas, justo lo contrario de este liofilizado producto con aspecto de telefilm de sobremesa que hubiera podido firmar un Les Mayfield sin que los resultados se resintieran un ápice.Lo mejor: Finney, pese a la poca cancha que le ofrecen.Lo peor: pensar que su más adecuada franja horaria para televisión es después de Al salir de clase.