Ser gracioso es una mierda. Los cómicos siempre han presumido de mala salud mental y han sabido sacarle provecho al asunto pero, conforme la imparable maquinaria en la que vivimos nos ha ido deglutiendo a todos, transformando la otrora tabú ayuda psicológica en un bien de primera necesidad, algunos profesionales del humor han decidido ir a por todas y volcar sus más complejas experiencias en coreografiados testimonios más o menos amargos.

Aunque los versados en la materia siguen peleándose sobre la idoneidad de convertir un show de comedia en una terapia personal (echamos mucho de menos ‘Comedia perpetua’), lo cierto es que estos valorados abordajes a la autoconsciencia son un éxito porque llegan a todo tipo de público, incluso a aquellos que, hasta ese momento, no se habían parado a pensar qué implicaba un especial de stand-up más allá del monólogo humorístico grabado.

El maravilloso pelotazo de Hannah Gadsby con ‘Nanette’ (Madeleine Parry, Jon Olb, 2018) llegó en el momento exacto, no surgió de la nada. Si echamos la vista atrás y escuchamos a Richard Pryor, sus confesiones van y vienen con la misma velocidad con la que Ricky Gervais bebe cerveza para disimular que, en realidad, piensa más en lo que dice de lo que juega a aparentar. George Carlin siempre habló desde el corazón y el fenómeno del payaso triste existe desde que se inventó la nariz roja, pero es cierto que algo ha pasado en esta década. El personal ‘Maria Bamford: The Special Special Special!’ (Jordan Brady, 2012) pasó de ser la excepción de una cómica abierta a todo (y a ella) a un modo de afrontar el espectáculo cuando fueron estrenándose títulos como ‘Marc Maron: Thinky Pain’ (Lance Bangs, 2013), ‘Bill Burr: I'm Sorry You Feel That Way’ (Jay Karas, 2014), ‘Sarah Silverman: A Speck of Dust’ (Liam Lynch, 2017), ‘Chris D'Elia: Man On Fire’ (Bill D'Elia, 2017), ‘Ali Wong: Hard Knock Wife’ (Jay Karas, 2018), ‘Trevor Noah: Son of Patricia’ (David Paul Meyer, 2018) o el absolutamente inigualable ‘Adam Sandler: 100% Fresh’ (Steven Brill, 2018). Hasta Dave Chappelle se pone serio para contarnos lo jodida que es la vida pero, hasta ahora, nadie se había atrevido a ir tan lejos como Bo Burnham, el niño prodigio que ha decidido regalarnos el más lúcido, personal y depresivo relato sobre el confinamiento en forma de especial escrito, compuesto, dirigido, interpretado, grabado y montado por él mismo.

Bo Burnham, ¿de dónde sales?

Robert Pickering Burnham nación en Hamilton, Massachusetts, el 21 de agosto del ridículamente reciente 1990. En 2006, con dieciséis años, se grabó tocando al piano en su cuarto una divertida canción y reventó YouTube en Estados Unidos. Cinco temas después, esta vez tocando la guitarra, el viral se fue transformando en fenómeno y, en 2008, el rap ‘i'm bo yo.’ propicio la firma de un contrato de cuatro discos con Comedy Central Records. El joven hablaba del mundo, del racismo, de sexo, de religión y del machismo y misoginia imperante, todo desde un punto de vista absolutamente satírico, pero siempre combinando la acidez con un pequeño toque amargo que, poco a poco, se fue convirtiendo en un profundo conocimiento de sus propios temas.

Sin perder de vista sus comienzos, y como payaso mayor de instituto que nunca dejará de serlo, los premios y contratos se fueron acumulando mientras Burnham seguía hablando a su público como si fuesen compañeros millennials por mucho que, en su gran mayoría, fuesen cuarentones intentando descifrar cómo era posible que ese adolescente entendiese tan bien su entorno.

