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En un mundo roto, donde el dolor es una lengua común y la pérdida una constante, las historias que exploran el lado más oscuro de la humanidad encuentran un eco particular. Quizás porque, incluso entre ruinas y escombros, seguimos buscando respuestas. La violencia, la rabia y el duelo no son solo ficciones postapocalípticas: son también reflejos, a veces deformados, de las heridas que aún no han cerrado fuera de la pequeña pantalla. Y 'The Last of Us' conectan con el presente, no por los monstruos que muestra, sino por los humanos que retrata.
Con una carrera tan discreta como impecable, Kaitlyn Dever se ha convertido en una de las actrices más versátiles de su generación. Su desgarradora interpretación en la serie de Netflix 'Creedme' (2019), donde encarnaba a una joven víctima de abuso sexual, le valió una nominación al Globo de Oro y la consolidó como una de las grandes promesas de Hollywood. En su filmografía también destacan películas como 'Superempollonas' (Olivia Wilde, 2019), 'Short Term 12' (Destin Cretton, 2013) o la serie de Disney+ 'Dopesick: Historia de una adicción', donde volvió a recibir aplausos unánimes por su intensidad dramática. Ahora, con 'The Last of Us', da un salto hacia uno de los personajes más complejos, controvertidos y emocionalmente desafiantes de la televisión reciente.
La segunda temporada de 'The Last of Us', la aclamada serie de HBO basada en el exitoso videojuego de Naughty Dog, se ha estrenado con la promesa de no dejar indiferente a nadie. En un mundo devastado por una infección fúngica que ha arrasado la civilización, la historia continúa explorando la delgada línea entre el bien y el mal, la pérdida, la venganza y la capacidad (o no) de redención. La serie, protagonizada por Pedro Pascal y Bella Ramsey, ha conseguido lo que parecía imposible: adaptar con respeto y personalidad un material ya considerado sagrado por millones de jugadores en todo el mundo. En este contexto irrumpe Abby, el personaje de Kaitlyn Dever, una joven marcada por el trauma, con una fortaleza física imponente y un motor emocional cargado de rabia y heridas abiertas. Su presencia no solo altera el rumbo de la historia, sino que obliga a la audiencia a enfrentarse a su propia noción del héroe y del villano.
Coincidiendo con la llegada del segundo episodio de esta nueva temporada, Kaitlyn Dever, conversó con Fotogramas sobre el reto de encarnar a uno de los personajes más intensos y decisivos de la serie. Su irrupción marca un punto de inflexión tanto en la historia como en la relación emocional del público con los protagonistas. La actriz reflexiona sobre las emociones que arrastra su personaje, el proceso creativo detrás de su interpretación y lo que supone formar parte de una serie que ha redefinido los límites del drama televisivo.
¿Videojuego o guion? ¿Qué pesa más para una actriz a la hora de abordar una adaptación como ‘The Last of Us’?
Creo que el guion me ofrecía ya muchísimo material con el que trabajar. Había jugado al primer juego y a partes del segundo junto a mi padre, que es un gran admirador de la saga. Pero también es cierto que Neil tenía muy claro que quería que cada intérprete abordara su personaje como una reinterpretación, casi como una nueva lectura. Por supuesto, el videojuego inspira toda la serie, pero él no buscaba una réplica exacta de lo que ya se había hecho.
¿Te sentiste entonces más libre como intérprete al sumergirte en la serie? ¿Qué descubriste sobre Abby al explorar su mundo interior desde esa libertad?
Lo agradecí profundamente. Al fin y al cabo, no estamos aquí para calcar el videojuego, que ya existe y de forma brillante, sino para aportar algo nuevo. La serie permite una aproximación mucho más matizada, una inmersión más profunda en la vida emocional de los personajes, algo que como actriz me resultó apasionante. Me permitió llegar al núcleo de Abby, entender qué la mueve, qué la define. Así que sí, jugué un poco del segundo juego, pero mi enfoque principal fue el guion, los episodios que me correspondían, y cómo contar desde ahí su historia.
Abby tiene una presencia física imponente, pero también está atravesada por la rabia y el deseo de venganza. ¿Cómo abordaste ese equilibrio entre lo físico y lo emocional?
