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Dirección: Peter Jackson
Reparto: Sean Bean, Billy Boyd, Dominic Monaghan, Elijah Wood, Ian McKellen, Viggo Mortensen, Sean Astin, Liv Tyler, Cate Blanchett, Orlando Bloom, John Rhys-Davies, Christopher Lee, Ian Holm
Título en V.O: The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring
Nacionalidad: Nueva Zelanda, USA Año: 2001 Fecha de estreno: 21-12-2001 Duración: 165 Género: Fantástica Color o en B/N: Color Guión: Peter Jackson, Frances Walsh, Philippa Boyens Fotografía: Andrew Lesnie Música: Howard Shore
Sinopsis: Frodo Bolsón (Elijah Wood) es un hobbit al que su tío Bilbo (Ian Holm) hace portador del poderoso Anillo Único con una finalidad: destruirlo para liberar a los habitantes de la Tierra Media de la tiranía de esta pieza de orfebrería, capaz de otorgar un poder ilimitado al que la posea. Para completar con éxito su misión, Frodo se une a la Comunidad del Anillo, un variopinto grupo de héroes de distintas razas provinentes de la Tierra Media. Hay humanos, como Aragorn (Viggo Mortensen) o Boromir (Sean Bean), magos como Gandalf (Ian McKellen), hobbits como el propio Frodo, Pippin (Billy Boyd), Merry (Dominic Monaghan) o Sam (Sean Astin), enanos como Gimli (John Rhys-Davies), o elfos como Legolas (Orlando Bloom). Juntos emprenderán un largo y peligroso viaje.

Crítica

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La cabeza de J.R.R. Tolkien, de diámetro presumiblemente humano, contenía un universo entero, cuyos microorganismos más ínfimos debían tener ¿no lo duden ni por un instante¿ el árbol genealógico (imaginario) trazado sin margen de error. Si tal prodigio se hubiese quedado ahí, probablemente no hablaríamos del autor de ¿El Señor de los Anillos¿ con mayor respeto del que merecería alguien capaz de reproducir el cuadro de las lanzas en la cabeza de un alfiler: si el planeta Tolkien sigue vivo es porque se hizo palabra, porque cobró cuerpo a través de un estilo literario sensorial y poliforme, tan capaz de evocar el retumbar del trueno como el tenue silbido de la brisa. Del mismo modo, la titánica tarea de llevar al cine ese universo imaginario cerrado y poderoso, en una trilogía regida por la fidelidad al espíritu y a la letra, se podría haber quedado en pura machada neozelandesa si, detrás de ello, el estilazo de Peter Jackson no hubiese echado el resto para lograr trascenderlo todo en una experiencia absolutamente mesmérica: el autor de ¿Mal gusto¿ logra que sintamos, en la piel, el poder maléfico del Anillo o el restallar de un látigo de fuego. La buena ¿excelente¿ noticia es que no todo acaba ahí.Disfrutar de esta primera entrega de ¿El Señor de los Anillos¿ proporciona el aliciente adicional de comprobar cómo esta fantasía fuera del tiempo puede, a su modo mágico y lateral, seguir hablándonos en presente de indicativo: a fin de cuentas, todo el asunto va de sinuosas turbulencias colectivas, aires de apocalipsis y poderes malignos cuya mirada incluso atraviesa la carne. Espectáculo-mamut sin tacha aparente, ¿La Comunidad del Anillo¿ logra ser una película avasalladoramente física (nada hay en ella de aséptico videojuego, pese al gran tonelaje de magia digital), en la que los actores tienen espacio, poder y capacidad para construir sus personajes o bordar momentos inmortales ¿ahí están el duelo de magos o el sobrecogedor tramo final¿. Habrá quien aduzca que, en esta ocasión, Jackson ejerce más de ilustrador que de creador: arrastrar a una ballena blanca como Tolkien de un medio a otro sin que nada huela a podrido (o a impostado) es tarea suficientemente heroica como para andarse con remilgos de este tipo. Tampoco es cuestión de pedirle a un alpinista que se invente la montaña.>> Para quienes saben que la fantasía heroica no es la bisutería de la épica. Lo mejor: el duelo de magos o la muerte de Boromir. Lo peor: que el casting haya prescindido de enanos.