El primer especial no tardó en llegar, ‘Bo Burnham: Words Words Words’ (Shannon Hartman, 2010), y a este le siguió la serie de MTV ‘Zach Stone Is Gonna Be Famous’ (2013) y el ya rotundamente profesional ‘Bo Burnham: what.’ (Christopher Storer, Bo Burnham, 2013). Todo apuntaba a que estábamos ante el fenómeno cómico del recién estrenado siglo, algo que afianzó el lanzamiento en Netflix de ‘Bo Burnham: Make Happy’ (Bo Burnham, Christopher Storer, 2016), una preciosista colección de canciones que terminaba en una confesión que, vista con el tiempo, sirve como prólogo de todo lo que ocurrió después.

Obsesionado con las actuaciones, el control del ego y la mezcla de amor y odio que sentía hacia un público que le había dado todo e irremediablemente se lo estaba quitando, Burnham anunció que se retiraba a los 26 años. Diferentes ataques de pánico sufridos durante la gira de ‘Make Happy’ nos arrebataban a la estrella que decidió pasarse al cine con la preciosa ‘Eighth Grade’ (Bo Burnham, 2018), un relato sobre los miedos de una niña de trece años antes de entrar en el instituto. Y nos alegró pero, a falta de un regreso en condiciones de Steve Martin, necesitábamos a Bo encima de un escenario.

Con las pilas cargadas, y con el ánimo henchido tras la buena recepción de su largometraje, comenzó a pensar si sería el momento de volver a ser iluminado por un foco. Sus ataques de ansiedad habían desaparecido al priorizar su salud mental durante unos años y ahora, con nuevas herramientas adquiridas, estaba seguro de que podría compaginar sus espectáculos con una vida saludable. Así lo comunico a sus allegados a inicios de 2020 y, entonces, the funniest thing happened.

Disclaimer: el siguiente análisis contiene spoilers de ‘Bo Burnham: Inside’ (Bo Burnham, 2021), a partir de este punto es recomendable haber visto el especial.

Disclaimer 2: el redactor de este artículo no solo no es cómico, sino que tampoco es psicólogo (y habría que ver si es periodista). Se desaconseja usar las siguientes interpretaciones sobre una obra de ficción como guía alguna.

Llama al 717003717 o consulta telefonodelaesperanza.org si necesitas ayuda.

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Inside: crisis en dos sucesos desencadenantes

Marzo de 2020, la crisis del coronavirus frena al planeta y Bo Burnham aprovecha para encerrarse en la casa de invitados de su vivienda, el mismo espacio en el que terminó ‘Make Happy’ en 2016. Como finalmente no volverá a salir de gira, decide aprovechar este tiempo muerto para acumular diferentes elementos de rodaje y grabar algún nuevo tema pero, como nadie sabe cuándo se volverá a la normalidad (y la incapacidad del cómico para quedarse en algo sencillo es patológica), se viene demasiado arriba.

El tema de apertura, ‘Content’, nos lleva directamente a aquel mes de saturadas agendas online y agobios ante la capacidad creativa de todo aquel que quiso disimular la pandemia con horas de contenido de no demasiada calidad, como si fuese de eso de lo que vamos escasos en Internet. Burnham confiesa desde el principio que anda algo deprimido, pero continúa con su trabajo y, concentrado en las habilidades adquiridas en terapia, perfecciona la idea del tema inicial en el mucho más complejo ‘Comedy’, una ampliación en la que añade además gran parte de su discurso habitual: búsqueda de atención desesperada por parte de los artistas, la temida futilidad de la comedia y la persistente turra del hombre blanco.

Should I be joking at a time like this? Somebody help me out 'cause I don't know”, se pregunta antes de que una voz celestial repita las palabras que él mismo ya se había dicho antes: “Healing the world with comedy”. Engañándose al forzar una revelación que no es tal, finalmente decide salvarnos a todos a base de comedia y, tras la COVID-19, se impone el segundo suceso desencadenante que le llevará a olvidar cinco años de terapia: crear un especial sin equipo y sin público, cueste lo que cueste y tarde lo que tarde.

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Acercándose al borde: negación

Sin (querer) saber dónde se está metiendo, avisa que lleva ya algunos meses trabajando en el proyecto, tarea que de momento le ha alejado de la desesperación y lo demuestra con otra divertida canción con aroma a cómico en pandemia.

