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Ha pasado más de un mes del estreno de ‘¿Quién es Anna?’. A la velocidad que corren los tiempos actuales, estas cinco semanas equivalen a tres eventos cinematográficos, dos mejores series del año, unas elecciones autonómicas, una guerra y una tormenta de arena del Sahara, por lo que es normal no acordarse mucho de ella. La serie creada por Shonda Rhimes se convirtió en el penúltimo fenómeno seriéfilo de Netflix pero fue recibida con críticas moderadamente entusiastas que coincidían en un defecto: era demasiado larga para la poca chicha que tenía.
Con más o menos chicha, lo cierto es que a algunas series de Netflix se les ha ido de las manos lo de los capítulos largos. Aunque muchas ficciones de la plataforma, como ‘Vikingos Valhalla’, se ajustan a la duración por pieza tradicional de entre 40 y 50 minutos, otras muchas alcanzan la hora de duración en varios episodios e incluso la rebasan. Echando un vistazo a los estrenos recientes vemos que ‘¿Quién es Anna?’ tiene nueve episodios de entre 59 y 82 minutos; ‘Tribunal de menores, 10 capítulos de entre 54 y 69 minutos; ‘Los diarios de Andy Warhol’, seis capítulos de entre 52 y 78 minutos; la cuarta temporada de ‘Ozark’ tiene un puñado de capítulos por encima de los 60 minutos; en ‘Misa de medianoche’ todos sobrepasaban la hora, llegando a los 70 minutos en algunos casos.
No es que sea algo nuevo: la primera temporada de ‘Los Bridgerton’, estrenada a finales de 2020, estaba compuesta por ocho episodios de entre 57 y 72 minutos. ‘The Crown’, ‘Por trece razones’, ‘Black Mirror’, ‘Narcos’ o ‘The Get Down’ (con un primer episodio de 93 minutos, la duración media de una película) son series con episodios muy largos. Y tampoco es algo exclusivo de Netflix, pues encontramos ejemplos en Prime Video (‘Hunters’ y su primer episodio de 90 minutos), FX y HBO.
El origen de las largas duraciones: las cadenas de cable
De hecho son las cadenas de cable estadounidenses las primeras “culpables” de este fenómeno. Series de FX como ‘Hijos de la anarquía’, ‘Fargo’, ’Legion’ o ‘The Americans’, o la mayoría de los dramas de HBO (‘Westworld’, las últimas temporadas de ‘Juego de tronos’, el piloto de ‘Vinyl’ de dos horas…), han reforzado en la última década la idea de que la mejor televisión es la televisión cuyos episodios duran lo más cercano posible a una película.
La llamada “televisión de prestigio”, una categoría a la que las plataformas han aspirado desde que Netflix creó ‘House of Cards’, tiene un cierto poso acomplejado que la hace querer separarse de la televisión tradicional. Y una de las formas, junto con el uso de violencia, sexo y palabrotas, es superar las duraciones habituales. Las cadenas de cable y las plataformas pueden hacerlo porque por lo general no tienen que ajustarse a una estricta parrilla o introducir bloques publicitarios. Pero como dijo un sabio: “Mira, puedes hacer una serie de cualquier duración, pero solo porque puedas hacerlo no significa que debas hacerlo”.
Ese sabio era el jefe de FX John Landgraf, y lo dijo en un artículo de The Hollywood Reporter titulado “La era del privilegio en televisión: ¿Por qué los episodios son ahora tan largos, maldita sea?”. Ese reportaje se publicó en 2017, y desde entonces algunas series solo han triplicado su apuesta, especialmente en Netflix.
Netflix y la manga ancha con las duraciones
¿Tiene la plataforma de streaming una política que incentiva las largas duraciones? Tendría sentido pensar que sí, teniendo en cuenta su estrategia de producción que prima la cantidad sobre la calidad. Series como ‘¿Quién es Anna?’ o todas las de Marvel que se estrenaron en la plataforma, y documentales como ‘Tiger King’, han sido criticadas por tener un excesivo minutaje para alargar historias que podrían haberse contado en menos tiempo. También en 2017 el director ejecutivo de Netflix, Reed Hastings, dijo que el objetivo de la plataforma era llenar el mayor número posible de horas que los espectadores pasaban despiertos al día. “Llega una serie o una película que te mueres por ver, y acabas trasnochando para verla, así que nuestra competencia real es el sueño. ¡Y vamos ganando!”, dijo en una entrevista con Fast Company.
