'Mrs. Davis' es una serie un tanto rara. De esas que, cuando empiezas a verla, ni siquiera sabes si esta locura que te están poniendo delante de la cara es una estupidez supina o una auténtica genialidad. Seguramente polarizará a los espectadores entre esas dos opiniones, pero a medida que avanzan los episodios es más fácil posicionarse como defensor acérrimo de esta disparatada, pero no absurda, nueva obra de Damon Lindelof (sí, el mismo de 'Perdidos', 'The Leftovers' y 'Watchmen') que ha creado junto a Tara Hernández (guionista de 'The Big Bang Theory' y 'Young Sheldon') y de la que HBO Max acaba de estrenar en España sus cuatro primeros episodios, de un total de ocho (actualmente se encuentra en emisión en EEUU en Peacock).

La premisa de 'Mrs. Davis' es ya de por sí loca, pero todo lo que podamos imaginar se supera luego con creces en el desarrollo de la serie. El título hace referencia al nombre que de una inteligencia artificial que muchas personas han adoptado como guía para sus vidas, como si el algoritmo hubiese sido capaz de sustituir a la religión, o directamente a Dios, llevando las riendas de la vida de unos súbditos que prefieran que un ser superior maneje su adultez en vez de hacerlo por sí mismos. Pero esta IA tiene una enemiga, la protagonista de la serie, una monja, la hermana Simone (cuyo nombre antes del hábito era Elizabeth o Lizzie). Interpretada por una magistral Betty Gilpin ('GLOW'), la religiosa quiere acabar con esta maquinita, por razones que iremos conociendo.

Ahí, tras perder el convento en el que vivía, empieza su viaje. Y en el camino se encontrará con Wiley, su exnovio, que también quiere destruir a la IA aunque sus motivaciones tampoco son del todo claras, y hará un pacto que la llevará a buscar el Santo Grial por el mundo. En paralelo, conoceremos también el pasado de Elizabeth y Wiley o a los padres de esta y, con ello, por cada pregunta que se responda se abrirán un sinfin de interrogantes más. Pero, tranquilos, aquí no hay osos polares como en 'Perdidos'. Si teméis que, como en la serie de la isla, aquí se lancen setenta misterios que jamás tendrán respuesta, no parece el caso. Es cierto que todavía no sabemos cómo se cerrará la historia (o si lo hará con su primera temporada), pero vista la primera mitad queda claro que no es tan importante la construcción de una mitología o la llegada hasta una respuesta como la diversión de un viaje frenético interrumpido por escenas de acción, sociedades secretas y constantes giros de guion.

Esa es la clave de 'Mrs. Davis', que todo está consagrado al entretenimiento del espectador y al disfrute, y que lo hace con una sorprendente mezcla de géneros y tonos: por muy tonta que nos pueda parecer, o por macarra que sea, nunca deja de tomarse en serio a sí misma. El humor es uno de sus puntos fuertes, pero la gracieta no fagocita la potencia de una historia amena que no para de avanzar nunca. Y la propia Gilpin encarna esto a la perfección, mostrando una vis cómica estupenda pero jamás cayendo en la parodia y haciendo que empaticemos totalmente con Simone. La actriz definió la serie en 'The Daily Show' diciendo que "es como si un cubo de Rubik follase con una calculadora maldita" y no podemos más que aplaudir la definición. En realidad, la serie está, en cuanto a su tono, mucho más emparentada con 'Watchmen' que con 'Perdidos'.

Si te apetece una serie de ciencia ficción molona que te hable sobre fe e inteligencia artificial y que no ponga nunca el pie en el freno, 'Mrs. Davis' es para ti. Poco más podemos decir, por ahora, para no reventarte las sorpresas. Bueno, un consejo: si eres de los que ves las series mientra mira el móvil, este no es el título indicado para ello. Si pestañeas, te pierdes. No por nada, a partir del tercero, los capítulos vienen precedidos de un "previously" que nos viene de fábula para comprobar que seguimos al tanto de todo lo que ha pasado.

Headshot of Álvaro Onieva

Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".