FaceTime with My Mom (Tonight)’ es un relato sobre los parones intermitentes entre conexiones con amigos para realizar la pertinente llamada a casa. Si esto no hubiese ido a más, la letra simplemente sería una serie de divertidas bromas sobre una madre usando regular el móvil, pero aquí nada es simple y Burnham comienza a desmoronarse colándonos una frase a la que sacaremos partido en un par de temas: “Oh, look who's here. Say hi to dad! He says, how ya doing, bud? I say, I'm not so bad. And that's the deepest talk we've ever had”.

Las imágenes en las que aparece enojado nos llevan a la vertiente satírica de la canción, quiere seguir jugando a hacer bromas ácidas sobre los lugares comunes de la pandemia, pero la música no miente. Si se hace una escucha por separado, será fácil descubrir que nos habla desde el cariño adquirido. La experiencia de esa charla, ya en el recuerdo, resulta gratificante también para él. Jaime Altozano sabrá explicar por qué.

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El mundo es una mierda: enojo

Recordemos que, en aquel momento, el tiempo pasaba lento y las emociones se agolpaban con celeridad. Ante la incertidumbre generada por un suceso tan complejo de explicar como pasar por una pandemia mundial, lo lógico es llegar a la fase del enojo con fuerza. ¡Habrá que buscar un culpable! Bo no se lo piensa y elige al villano que nos rodea: el sistema.

How the World Works’ comienza con él, hombre cis, hetero, blanco y norteamericano, explicándonos cómo funciona el mundo gracias a las abejitas, el polen y demás mandangas para después, por medio de un calcetín al que somete con su mano, descubrirnos que todo sigue girando por (ojalá pese) a un sistema asesino y despiadado.

Socko, que es como se llama la marioneta, nos descubre la furia de un cómico que nos recuerda, desde Netflix, que puedes decir la mierda que quieras sobre el sistema (“The global network of capital essentially functions to separate the worker from the means of production”) siempre que no molestes de verdad (“Why do you rich fucking white people insist on seeing every socio-political conflict through the myopic lens of your own self-actualization?”). Y si lo haces, al cajón.

Por si no queda claro, el sketch posterior habla de publicistas, los seres humanos que trabajan directamente para ayudar a la bestia. Enfadado con todo, subraya la hipocresía de cada campaña de marketing con maquillaje de beneficio para el bien común y pasa a otra cosa. No está pa’ hostias.

White Woman's Instagram

Antes de continuar viajando hasta el fondo, hagamos una parada obligatoria en la que se ha convertido en la canción más comentada en redes, para bien y para mal (para eso está Internet, ¿no?).

White Woman's Instagram’ es, en apariencia, una divertidísima generalización sobre tropos fácilmente reconocibles en cuentas de Instagram de mujeres blancas (más o menos norteamericanas). Obviando el hecho de que, aunque nos quedásemos ahí, lo mismo tampoco hacía falta enfadarse, vamos a intentar explicar por qué la canción defiende exactamente aquello que muchos (que no muchas) dicen que humilla.

Volvamos atrás, a aquella frase que hemos destacado de ‘FaceTime with My Mom (Tonight)’ en la que el cómico reconoce que un “¿Qué tal? Pues aquí, tirando” es la conversación más profunda que ha tenido con su padre. A mitad de ‘White Woman's Instagram’ -y es importante que sea a la mitad y no al final para curarse en salud-, pasamos de la colección de graciosos tópicos a la lectura de un post publicado por una de esas mujeres. La imagen del especial se abre y rompe las cuadriculadas barreras de la red social para contarnos que, junto a la foto de su madre, la plural protagonista de la canción se desahoga y habla con ella, le dice cuánto echa de menos estar a su lado por mucho que haya pasado una década desde que se fue, que sigue intentando aprender a vivir sin ella. Le habla de su vida, de cómo ha ido progresando, de su pareja a la que adora, se reconforta pensando que no le ha ido tan mal después de todo y pide que le de un beso a su padre de su parte.