Desde el primer encuentro con Craig y Neil quedó claro que, si bien la apariencia física de Abby es un elemento relevante en el videojuego, no era el eje central para la adaptación televisiva. Ellos querían, por encima de todo, encontrar a alguien capaz de capturar su esencia emocional. Y, para mí, ahí radica precisamente la fuerza del personaje: en su intensidad, en esa rabia contenida que se apodera del espacio.
¿Cómo trabajaste esa rabia contenida ¿Qué herramientas te ayudaron a construir ese dolor que parece filtrarse por cada gesto?
Aunque lo físico era importante, lo fundamental era bucear en sus múltiples capas, en ese dolor profundo que arrastra desde hace tiempo, en cómo ha lidiado con él, en lo que ese duelo prolongado hace con una persona. En el primer episodio ya se nos ofrece un contexto valioso sobre quién es Abby, de dónde viene y por qué actúa como actúa. Ese fue el eje de mi trabajo, y también el de Craig y Neil.
Muchos espectadores verán en Abby la antagonista de la historia, pero, cuando todos los personajes parecen tener una razón de peso para quitar la vida de los demás, ¿existen realmente los villanos en el universo de ‘The Last of Us’?
Esa es una pregunta compleja. Y creo que justo ahí reside una de las mayores virtudes de ‘The Last of Us’: en su capacidad para explorar las zonas grises de la condición humana. Nada es blanco o negro en este mundo, y eso lo convierte en algo profundamente real. Hace poco, en otra entrevista, mientras escuchaba al resto del reparto, pensaba en lo mucho que han vivido cada uno de los personajes, en sus trayectorias personales. Y es fascinante ver cómo Craig y Neil han sabido caminar con delicadeza esa fina línea moral. Al final, todos han sufrido pérdidas: la de un padre, de un ser querido, o incluso de una vida que ya no existe, de un mundo que se desmoronó. En 'The Last of Us' no hay villanos. Solo personas rotas intentando sobrevivir.
¿Hasta qué punto ese pasado que arrastran los personajes condiciona la mirada del espectador sobre sus actos?
Todos lidian con emociones devastadoras que se manifiestan de distintas formas, según quiénes son y cómo enfrentan el dolor. Así que sí, es difícil señalar a alguien y decir “este es el villano”. Porque, en realidad, todos están intentando sobrevivir como pueden, y eso es lo que los hace tan humanos.
La segunda temporada sitúa a Abby en el corazón de un momento crucial de la trama. ¿Cómo fue trabajar junto a Pedro Pascal y Bella Ramsey, convertidos ya en alma de la serie?
Bella es extraordinaria. Tienen una energía muy especial y es una persona divertidísima con la que compartir el set. Y Pedro… Pedro es un actor brillante y un ser humano igualmente admirable. Lo que lograron juntos en la primera temporada es sencillamente asombroso.
¿Te intimidaba llegar a una serie donde ellos ya habían creado un vínculo tan sólido?
Para mí, llegar al rodaje fue como ser la nueva en clase. Me sentía como en el primer día de colegio. Pero desde el primer momento me hicieron sentir bienvenida, acogida y respetada. Fue realmente conmovedor. Dado lo sombrío y desgarrador que puede llegar a ser el mundo de la serie, esa calidez fuera de cámara fue un regalo. Trabajar con ellos ha sido una experiencia profundamente gratificante, tanto en lo artístico como en lo personal.
Se perdió una mañana de instituto para ver el final de ‘Perdidos’ y, aunque la leyenda cuenta que está en FOTOGRAMAS por sus tortillas de patata, la realidad es que lleva en la revista desde 2016 como “el chico de los vídeos”. Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, un día se cansó de vivir entre muggles y, antes de que ‘Cinema Paradiso’ y ‘El espíritu de la colmena’ despertaran su fascinación por el séptimo arte, decidió (no) crecer imaginando su infancia entre hobbits y jedis. Vive enamorado de Emma Watson y Michael Scott, y está convencido de que su cima en la vida ha sido, es y será decirle a Viggo Mortensen en un ascensor que todavía guarda una figura de acción de Aragorn.