Si había una serie que esperábamos con ganas que llegase al catálogo de Max, esa era sin duda 'Dune: La Profecía', ficción televisiva que expande el universo fílmico de Denis Villeneuve pero que cuenta una historia al margen de la protagonizada por Timothée Chalamet y Zendaya en las salas de cine. Su primer episodio llegó el pasado lunes y durante las próximas cinco semanas (esto es, un total de seis episodios) seguiremos su propuesta, de la que aún es pronto para realizar una valoración contundente pero de la que sí podemos lanzar unas primeras impresiones.

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Para empezar, un poco de contexto. La historia de 'Dune: La Profecía' es inédita y no está basada en ningún material de Frank Herbert (aunque sí en el universo que creó) y es una precuela de las películas que sucede algo más de 10.000 años antes del nacimiento de Paul Atreides. En la cronología de la franquicia encajaría justo después de la trilogía 'Grandes Escuelas de Dune' (compuesta por 'La hermandad de Dune', 'Máquinas pensantes de Dune' y 'Navegantes de Dune') escrita por Brian Herbert (hijo de Frank) junto a Kevin J. Anderson. Así, reconoceremos planetas, razas o casas nobles de 'Dune', pero la trama no tiene nada que ver.

Como nos cuenta el prólogo de la serie, la acción arranca 116 años después de la guerra contra las máquinas pensantes (humanos contra versus inteligencia artificial). Aunque cuenta con diferentes personajes, el foco está en las Bene Gesserit, esa hermandad de mujeres "mágicas" que buscan experimentar con la genética humana para sus intereses, una misión que inicia la Madre Superiora Raquella Berto-Anirul y que después recaerá en las hermanas Valya y Tula Harkonnen. Por otro lado, tenemos al emperador Javicco Corrino y su sucesora, la princesa Ynez, y otras casas poderosas, o a un misterioso guerrero, Desmond Hard (encarnado por Travis Fimmel de 'Vikingos').

Eso sería, grosso modo, lo que cuenta de partida la serie, que no es poca cosa. Y se nota. Como le pasaba a los primeros episodios de 'Juego de tronos', en los que costaba enterarse de quién era quién y dónde estaba hasta que nos hicimos con las claves de Poniente, aquí la presentación de personajes, lugares y circunstancias puede desorientar a todo aquel espectador que no esté muy familiarizado con la franquicia.

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La comparación con 'Juego de tronos' no se queda en ese complicado arranque: es fácil ver que 'Dune: La Profecía' podría desarrollar la capacidad de sumergirnos en un universo rico, pero cambiando la fantasía medieval por la exploración galáctica (y también recuerda a cuando 'Star Wars' nos lleva de paseo de planeta en planeta). Aquí, al igual que en la otra serie, la política, las luchas por el poder o las alianzas serán el pan de cada día y se intuye que también habrá acción y peleas, además de maquinaciones.

Es palpable en este episodio, también, que al nivel de producción de la serie no se le puede poner ningún pero: en ningún momento tenemos la sensación de estar ante un subproducto de 'Dune'; al contrario, cada fotograma de la serie es digno heredero de la visión de Villeneuve y es intrigante y apasionante tener la posibilidad de expandir los horizontes que las películas no tienen tiempo para cruzar. Ambientación, vestuario, paisajes digitales, todo está en su sitio.

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Sin embargo, este primer episodio, como tal, no es la mejor carta de presentación de la serie en cuanto a narrativa. No es suficientemente limpio, directo y claro. Salta de un sitio a otro, presenta muchas cosas de manera aturullada y se percibe como denso y complejo, incluso inaccesible para el espectador casual. Necesita, como decíamos antes, de esa paciencia extra que tuvimos con 'Juego de tronos' para que la serie, y nosotros, nos encontremos en un punto para poder seguir adelante.

Está por ver si 'Dune: La profecía' se queda en café para muy cafeteros o si consigue abrir sus puestas para que entren cuantos más espectadores posible (con lo que ha debido costar, más le vale que sea lo segundo). Potencial tiene para convertirse en un imprescindible de la ciencia ficción televisiva, pero pide un voto de confianza. ¿Quién se apunta a dárselo?

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Max
Headshot of Álvaro Onieva

Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".