Y la canción, que no ha parado de usar la generalización como herramienta en ningún momento, vuelve a las bromas sobre cómo las mujeres de este mundo de mierda, tan machista para las feministas como para las que no lo son, son capaces de crear un luminoso paraíso de colorines en el que sentirse seguras de manera pública y, junto a ello, mostrar emociones que (seguimos generalizando) un hombre conscientemente privilegiado como él no es capaz ni de soñar en privado. Es entonces cuando el estribillo sube y se convierte en una alabanza, una loa a todas las que, como la revolución Kawaii japonesa, hacen de lo pretendidamente cursi un arma poderosa.

Las mujeres blancas de Instagram que quieran poner la foto de un puto aguacate ya tienen su propio himno.

Y lo ha hecho un señor.

Mierda.

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Altibajos: distorsiones cognitivas y autoconsciencia

Regresemos al acantilado por el que estamos acompañando a nuestro protagonista que, en su luto por las perdidas ganas de vivir, habíamos dejado en pleno enojo. “¿Es necesario que todas las personas de este planeta expresen todas y cada una de las opiniones que tengan sobre todas las cosas que ocurren a la vez?” Pregunta a mi timeline de Twitter. “¿Hay alguien que pueda callarse la puta boca?” Comenta mientras asentimos, incluido el que ha decidido dedicar una semana de su vida a despiezar un especial de comedia para intentar encontrar el mapa de su propia depresión. “¿Puede alguien, cualquiera, quien sea, alguien, callarse la puta boca sobre cualquier cosa?” Expresa el especialista en mostrar una opinión sobre todo lo que le rodea antes de, evidentemente, declararse culpable.

Unpaid Intern’, un elegante y soulero R&B sobre las desgracias de internos y becarios, sirve formalmente para crear un maravilloso gag sobre la moda de las reacciones a lo que sea que haga falta reaccionar en diferentes plataformas y, de paso, entra definitivamente en el peligroso bucle de la autoconsciencia.

Cuando Bo comienza a reaccionar a su reacción de la canción, se suceden las mofas sobre sí mismo y vuelve a aparecer la crítica a la turra en general y al artista en particular, pero es en su reacción a la reacción de la reacción cuando la cosa se pone realmente interesante y, en mitad de ese encadenado Noguera (podéis usarlo), resuelve que ser consciente de que comete el primer error y expresarlo verbalmente en el segundo repaso no le quita culpa alguna. “La autoconsciencia no exime de nada”, se castiga.

Alejado de ese momento, a medio camino entre un mal viaje de sativa y un trastorno obsesivo-compulsivo, el pobre comienza a perder la cabeza, un método estupendo para llegar de la peor manera posible al momento más complicado.

Bezos I’ es un loco enaltecimiento de Jeff Bezos, fundador de Amazon, compañía con la que todos imaginamos que ha conseguido gran parte del material que abarrota la habitación/escenario. Otra señal de que las risas a costa de ‘White Woman's Instagram’ eran un relato positivo: los temas sobre este magnate del sistema son pretendidamente laudatorios.

Pero no perdamos el tiempo. Estamos en el momento de los altibajos y, tras llorar los peligros futuros que vendrán con la imposición de algoritmos, dedica en ‘Sexting’ una divertida canción al arte del cancaneo vía mensaje de texto que termina en patetismo, la más intrínsecamente humana de todas las sensaciones conocidas.

Una perturbadora versión de un mensaje youtuber nos introduce en el valle de ‘Look Who's Inside Again’, una letra en la que la nostalgia hace acto de presencia y se descubre, como en los vídeos que le hicieron famoso en 2006, intentando ser gracioso haciendo bromas encerrado en una habitación. Personaje y persona son ya imposibles de diferenciar, las tomas falsas forman parte del tema así como los finales precipitados hacia un lugar que intuimos pero no conocemos.

