En este año que acabamos de abandonar, las series han alcanzado no solo su apogeo en cuanto a cantidad (se han estrenado más de 500 series en diferentes plataformas y canales televisivos), sino también en lo que respecta a su diversidad de historias, formatos, narrativas y géneros. Parece que el riesgo se encuentra ahora en 'streaming' más que en la gran pantalla, y una miríada de proyectos originales de Netflix, HBO, Amazon Prime Video o Movistar+ lo confirman. Sin embargo, entre la mística historia de 'Undone', el revolucionario retrato adolescente de 'Euphoria', la inefable comedia de 'Fleabag', los afilados diálogos de 'Succession', el impactante futuro que dibuja 'Years and years' o el perturbador realismo de 'Chernobyl', 'Creedme' y 'Así nos ven', hay una serie que ha conseguido sorprender semana a semana convirtiendo el legado inmaterial de una novela gráfica icónica en una reflexión inabarcable sobre el mundo contemporáneo que huye de la nostalgia y la autocomplacencia fan para explorar nuevas formas de entender los claroscuros del poder.
Y por eso, y otras tantas cosas más, 'Watchmen' es posiblemente la mejor serie de 2019.
[A continuación se discuten la trama tanto de la novela como de la serie, así que cuidado con los 'spoilers']
Para entender por qué la serie creada por Damon Lindelof ('The Leftovers') debería hacer mella en nuestro imaginario seriéfilo, conviene repasar qué une al proyecto con la obra creada por Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins, de la que NO es una adaptación. 'Watchmen' es una novela gráfica publicada en los años 80 (y adaptada al cine de manera bastante fiel en 2009 de la mano de Zack Snyder) que nos sumerge en un mundo dominado por superhéroes de dudosa moralidad (como en la reciente 'The Boys') que podrían encontrarse en peligro después de que uno de sus miembros, El Comediante, haya sido asesinado. Los misterios que rodean a esta muerte revelarán una trama más compleja, en la que Adrian Veidt (también conocido como Ozymandias) pretende acabar con la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética simulando un ataque alienígena sobre Nueva York (¡con un calamar gigante!) que acabará con la vida de miles de personas. Y lo hará, dice, para unir a ambas naciones frente a un enemigo común. El secreto del incidente quedará enterrado con la ¿muerte? de Rorschach (el único que quería revelar la verdad, y que se ha pasado toda la historia investigando el caso en los márgenes de la legalidad), la marcha al espacio del Dr Manhattan (un ser todopoderoso azulado, el único que realmente tiene superpoderes en el grupo, que ayudó al presidente Nixon a ganar la Guerra de Vietnam) y el silencio de todos los demás miembros del grupo, que seguirán con sus vidas humanas. Hasta ahora.
'Watchmen', la serie, es una historia sobre las consecuencias de todos estos eventos, desde el trauma de toda una comunidad tras la brutal destrucción de Vietnam (cuyas consecuencias marcarán la vida de la protagonista, interpretada por Regina King) hasta la resurrección de una versión moderna del Ku Klux Klan (El Séptimo de Kaballería) inspirada por el mismo Rorschach, un personaje siempre acompañado por la polémica. Él, un hombre de blancos y negros en un mundo que debe entenderse con grises, era objeto de admiración en la película 'Watchmen', pero su absolutismo es ahora gasolina para los movimientos de ultraderecha y supremacistas estadounidenses. Así, Lindelof nos sitúa varias décadas después de los eventos de la novela gráfica para cambiar los temas de conversación: lo que preocupa ya no es Vietnam o el Watergate, elementos de un retrato de la América post-Hiroshima, sino las relaciones tóxicas entre poder, raza y violencia, con un ojo puesto en la sangrante brutalidad policial y otro en la construcción de los miedos colectivos como arma de manipulación. También en cómo las máscaras ocultan la humanidad y crean enemigos. Quien las lleva no son superhéroes, sino vigilantes sin vigilancia que se autoproclaman salvadores.
El asunto de las máscaras (clave en la trama, que debate sobre si los policías deberían o no llevarlas para ocultar su identidad dadas las amenazas y ataques que han sufrido) también nos hacen reflexionar sobre algo muy contemporáneo: el anonimato en internet y las redes sociales. Cuesta no ver en esta crítica velada una cierta alusión a la cultura del avatar, tras los que se esconden los 'trolls' que propagan sus consignas xenófobas, sexistas o simplemente beligerantes por toda la red. También es, por otro lado, una representación muy visual y efectiva de la otredad, de aquello con lo que no podemos empatizar porque no podemos verlo. Así, la identidad (de cualquier tipo) se convierte en uno de los pilares de este nuevo 'Watchmen', donde todos los personajes batallan entre su pasado y su presente, entre su persona tras la máscara y la que vive frente al mundo, quienes son y quienes aparentan ser.
Ahora bien, la identidad no es solo individual, sino que es la colectiva la que vertebra el show: cómo nos hemos construido como sociedad, como nación y comunidad. Enfocado a los Estados Unidos, claro. Lo vemos desde su primera escena, un crudo retrato de la masacre racista del conocido como "Black Wall Street" en la Tulsa de 1921. Una de las zonas de predominancia afroamericana más prósperas del país acabó destruida hasta sus cimientos en manos de supremacistas blancos, y Lindelof invoca a las sombras de 'El nacimiento de una nación' de D.W. Griffith para mostrárnoslo. Es también la primera de muchas referencias al mito de Superman, con un Krypton en destrucción y un niño salvado por sus padres, que acabará convirtiéndose en un superhéroe: Justicia Encapuchada.
