El pasado 19 de julio llegaba a Playstation 4 ‘Ghost Of Tsushima’, una creación de Sucker Punch que viene a responder a la larga petición gamer de crear un gran juego de samuráis. La historia de Jin Sakai, un joven guerrero que deberá enfrentarse en solitario a un ejército mongol en la Isla de Tsushima, es el punto de partida de esta recreación histórica de la gran batalla que vivió Japón en el Siglo XIII.
Evidentemente, desde Fotogramas lo primero que nos ha dado por pensar al probar el juego ha sido en su relación con el cine. Podemos entender el cine de samuráis, o chanbara, de la misma forma que el western en Estados Unidos. Es decir, aunque hablamos siempre de un género histórico, su iconografía se ha forjado a base de relatos ficticios, leyendas y, sobre todo, películas.
Desde el cine mudo y hasta finales de la segunda Guerra Mundial, el chanbara se centró en grandes guerreros, héroes de honor intachable que seguían el código del samurái, el célebre Bushido. Quizás, el ejemplo más conocido del honor samurái pueda verse en la genial ‘La venganza de los 47 samuráis’, de Kenji Mizoguchi, en la que esos 47 guerreros permanecerán fieles y arriesgarán la vida por defender el honor de su señor fallecido por harakiri. Recordemos que, entre otras cosas, cuando un samurái pierde el honor se debe de suicidar clavándose una espada en el estómago. Si tiene suerte, tras hacerlo, otro le cortará la cabeza para degollarlo y acabar más rápido. Eso es lo que se conoce como harakiri o, también, seppuko, y su sombra planea sobre cada decisión de un samurái.
Durante los primeros años de la posguerra el género se paralizó. Estados Unidos creía que la épica propia del mismo podía contribuir a reforzar la ideología imperialista en el país, recientemente derrotado. Sin embargo, llegó un ciclón llamado Akira Kurosawa, que situó el cine japonés en los años 50 como uno de los más admirados del mundo y a ‘Los siete samuráis’ (1954) como la película más icónica del género y de toda la historia del cine japonés. Sin embargo, algo había cambiado después de la guerra. Al igual que pasó en Hollywood con lo que llamamos western crepuscular, el cine de samuráis se pobló de retratos donde el honor de sus protagonistas se ponía en duda. El chanbara se volvió más amargo, reflexivo y lleno de claroscuros; se volvió, si cabe, más interesante.
El honor del samurái
Eso es precisamente lo que plantea ‘Ghost of Tsushima’, un sandbox de mundo abierto que da libertad de elección al jugador en una historia sin linealidad definida. Es decir, será el jugador con sus acciones el que dará forma a lo que acabará siendo su protagonista. El juego plantea todo un dilema moral al samurái y su código. ¿Por qué? El jugador debe utilizar el sigilo y los asesinatos por la espalda, así como diversas tácticas sucias, para acabar con un ejército muy superior en número. Según el Bushido, un samurái no puede servirse de tácticas de combate deshonrosas ni, mucho menos, atacar por la espalda. Un samurái, se supone, siempre mira a los ojos a su rival para matar o morir (según la suerte) con honor. Por eso, dependiendo del respeto del jugador al código, Jin seguirá siendo un samurái o se irá transformando poco a poco en el fantasma que da nombre al juego.
Dicen que, en el rodaje de ‘El último pistolero’, John Wayne se negó a rodar una escena en la que su personaje disparaba a un hombre por la espalda. Algo a lo que el director, Don Siegel, le respondió “Clint Eastwood lo haría”. Como el dilema del gran vaquero del cine, Jin Sakai tendrá que elegir y sus elecciones lo cambiarán para siempre. Conforme vaya incumpliendo el Bushido se irá transformando en el temible fantasma que da nombre al título… A no ser que intentemos regirnos siempre por el honor, claro.
Hay que decir que ‘Ghost of Tsushima’ se desarrolla en el siglo XIII, mientras que la mayoría de grandes películas del género samurái se sitúan entre los siglos XVI y XIX. Es decir, las transgresiones de Sakai son mucho más tempranas, y por tanto hirientes, que las de películas como ‘Los siete samuráis’, ‘Yojimbo’ o ‘Harakiri’, donde el mundo de estos míticos guerreros ya estaba en proceso de extinción.