Embriagado de recuerdos, probablemente porque tenía en mente una inmediata fecha en el calendario, repasa su primer vídeo, aquel ‘My Whole Family…’ de hace catorce años con el que comenzó todo, y aprovecha para marcarse ‘Problematic’, una escena de entreno de película de los 80 en la que pide perdón por comentarios y acciones del pasado que hoy en día supondrían un problema. Y este es el último tema fundamentalmente cómico que logra hacer. Y solo va por la mitad…

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30: tercer suceso desencadenante

Sentado junto a un reloj que marca las 23:58, el cómico confiesa que lleva seis meses trabajando en el proyecto y que ha llegado al límite que se impuso en un principio. A dos minutos de alcanzar el día de su trigésimo cumpleaños, sabe que aún no tiene show y nota que todo se complicará más desde que el reloj indique que son las 24:00. Con ‘30’ se despide definitivamente de su juventud y, ya que está, nos recuerda a todos los que ya pasamos por aquello que él sigue dirigiéndose a su generación, no a las nacidas antes de los 90.

La pandemia, el especial y la crisis de los 30. Podría haberse enfrentado a cada uno de estos sucesos de uno en uno y, gracias al trabajo psicológico realizado durante cinco años, haber superado el trago sin problemas. Incluso a una combinación de dos de ellas pero, ¿las tres a la vez?

And now my stupid friends are having stupid children”. Y que lo digas, Bo.

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Nos lanzamos al abismo: depresión

It's 2020 and I'm thirty, I'll do another ten. 2030 I'll be forty and kill myself then”, promete al final del tema anterior subrayando el verdadero temor que te invade al cumplir 30, dejando claro que lo que sigue no va a ser agradable.

Tras revisar bromas sobre el suicido que parece tener grabadas de solo unos meses/semanas atrás, el cómico intenta desesperadamente retomar el rumbo pero, como ya anticipó en ‘Make Happy’, comienza a tener problemas para dejar de hablar del show en sí mismo, de él y de las crecientes ganas de abandonar ambas cosas.

En ‘Don't Wanna Know’ nos pregunta directamente qué nos está pareciendo ‘Inside’, con la tranquilidad que le da saber que no podemos contestar porque, desde luego, no quiere saberlo. Impaciente por volver al sendero luminoso, se inventa un pequeño gag sobre un videojuego para terminar forzando ‘Shit’, una canción pretendidamente divertida sobre lo mal que lleva el confinamiento. No cuela, Bo, te has dado cuenta y nosotros también.

Con ‘All Time Low’ se deja de tonterías y actualiza su estado de ánimo, el más bajo hasta el momento. “A few things start to happen, my vision starts to flatten, my heart it gets to tappin' and I think I'm gonna die”, confiesa en un último aliento. Ya está, estás deprimido, y ahora, ¿qué?

Internet: el trigger de todo esto

Pongamos un rostro más claro al culpable, que por mucho que el sistema sea el enemigo del ser humano es un ente demasiado general y, esta recaída en particular, ¿no será la respuesta a un elemento dañino que lleva siendo el protagonista oculto de todo el especial desde el principio?

Welcome to the Internet’ es la sátira definitiva sobre lo diabólico de la red de redes, una acusación en firme que demuestra que no solo su veneno es imparable, sino que somos directamente responsables porque sí conocimos un momento mucho más amable del invento que nos une a todos para mantenernos solos.

Y es que de eso va también ‘Inside’, de cómo Internet es parte imprescindible de absolutamente todos los momentos de nuestra vida, ayudando en los buenos para provocar los malos. ¿No es la depresión de Bo causa también del feedback que espera lograr online y que, por desearlo de un modo idealizado, es imposible de obtener? El ansia digital, la desesperante necesidad de consumir contenido está resumida en uno de sus versos de oro: “Apathy's a tragedy and boredom is a crime, anything and everything all of the time”.

