Trajes de época, decorados de ensueño, carrujes, amor y también sexo apasionado. Esos son los ingredientes que tienen en común la serie 'Los Bridgerton' y otra nueva propuesta de Netflix, en este caso española, que acaba de aterrizar en la plataforma: 'Manual para señoritas', protagonizada por Nadia de Santiago y Álvaro Mel.

Y aunque su showrunner, Gema R. Neira, ha comentado en entrevistas que no tenían a 'Los Bridgerton' como referente (a decir verdad, Bambú Producciones no es ajena a las series de época e hizo mucho antes ficciones como 'Velvet' o 'Las chicas del cable'), resulta imposible no trazar la comparación con la serie de Shonda Rhimes, porque apelan a un mismo público aunque, si las analizamos al detalle, juegan con armas ligeramente diferentes.

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En 'Manual para señoritas', Nadia de Santiago da vida a una carabina en un momento histórico indeterminado pero más o menos asemejado al Madrid galdosiano. Dice ser la mejor en lo suyo, pero su trabajo tiene un inconveniente: cuando logras tu cometido, te quedas en la calle. Es por eso que ve una oportunidad de oro en trabajar para una familia con tres hijas (esto es, tres clientas que casar), la mayor que será su primer objetivo, la segunda a la que de momento le interesa más estudiar que el amor y una tercera más traviesa.

Será a través de ellas como se despliegue todo el dispositivo de artimañas y estrategias para conseguir un buen pretendiente, pero la protagonista también tendrá su propio interés amoroso en el personaje de Álvaro Mel, ahijado de la familia, cuya relación se sustenta en el tropo "enemies to lovers" (que tanto gusta últimamente en los romances en BookTok), esto es, el clásico "los que se pelean se desean", pero con un camino tumultuoso antes de que llegue (si es que llega) a buen puerto.

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Sin embargo, donde 'Los Bridgerton' apuesta por el folletín sin filtros ni vergüenza, 'Manual para señoritas' hace de la agilidad y las notas de humor su seña de identidad. Logra así distanciarse de otras propuestas de época más encorsetadas, desplegando un arsenal de recursos visuales (desde la ruptura de la cuarta pared al diálogo entre la protagonista y un narrador omnisciente, pasando por insertos o un juguetón uso de la música) y se convierte en una serie vivaz donde el aburrimiento no encuentra hueco para aparecer.

Aquí, además, Bambú Producciones consigue mejor algo que se le atragantaba cuando hacía 'Velvet'. En aquella serie protagonizada por Paula Echevarría y Miguel Ángel Silvestre, la falta de contexto chirriaba: pretendía establecer un cuento edulcorado en mitad del Franquismo, haciendo referencia a él a veces pero ignorándolo la mayor parte del tiempo. En 'Manual para señoritas', en cambio, el cuento está mejor conseguido: se eliminan las referencias al año exacto en el que sucede y también al lugar ("Fulanito ha venido a la ciudad", dicen sin aclarar si es Madrid, Barcelona u otra), mientras que los espacios y los colores saturados refuerzan esa sensación de que nos encontramos en un universo ficticio y atemporal donde la época existe solo porque es bonita y donde el contexto social se sobreentiende pero es laxo.

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Manuel Fernández Valdes/NETFLIX

De este modo, sin tener que preocuparnos por ningún tipo de rigor histórico, 'Manual señoritas' se dispone ante el espectador como un divertimento simpático y sin excesivas pretensiones, sin que eso signifique que se dé tregua. Las tramas son atractivas y los cliffhanger del final de cada episodio empujan a querer saber más sobre estas muchachas y su carabina, mientras que se utilizan los clichés del género dándoles una vuelta más moderna, subvirtiéndolos a veces y siguiéndolos otros, para jugar así con las expectativas del espectador.

Es, en definitiva, todo lo que puede esperar el espectador de un producto así: una ficción eficaz y resulta, bien planteada y ejecutada, que cumple la función de entretenernos con tramas amorosas envueltas entre enaguas y corpiños, ambientadas en palacios y platós en los que nos gustaría ser invitados para una fiesta o banquete.

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Headshot of Álvaro Onieva

Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".