Sin embargo, ambas tienen algo en común y es que lo que solemos llamar samurái, en su inmensa mayoría, se trata de un ronin, lo que vendría a ser un samurái vagabundo o sin señor. Hablamos de soldados sin ejército que, incluso, acababan siendo simples mercenarios o matones a cambio de un plato de comida que llevarse a la boca. El honor, sin servir y deber fidelidad a alguien, es mucho más difuso, y es algo que tanto ‘Ghost of Tsushima’ como Akira Kurosawa o Masaki Kobayashi exploran.
Recordemos sino la historia de ‘Los 7 samuráis’, en la que siete ronin, que no samuráis, son reclutados por unos pobres campesinos para defenderse de unos salvajes bandidos que les roban la cosecha. Véase también ‘Harakiri’, la otra obra cumbre del género y la que mejor se plantea el significado del honor. Narrada en flashback, un veterano ronin se sienta en medio del patio de una prestigiosa orden samurái solo para contarles cómo obligaron a morir a su yerno por una deshonra que no debería serlo, para, a continuación, intentar acabar con todos.
Jin Sakai es un noble samurái que se verá ante la tarea de proteger al pueblo de Tsushima del ejército mongol, lo hará solo y sin responder a nada ni a nadie. Su única opción de ganar es matar por la espalda, por la noche, entre las sombras… Sus motivaciones pueden ser justas pero más allá de eso, se trata de pragmatismo. La peor pesadilla de un samurái es cuando el honor se enfrenta con la realidad, cuando la única forma de conseguir tus honorables objetivos es haciendo lo que no es correcto. Como en la obra de Kobayashi, intentar salvar a tu familia de morir de hambre puede hacerte merecedor del harakiri… Sakai, más bien Ghost, puede acabar siendo merecedor de más de un seppuku.
El fantasma… de Akira Kurosawa
Quizás no hayamos podido evitar hablar de western porque el cineasta favorito de Akira Kurosawa era John Ford. Puede que el hecho de que ‘Los siete samuráis’ se convirtiesen en ‘Los 7 magníficos’ (John Sturges, 1960) y ‘Yojimbo’ en ‘Por un puñado de dólares’ (Sergio Leone, 1964) también haya influido. Lo que sabemos seguro es que Akira Kurosawa está, como no podía ser de otra manera, en el chanbara interactivo que es ‘Ghost of Tsushima’.
El exclusivo de Playstation cuenta con un modo llamado ‘Kurosawa’, uno que nos hará pensar por un momento que Jin Sakai tiene el rostro de Toshiro Mifune, el actor fetiche de Kurosawa y el gran samurái del cine. Cuentan desde Sucker Punch que, para conseguir la aprobación de los herederos del maestro, debieron respetar al máximo la imagen tan característica de sus películas. De primeras, el Modo Kurosawa puede parecer un simple cambio del color al blanco y negro, pero nada más lejos de la realidad. A quién haya visto ‘Yoyimbo’ y ‘Trono de sangre’ le resultará evidente que la textura de la imagen, la luz y el nivel de contraste entre el blanco y el negro está tremendamente cuidado.
Pero hasta sin el Modo Kurosawa es evidente la influencia de su cine y del de muchos otros maestros en ‘Ghost of Tsushima’. El bello color de los paisajes del mapa jugable llevará a muchos a pensar en la viveza pictórica de las imágenes de ‘Ran’ o ‘Kagemusha’. Sin embargo, más allá de Kurosawa, nadie como Hiroshi Inagaki y su Trilogía del Samurái (1954-56) ha utilizado de manera tan bella el color y el paisaje. Sí, también es muy difícil no pensar en el épico viaje de Musashi Miyamoto al controlar a Jin Sakai.
Pero dejémonos de charla y pasemos a los hechos. Nada mejor que comparar imágenes para descubrir las referencias y cualidades del cine samurái en ‘Ghost of Tsushima’. Precisamente por eso hemos preparado esta galería en la que varias escenas de las mejores películas del género parecen cobrar vida de nuevo, esta vez interactiva, a través de la historia de Jin Sakai.

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática.
Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Incluso tiene su lado erótico, pero limitado, lamentablemente, a seleccionarnos lo mejor de series y películas eróticas. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes.
Tras 5 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino.
Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación.
Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.