Atormentado por su discurso interno, utiliza un descanso entre canciones para pronunciar en voz alta una mentira que ya ni él sabe en qué dirección va y asegura que, como tendrá que vivir su vida si termina el especial, ha pensado en no acabarlo nunca. ¿Se está autoconvenciendo así de que queda poco cuando, en realidad, no lo cree? ¿Hasta qué punto es retorcido hacerte daño a propósito por si vas a hacerte daño sin querer? La historia de mi vida…

En ‘Bezos II’ ya no tiene fuerza ni para seguir riéndose del millonario y solo acierta a cantar: “Jeffrey Bezos, you did it! Jeffrey Bezos, congratulations!” Tras esto, deja de hablar de mundo real y no real (o digital) para referirse al mundo digital o no digital. Ha perdido la cabeza y, como le da igual, está listo para pasar al siguiente y definitivo escalón: dejar de combatir la depresión y explorarla.

Hemos ganado porque hemos perdido, y al revés. Enhorabuena.

Caretas fuera: asentamiento, aceptación y nombre

Esta vez a la guitarra y en un entorno de hoguera nocturna en mitad del bosque (un foco parpadeante y unos árboles proyectados), ‘That Funny Feeling’ recopila ideas del imaginario colectivo norteamericano contemporáneo como si tuviese la facilidad de verbo del mejor cómico millennial de la historia. Una nueva colección de lugares comunes que, lejos de resultar un agradable regreso a la vieja normalidad, suponen baches en el camino para todo aquel que no se sienta cómodo con volver al mismo sistema que nos tritura.

Los ejemplos recopilados por Burnham se van volviendo más y más desconcertantes, pero en ningún momento dejan de ser reconocibles. Este es el mundo de mierda al que volvemos, el de “Carpool Karaoke, Steve Aoki, Logan Paul”, el del agotador “the backlash to the backlash to the thing that's just begun” y, desde luego, el de “a gift shop at the gun range, a mass shooting at the mall”.

Full agoraphobic, losing focus, cover blown. A book on getting better hand-delivered by a drone”, confiesa un cómico que no puede más, que se está deshaciendo día a día y que nota que el final está cerca. Abrazado a las inundaciones que el cambio climático nos regalará a todos, incluidos a los que siguen ignorando que ese es nuestro verdadero problema inminente, se rinde y se presenta de verdad, poniendo nombre a su monstruo y explicando, en gran medida, parte del éxito de su carrera y del fracaso de su persona: “Total disassociation, fully out your mind. Googling derealization, hating what you find”.

La desrealización, prima exterior de la despersonalización, es un síntoma disociativo que te impide percibir el mundo que te rodea tal y como es, eliminando la capacidad emocional de todo lo que forma parte de tu contexto que, dependiendo de su magnitud y extensión en el tiempo, te harán imposible una relación sana con el entorno. ¿Cómo vas a poder estar bien con algo que repeles biológicamente?

La capacidad del cómico para entender el mundo, para diseccionarlo, entra en conflicto directo con la desrealización al volverse incapaz de disfrutar con sensaciones tan necesarias para nuestro día a día como la rutina y los lugares comunes. No puede hacer bromas sobre cosas que su cerebro no entiende, no puede volver al día a día porque está sobrecargado de elementos insoportables.

El tono amable con el que canta “there it is again, that funny feeling”, conclusión de su colección de ideas reconocibles, no habla de volver a vivir como antes de la pandemia, es más, insiste en que todos seremos engullidos por el agua. El verso está dedicado la bola intangible que se instala entre el estómago y la garganta, ese peso que no desaparece, que convierte acciones totalmente mundanas en complejos problemas a superar, que agota de día y no deja dormir de noche, que no permite ni trabajar ni disfrutar de momentos de ocio. Esa sensación interior que nació de una emoción pero que ha mutado en una dolencia física que no se va y que ha comenzado a enraizar en cada órgano, propagando su insidiosa influencia por todo el cuerpo para impedir que nada vuelva a tener sentido porque, ¿para qué?

Esa curiosa sensación es la depresión. Impura y dura. Pero, “hey, what can you say? We were overdue, but it'll be over soon. You wait”.

Ba-da-da, ba-da-da, ba-da-da-da-da-da-da.