La figura de este personaje de la novela conecta con la protagonista de la serie, Angela Abar (King), no solo porque es su abuelo, sino también porque representa el legado de violencia que se transforma en necesidad de reparación y justicia. Esa herencia se traspasa de una manera agónica (al tomarse la Nostalgia que contienen los recuerdos de su antepasado, Angela vive en sus carnes el momento en el que casi muere ahorcado y adopta la soga como el elemento más distintivo de su icónico traje) porque la sangre sobre la que se ha construido nuestra realidad aún huele. Porque, aunque muchos quieran enterrar el pasado para no tener que enfrentarse a la realidad, nunca habrá una reparación de daños real hasta que no lo conozcamos en toda su crudeza y aprendamos a vivir con ello. Y es que es precisamente eso (descubrir cómo convivir con los traumas heredados y los errores propios) el via crucis de gran parte de los personajes de la serie, desde Laurie Blake (que adopta ya sin complejos el apellido de su conflictivo padre) hasta Looking Glass (que aún tiene pesadillas con aquel calamar gigante que arrasó Nueva York en 1985).
La identidad también puede definirse a través de la fe. La protagonista encuentra un alter ego superheroico en una monja, que se hace llamar Hermana Noche (inspirada por la cinta de 'blaxploitation' que sostenía cuando sus padres murieron en un ataque fruto de las represalias por la masacre de Vietnam) y, lógicamente, acabará casada con Dios. Una de las sorpresas más grandes de la serie llega cuando descubrimos que su pareja Cal (Yahya Abdul-Mateen II) es en realidad Jon Osterman (AKA Dr. Manhattan), que se creía oculto en Marte (viviendo la 'Life on Mars') después de los eventos relatados en los 80 en la novela gráfica (y en el filme de Snyder). El origen de todo lo que se desarrollará desde que entre en un bar ('Into Abar') vietnamita en 2009 e invite a Angela a salir (como vemos en el octavo episodio) es difícil de explicar: dado que el personaje no tiene límites lineales en el espaciotiempo (vive en el pasado, presente y futuro a la vez) y por tanto sabe lo que va a ocurrir, la paradoja del huevo y la gallina asalta el show cuando Lindelof nos pone todas las cartas están sobre la mesa. ¿Quién es dueño de sus destinos? ¿Es todo lo que vemos un plan divino o alguno de los participantes tuvo realmente alguna posibilidad de alterar los hechos con sus acciones? "Todos somos marionetas, Laurie; yo sólo soy una marioneta que puede ver los hilos", decía Osterman en la novela original. Unas palabras que ahora resuenan en esta secuela tardía.
Pero más allá de la inevitabilidad de lo que ocurre (un análisis que daría para artículos mucho más largos y complejos que este), nos queda claro qué es lo que ha aprendido el Dr. Manhattan desde que le conocimos hace décadas hasta ahora: las emociones humanas. Este superhombre perdió de tal manera la conexión con la realidad que sus poderes se convirtieron en armas tóxicas y sin propósito. Cuando llega el amor en las últimas horas de su vida (cuando, en 2019, Angela intenta salvarlo aún cuando sabe que va a morir), toda su existencia anterior se nutre de este sentimiento que le vuelve a conectar con cierta escala moral, cierta responsabilidad que probablemente le llevó a poner la primera piedra en el relato de la serie y en el camino que llevará a la protagonista a su destino final.
Angela volverá a ser heredera en la última escena de esta primera temporada de 'Watchmen'. No de asuntos del pasado, sino de las esperanzas del futuro. Un huevo es el medio por el que (supuestamente, pues la ambigüedad rodea este final tanto como el de la brillante 'Undone' de Amazon Prime Video) Cal traspasa sus poderes a su expareja después de su muerte. Ella capta el mensaje, y se lo come. Y como Jesucristo, se dispone a caminar sobre las aguas de su piscina. Y fin. Lindelof reflexiona sobre la dirección que debe tomar el poder en nuestro tiempo. Cuando todos los que quisieron ostentarlo han caído o fracasado (Lady Trieu, los supremacistas blancos, Adrian Veidt e incluso el propio Osterman), desperdiciando sus privilegios en cruzadas personales o en contra del beneficio de la mayoría, toca pasar el testigo a alguien que sí lo merezca. A alguien que no lo quería, y que por eso es digna de él. Angela Abar ha luchado por conocer su legado (el bueno y el que no lo es tanto) de la misma forma que debe hacerlo nuestra sociedad. Ella es el futuro porque ama, porque empatiza y porque ha aprendido que superar (que no olvidar) el pasado es la única manera de avanzar hacia adelante.
Fuera de los marcos de la ficción, las enseñanzas de 'Watchmen' son muy parecidas. Damon Lindelof y su equipo de guionistas (Lila Byock, Claire Kiechel y Nick Cuse, entre otros) se han pasado nueve capítulos dialogando con la obra de los años 80 en términos no solo de historia y personajes, sino también evidenciando un cambio de era. Han pasado más de treinta años, y esta serie ha sabido sacar todo el jugo a las maravillosas ideas de Moore para darles un baño de realidad contemporánea, así como grandes dosis de espiritualidad y necesidad de amor por encima de todas las cosas. Puede que no contasen con los derechos de los autores para crear esta continuación, pero el respeto mostrado es irreprochable. Lo que nos queda es, sin duda, una de las mejores series (si no la mejor) de 2019.
No, nada acaba nunca: 'Watchmen' es eterna.

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.
En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.
Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.