Está claro que los de la gran N roja quieren tenernos enganchados a su catálogo para así evitar que probemos otras plataformas o incluso otras formas de entretenimiento, y se nota en sus producciones originales y en sus adquisiciones. Dos de las series más vistas según su top actual son ‘Café con aroma de mujer’ y ‘La reina del flow’, telenovelas de más de 80 capítulos por temporada, capítulos que duran entre 40 minutos y una hora. Otro ejemplo que viene de Latinoamérica es ‘El marginal’, serie nacida en la televisión pública argentina. Sus dos primeras temporadas estaban compuestas por episodios de 50 minutos, la tercera tenía episodios algo más largos y la cuarta, producida ya para Netflix, cuenta con episodios de más de una hora y hasta 82 minutos.
Desde Netflix nos dicen que no hay “patrón definido”, sino que la duración “responde a cómo está escrita la historia y a la libertad creativa de los autores”. Y es verdad que varias series han demostrado flexibilidad y libertad, como ‘The OA’, que en su primera temporada tenía un episodio de 71 minutos y otro de 31, o ‘Master of None’, comedia que tenía episodios de entre 21 minutos y casi una hora y desafiaba todas las reglas del género, especialmente en su tercera temporada estrenada en 2021. “Queremos que los espectadores estén emocionados con ver el siguiente episodio porque no saben lo que les vamos a dar. Queremos esa impredecibilidad”, dijo el co-creador Alan Yang hace unos años.
Lo cierto es que la plataforma también ha experimentado con formatos más cortos de lo normal. El año pasado estrenaron la serie española ‘El tiempo que te doy’, protagonizada por Nadia de Santiago y Álvaro Cervantes. Creada por la propia actriz junto a Inés Pintor y Pablo Santidrián, la serie consta de 10 episodios de 11 minutos de duración (más créditos), una iniciativa que surgió de la propia plataforma. “Netflix vio el cortometraje ‘A quien dices amar’ que habíamos escrito y dirigido Inés Pintor y yo, y nos contaron que estaban buscando ideas de series con formato corto”, cuenta Santidrián. Les propusieron dos opciones con episodios de menos de 15 minutos, una de ellas consistía en reflexionar sobre el tiempo que dedicamos a un amor que ya hemos perdido; la propia estructura de la serie incide en ese concepto, dedicando un minuto menos a ese amor del pasado con cada episodio. “De parte de Netflix siempre ha habido un cariño especial por la historia y por su estructura”, añade el creador.
La libertad de los autores y el respeto por sus ideas son una buena noticia después de décadas en las que la ficción televisiva ha estado a menudo regida por mandatos y restricciones impuestas por ejecutivos y factores externos. Y es normal que muchos guionistas quieran aprovecharla para contar las historias con más tiempo (que a veces, aunque no siempre, significa más complejidad y riqueza en los guiones). Pero no deja de ser irónico que durante décadas los guionistas españoles hayan pedido a las cadenas poder hacer series más cortas para que las tramas fueran de mayor calidad; ahora los guionistas estadounidenses, tras décadas constreñidos por unos parámetros de duración muy concretos, corren en la dirección contraria.
Y mientras tanto, a los espectadores se nos acumulan las series y películas en esta apabullante era de la “Peak TV”. A veces uno empieza un capítulo y piensa: “¿Una hora y pico? Mejor en otro momento”.
Licenciado en Comunicación Audiovisual, es el típico que entró en la carrera queriendo ser director de cine hasta que se le quitó la tontería a los 15 minutos. Le encanta escribir sobre series, pero también lo hace sobre películas. Marvel, terror, HBO o dramones indies, cualquier género, forma y medio es bueno si la historia lo vale. Las entrevistas y el cine español son su debilidad, y está enganchado a ‘Drag Race’.