El primer episodio de 'The Last of Us' ya ha aterrizado en HBO Max. La adaptación del videojuego del estudio Naughty Dog es una serie, pero bien podríamos hacer una excepción e incluirla en nuestra lista de las mejores películas basadas en videojuegos: así de buena es. Y parte de su interés nace del curioso giro que da al género de los zombis (ni se te ocurra matizar que en realidad son infectados, esa distinción es innecesaria y lo sabes). De los comecerebros que se levantan de sus tumbas por influjo del vudú o por una luna de sangre hemos viajado hasta los muertos vivientes infectados por virus, bacterias y demás agentes peligrosos; pero lo que convierte a los seres humanos de 'The Last of Us' en bichos sin voluntad es otra cosa: un hongo. En concreto, el Cordyceps, un género de hongos parásitos que existe en la vida real. Pero ¿hay motivos para preocuparse verdaderamente? ¿Es el hongo Cordyceps un peligro real para los seres humanos?
The Last of Us: cuál es el peligro real del hongo Cordyceps
La serie de HBO Max no arranca con ninguna set piece diseñada para desencajar mandíbulas, ni con una terrorífica secuencia protagonizada por los infectados de la serie. Ni siquiera con un pausado garbeo por unos Estados Unidos desiertos y en ruinas, a ritmo de country apocalíptico. Nada de eso: el principio de The Last of Us está en las antípodas de la acción. Pero no del yuyu. El primer episodio de la serie arranca con una especie de prólogo en el que asistimos a la emisión en directo de una especie de programa televisivo de divulgación en el 1963, cuarenta años antes de que se desate la catástrofe. ¿Por qué tanto mal cuerpo, entonces? Pues porque, en una escena que nos recuerda mucho a 'El Colapso', otra gran historia sobre el fin de la civilización y una de las mejores series cortas que puedes ver en plataformas, un epidemiólogo vaticina que podrían ser precisamente los hongos los que acaben con el tinglado humano.
El científico, interpretado por John Hannah, explica que ciertos hongos pueden infectar diversos huéspedes animales y controlarlos. Según él, los humanos podrían ser los siguientes. Bastaría con que esas esporas asesinas evolucionaran hasta ser capaces de sobrevivir en ecosistemas cálidos por, digamos, un cambio climático. “Candida, ergot, Cordyceps, Aspergillosis… Cualquiera de ellos podría ser capaz de penetrar en nuestros cerebros y tomar el control de, no millones, sino miles de millones de nosotros. Miles de millones de marionetas con mentes envenenadas. Y no hay ningún tipo de tratamiento para esto, ninguna prevención. No existen, ni siquiera es posible hacerlos”. Nosotros ya hemos dejado de comprar champiñones, tú verás.
Por suerte o por desgracia, Craig Mazin, el cocreador de la serie —junto a Neil Druckmann, director creativo del videojuego original— ha hecho el fact-checking por nosotros, comentando en una entrevista cómo de real es la amenaza del hongo Cordyceps que se ve en 'The Last of Us' para la especie humana. “Es real”, ha asegurado el creador. “Todo lo que el personaje dice sobre los hongos, lo hacen de verdad. Lo hacen ahora y lo han hecho desde siempre. Hay algunos documentales sobre el tema que son bastante terroríficos. Ahora bien, su advertencia de que pasaría si evolucionan y se meten dentro de nosotros desde un punto de vista puramente científico, ¿nos harían exactamente lo mismo que les hacen a las hormigas? No lo creo. Lo dudo”.
En cualquier caso, la parte del discurso del epidemiólogo sobre la ubicuidad de los hongos en nuestras vidas no deja de ser veraz. El personaje “sí está en lo cierto con lo de que el LSD y la psilocibina vienen de los hongos”, explica Mazin. “Se lo dije a John: Lo que estamos haciendo en esta escena es contarle a la gente que los hongos siempre han estado ahí”.
Antonio es experto en medios de comunicación y cultura popular. Lleva más de 5 años escribiendo sobre productos audiovisuales de todo tipo, aunque la mayoría de sus reportajes, entrevistas, recomendaciones, análisis y críticas se han centrado, sobre todo, en los mundos del cine y las series. Sin embargo, tampoco hace ascos a los cómics, la música o los videojuegos. Además, se deja caer bastante a menudo por la sección de Ciencia de Esquire para hablar sobre exoplanetas, protoestrellas, asteroides o misiones espaciales.
Desde muy joven, ha compaginado el trabajo periodístico, investigador y docente para observar y entender más de cerca todo aquello que tenga que ver con ese black mirror del que hablaba Charlie Brooker. Si una expresión cultural toma forma alrededor de una pantalla —desde las series y películas de Marvel, Netflix y otros epítomes de lo comercial hasta plataformas marginales, disidencias creativas o subculturas underground—, allí estará él para documentarla y, por qué no, ganar alguna que otra dioptría por el camino.
Nunca se le ocurrió que una adolescencia tan otaku como la suya pudiera monetizarse, pero en esas está ahora mismo: años y años de leer manga, escuchar J-rock, acudir a salones, practicar karate y consumir anime por vías poco ortodoxas han acabado convirtiéndolo en un especialista de la cultura japonesa, con la que mantiene una relación de amor-odio. Tanto si quieres descubrir la última maravilla de la animación nipona independiente como si necesitas saber qué episodios de Naruto puedes saltarte con alegría para esquivar el relleno, él es tu hombre.
Antonio Rivera es graduado en Periodismo y en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster en Investigación Aplicada a Medios de Comunicación por la misma institución. Comenzó su andadura en un periódico regional y, desde entonces, ha pasado por cabeceras especializadas y generalistas, moderado mesas redondas en festivales y participado en algún que otro libro. Actualmente, además de a diario en Esquire, se le puede encontrar en la sección de Televisión de El Confidencial, en Twitter o en algún congreso científico.