;)

Viaje más allá: fin del relato crístico

Para Burnham esto ya ha terminado pero, ¿y para nosotros? Él ha muerto por nosotros y por sus pecados, hemos visto cómo recibía un mensaje de una voz superior, cómo poco a poco se entregaba al calvario llegando hasta a crucificarse en ‘Problematic’ y, después de señalar a los que le han traicionado, nos ha perdonado a todos, reconociendo que el problema lo tenía él con nosotros, descargándonos de una culpa que, en realidad, sí tenemos.

Pero ahora se ha ido y el que nos habla en ‘All Eyes On Me’ es el Padre, esa voz que le invitó a curar el mundo con comedia y que ahora, como en ‘Can't Handle This’, aquel tema de 2016 a lo Kanye West en el que incluyó sus terrores entre chistes de burritos y latas de Pringles, nos invita a subir a su lado mientras explica, como anzuelo, su ya destartalado proceso de curación del último lustro.

We're goin' to go where everybody knows” y si no te apuntas no te preocupes, en unos (pocos) años todos sufriremos la ira del Padre en forma de ciudades de interior convertidas en zonas costeras para refugiados climáticos.

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Despedida y cierre

Pero esto es un especial, puede que uno de los mejores jamás filmados, así que necesita un cierre que deje contentos a los buscadores de tramas circulares. Jesucristo resucita, enseña sus llagas y ordena un poco su cuarto. Ya ha muerto, lo peor ha pasado, solo queda dar algo de sentido a todo lo ocurrido pero, como este texto, la luz al final del túnel es tan clara que ilumina el camino.

En ‘Goodbye’, Burnham se despide de nosotros antes de ascender, mostrándose preparando la canción de cierre antes de que nada de lo acabamos de experimentar ocurriera. El truco, más o menos engañoso, nos lleva a un falso medley con pequeñas variaciones en las que, entre otras ideas, juega a cambiar el punto de vista del emisor y el receptor.

Empaquetado el show, y falsificadas las moralejas, el Padre sale una vez más pero, esta vez, con su verdadera voz, mucho más grave y cavernosa, con la mecánica reverberación del dron que le entregó el libro de autoayuda. Puede que venga de abajo y no de arriba, pero lo importante es que encuentra a Bo Burnham, el cómico, no el personaje, encerrado otra vez en su habitación.

A modo de epílogo, y antes de los breves créditos con ‘Any Day Now’, el personaje (que ahora interpreta al cómico) logra salir para quedar encerrado fuera, deleitando así a una audiencia sedienta de risa. El cómico mira desde dentro y, en primer plano, nos miente. Suena “It'll stop any day now”, y puede ser, pero no del modo en el que crees.

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Headshot of Ricardo Rosado

Ricardo Rosado es crítico de cine, periodista cultural, experto en comedia norteamericana, películas de terror de cualquier tipo y todo lo que ocurra entre géneros y formatos. Criado entre películas de Steven Spielberg, y malcriado desde que se topó con David Lynch, lleva una década escribiendo sobre el arte que consume.

En FOTOGRAMAS le leerás comentando los últimos estrenos en salas, fomentando la paz entre fans de Marvel y DC, repasando todas las novedades de Star Wars o sumergido en las profundidades de los catálogos de Netflix, HBO Max, Prime Video y Filmin. También le gusta hacer galerías y rankings de películas y series, pero nadie se fía demasiado de su criterio.

Tras estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid, creó un blog de reseñas cinematográficas con la esperanza de acudir gratis a festivales de cine y pases de prensa. Ahora, tras siete años escribiendo en FOTOGRAMAS sobre los últimos estrenos en salas, las series del momento y cualquier contenido disponible en los diferentes canales de streaming, sigue pensando que mereció la pena.

Frontman de dos vergonzantes proyectos musicales, director de diversos videoclips de bandas de heavy metal madrileñas y autor de no pocos cortometrajes escondidos en la red de redes, es el editor y uno de los orgullosos contertulios del podcast cultural 'Los de al lado de Pumares', espacio que le ha permitido participar como colaborador en otros formatos de radio como 'Estamos de cine' (Castilla-La Mancha Media) y 'El faro' (Cadena SER), además de haberle convertido en una de las voces principales de los vídeos de FOTOGRAMAS.