Planteada como una suerte de ópera en tres actos, a las que hay que sumar las pertinentes obertura y epílogo, 'María Callas' completa una trilogía de films biográficos con los que el cineasta chileno Pablo Larraín ha explorado el sino trágico de varias de las mujeres más célebres del siglo XX. Después de 'Jackie' y 'Spencer' –dos obras que ponían el foco en la cara más macabra de las vidas de Jackie Kennedy y Lady Diana Spencer–, Larraín eleva el listón de su cine para adentrarse, con enorme respecto y un bienvenido pudor, en la última semana de vida de la soprano María Callas. Después de cuatro años alejada de los escenarios, la gran dama de la ópera sucumbe a la soledad y la frustración entre las grandes estancias de su apartamento parisino y las espaciosas avenidas de “la ciudad de la luz”. Con el corazón y el hígado malogrados por la adicción a los barbitúricos, y con la voz mermada por la falta de entrenamiento, la diva se lanza a un último intento por regresar a los escenarios, pero los esfuerzos por recuperar la gloria resultan infructuosos. Este resumen de la trama de 'María Callas' podría hacer pensar en otro de los espectáculos flagelantes que han caracterizado la obra de Larraín; sin embargo, de entre las tinieblas que perfila el film, emerge una figura indomable, cuya rebeldía trastoca los cimientos de un mundo patriarcal y cuyo genio artístico se arremolina como un vendaval aun cuando su decadencia resulta evidente. Da la impresión de que Larraín se identifica con la vocación el fulgor creativo de Callas, lo que convierte 'María Callas' en la obra más devocional del autor de 'No'.

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Y no solo eso. El chileno encuentra en el crepúsculo vital de María –marcado por el recuerdo de sus traumas afectivos y el tránsito por el abismo de la locura– un receptáculo perfecto para adentrarse en su territorio favorito: los límites entre la fantasía y la realidad. Larraín sitúa a Callas en un espacio ambiguo e informe, plagado de fantasmas del pasado y de la imaginación. “Lo que es real y lo que no es real es solo cosa mía”, afirma la soprano indignada cuando su mayordomo pone en duda que la cita con un periodista sea auténtica. De hecho, los encuentros de la soprano de 53 años con un joven documentalista (Kodi Smit-McPhee) que quiere filmar una película titulada “La Callas: Los últimos días” parecen transcurrir en el corazón de una extraña fantasmagoría. Resulta difícil no pensar en el cine de Roman Polanski cuando Larraín construye con enérgica elegancia las alucinaciones que sufre Maria, pero el film no deriva en una espiral de degradación, sino que la protagonista mantiene su dignidad intacta en todo momento. El recuerdo de su grandeza se extiende por el presente como un eco demasiado poderoso como para que la realidad presente pueda asordinarlo.

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Afincada en el mes de septiembre de 1977, 'María Callas' se estructura a partir de un conjunto de flashbacks que informan al espectador sobre hechos capitales de la vida de la soprano. El esquema podría recordar al de 'Ciudadano Kane' si no fuera por el aura onírica que envuelve toda la representación, que remite a los espejismos temporales y fantasmales de algunas películas de Ingmar Bergman. En el presente, en color, María decide ir a un restaurante “para ser adorada”, pero acaba teniendo una incómoda conversación con un barman que recuerda a aquellas míticas escenas de 'El resplandor' de Kubrick. Luego, en el pasado, en blanco y negro, una joven Callas se enfrenta a la dura tarea de “entretener” a un soldado nazi a cambio de dinero, lo que deriva en una escena que remite al escalofriante pasaje de 'Senderos de gloria', también de Kubrick, en el que una joven alemana emocionaba a una 'troupe' de soldados enemigos con la belleza de su canto. A nivel visual, la 'María Callas' saca todo el partido al talento del director de fotografía Ed Lachman, que recrea imágenes de archivo que después Larraín y su montadora, Sofía Subercaseaux, enhebran a través de un montaje sinfónico que, puntualmente, recuerda al de Terrence Malick.

Sería tentador definir 'María Callas' como un réquiem cinematográfico, pero resulta más apropiado pensarla como una sonata, una pieza musical que se construye a partir de dos temas contrastantes. En este sentido, el brillante guion de Steven Knight, colaborador habitual de Larraín, despliega un fértil conjunto de dialécticas y paradojas que van pautando el relato. “La felicidad nunca ha producido una bella melodía”, reclama Callas, mientras que el médico que la visita (Vincent Macaigne) le exige que hablen “sobre la vida y la muerte, la cordura y la locura”. Aunque la escisión central del film es explicitada por un colaborador musical de la protagonista, que tras un ensayo fallido afirma: “Esa que ha cantado es Maria. Yo quiero escuchar a Callas”.

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Del interior de esa dialéctica entre la mujer y el mito, surge la monumental interpretación de Angelina Jolie, que después de años dedicada a la dirección y a la aparición en films intrascendentes –su último gran papel fue el de 'El intercambio', estrenada en 2008–, entrega en 'María Callas' el que podría ser el mejor papel de su carrera. Al sumergirse de forma plena en el dolor y la alienación de su personaje, Jolie logra que el espectador olvide su escaso parecido físico con Callas. Da la impresión de que la actriz construye su personaje desde una comunión visceral. Cuando Callas comparte mesa con John F. Kennedy y le espeta, con cierto desagrado, que ambos pertenecen al pequeño grupo de personas “que podemos ir donde queramos, pero que jamás podremos escapar”, uno siente que Jolie está canalizando a través de María su propia voz. De hecho, es la reticencia de Jolie a dejar que Callas caiga en el pozo del patetismo la que inmuniza la película contra el paternalismo y la crueldad. De la mano de la actriz, 'María Callas' deviene un valioso estudio sobre la grandeza, que puede horadarse con el tiempo, pero que resiste incólume y eterna en el panteón de los artistas convertidos en mitos.

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Para comprender las dos caras de María Callas, la mujer y el mito

Lo mejor: el artificioso trabajo de dirección de Pablo Larraín y la verdad que emana de la actuación de Angelina Jolie.

Lo peor: la rabiosa modernidad del film puede resultar desconcertante.


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Ficha técnica

Dirección: Pablo Larraín Reparto: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer País: Italia Año: 2024 Fecha de estreno: 7-2-2025 Género: Drama, Biográfica Guion: Steven Knight Duración: 123 min.

Sinopsis: Narra la tumultuosa, bella y trágica historia de la vida de la cantante de ópera más importante del mundo, reimaginada durante sus últimos días en el París de los años setenta

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Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.