Cuando Christopher Nolan decidió (o se vio forzado) finalizar su trilogía del Caballero oscuro con ese forzado happy ending, en lugar del épico sacrificio final de su protagonista como clímax, muchos dijeron “es que no se puede matar a Batman”. Pero, si Batman realmente nunca puede morir, nunca puede fallar, el interés del público va, por fuerza, disminuyendo. Marvel solucionó este problema con sus fases. Sabíamos que ‘Endgame’ era el final de tres fases del universo y que conllevaría despedidas, muertes.
Gracias a eso la película tuvo verdadero drama, verdadera emoción. Si ‘Endgame’ acabase como ‘El caballero oscuro: La leyenda renace’, Natasha y Tony aparecerían tomando un vermú en una terracita. Menos mal…
Sin embargo, esta libertad está tan controlada como limitada por ese ente gigantesco que llamamos MCU. El Marvel Cinematic Universe ha llevado al cine con gran éxito el formato serial, mezclando ahora incluso series con películas. Pertenecer al MCU implica coherencia, implica que los personajes y lo que les sucede siempre tiene que tener unidad, aunque haya que arreglarla a posteriori. Eso tiene principalmente dos problemas dramáticos, las relaciones amorosas y las derrotas (o muertes). Aunque Marvel empezó a solucionar ambas con 'Endgame' (la muerte de Tony Stark, el regreso de Steve con Peggy) también las seguía cometiendo (la muerte de un Loki que todos sabíamos que seguiría en el MCU, la historia de “amor” olvidada entre Viuda Negra y Hulk).
La gran ventaja de ‘¿Qué pasaría si…?’ que ya expusimos en nuestra review de los tres primeros episodios ya reflejaba el gran arma de esta serie con respecto al resto del MCU, que está totalmente liberada del mismo. El capítulo 4, dedicado al Doctor Strange, brilla por su tragedia y por el profundo sentimiento de su relación amorosa, una que en su película del MCU era más que frágil y olvidadiza. Aunque se espera más importancia hacia el personaje de Christina Palmer (Rachel McAdams) en la segunda entrega, Doctor Strange y el Multiverso de la locura, en la película inicial su personaje estaba más desdibujado que el del también revivido para la causa de Thor: Love & Thunder, Jane Foster (Natalie Portman).
En la película, Strange pierde sus manos de cirujano en un accidente de coche y encuentra en las artes místicas la solución a sus problemas. Mucho más que eso, deja atrás la debilidad de sus manos y se convierte en el hechicero supremo, derrotando a Dormammu y salvando el mundo. En el capítulo de ‘What If…?’, es Christine Palmer quien muere en el accidente. Lógicamente, mucho más que unas manos, el amor arrebatado y la posibilidad de salvarlo de la muerte a través de la alteración del tiempo con el Ojo de Agamoto, acaba volviendo loco a Strange.
Si el Doctor Pyme era un asesino en el episodio 3, a merced de vengar las muertes de su mujer e hija, aquí otra muerte de una persona amada desdobla a Strange en dos, el que conocemos y un hechicero oscuro que acaba absorbiendo (con unos cuantos tentáculos de Shuma-Gorath incluidos) y venciendo al bueno. El problema es que su Día de la marmota no acaba nada bien.
El vigilante (Jeffrey Wright) entra por primera vez en escena directa para decir que no merece la pena arriesgar todos los universos por salvar uno, y Doctor Strange y su universo mueren, se deshacen, y Christina Palmer desaparece en sus brazos, tras siglos de intentos y magia negra por salvarla.
Uff, si creíamos que eso de ver morir a todos los vengadores en el episodio 3 era una apuesta dura, aquí el drama llega a su máximo. Y no porque Strange muera, o porque lo haga su amada, ni siquiera porque sea derrotado y el universo se destruya. Y no, tampoco por ver a un vengador pisar el lado oscuro. Es, como habréis adivinado, por todo eso a la vez. Porque ‘¿Qué pasaría si…?’ nos ha permitido en este episodio 4 una complejidad que el MCU no puede permitirse, un héroe que se pasa al lado oscuro, pero por un motivo moralmente indiscutible, salvar a su amada, lo que más le importa.
La Fase 4 del MCU nos demostró con Loki y Sylvie y, sobre todo, con Wanda y Visión, que está mejorando en esto de las tragedias amorosas desde esa escena de Natasha y Bruce Banner en ‘La era de Ultrón’. Sin embargo, Sylvie y Loki se reencontrarán en la temporada 2, y la doble muerte de Visión ante los ojos de Wanda, por trágica que sea, no nos hace olvidar que ya hay otro visión blanco volando por ahí…
‘¿Qué pasaría si…?’ sigue siendo un bello juego de narrativas, desviaciones y fantástica y vibrante animación, pero si por algo es una joya dentro de Marvel es por su inusitada libertad, por su rotundidad absoluta y dramática. Nadie quiere ver derrotados a sus héroes, pero si no hay derrota no hay victoria, no hay ‘Endgame’ sin ‘Infinity War’. Ahora, ‘Doctor Strange y el multiverso de la locura’ nos interesa mucho más.

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática. Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes. Tras 8 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.